Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Desmovilizados en Colombia: la vida pende de un tiro

Las amenazas contra los exguerrilleros vuelven a poner en entredicho la implementación de los Acuerdos de Paz

Autor:

Marina Menéndez Quintero

Están a la vista como nunca las falencias en la implementación de los Acuerdos de paz suscritos ya en Colombia.

El traslado a otras zonas, el miércoles, de un centenar de desmovilizados de las antiguas FARC-EP que sufrían amenazas y muerte en la localidad de Ituango, se realizó con la anuencia de los funcionarios del Gobierno. Es decir, que el ejecutivo de Iván Duque reconoce y acepta la existencia de un escollo tan enorme a la paz como lo es la inseguridad de uno de los dos firmantes.

No ha sido ese tránsito a otros lares una decisión tomada de modo unilateral por el hoy partido FARC (Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común) con sus cien excombatientes. Pero la participación del ejecutivo en la medida no exime a este de responsabilidad, más bien la señala.

Llueven hace rato las denuncias acerca del asesinato de hombres y mujeres que dejaron las armas y se recluyeron en las llamadas zonas veredales, en la confianza de que el Estado aseguraría su vida y su reincorporación a la vida civil.

Sin embargo, los muertos del movimiento guerrillero más antiguo y poderoso de Colombia ya suman 214 desde que asumieron la desmovilización, incluyendo a algunos de sus parientes. En Ituango han sido asesinados 11, entre ellos, un menor de edad.

Algunos amagos desde la Casa de Nariño para, presuntamente, proteger a los amenazados —entre quienes se incluye también un amplio espectro del activismo social y campesino que lleva la peor parte con no menos de 150 víctimas fatales solo en lo que va de año— no han resultado suficientes ni han ido a lo profundo de un panorama que sigue marcado por la violencia de exparamilitares que hoy vuelven a ser matones… —¿pagados por quién?—, y cuando el problema de la tierra, que fue eje del estallido guerrillero en los años 60 y por eso forma parte de lo acordado, no se toca. Ni Fondo de Tierras, ni reforma rural, ni apoyo a los campesinos mantienen la violencia social en las extensas zonas agrícolas de Colombia.

Ahora, la marcha forzada emprendida por los exguerrilleros desde Ituango acaba de demostrar el peligro que planea sobre la vida de los desmovilizados. Solo una gran voluntad porque se consiga la paz podría hacer que el partido FARC se mantenga apegado a lo suscrito en La Habana en agosto de 2016, si la vida de todos pende de… un tiro.

Con la expectativa de un futuro distinto casi 7 000 guerrilleros dejaron sus armas en febrero de 2017 y, para hacerlo y emprender otra vida, acudieron a las 17 zonas veredales de transición y puntos de los cuales Ituango formó parte.

Ahora no se sabe qué va a ocurrir con los demás, ni cuánto más permitirán las autoridades que la letra viva también sea muerta.

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