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El doble enfrentamiento de los expertos de salud en EE. UU.: el coronavirus y la Casa Blanca

Cuando Estados Unidos atraviesa un momento de crisis de la pandemia, elecciones y ganancias siguen siendo motores en sus decisiones políticas

Autor:

Juana Carrasco Martín

El absurdo parece reinar en Estados Unidos con Donald Trump a cargo y en medio de la pandemia que sobrecoge al mundo.

Richard Rose, un activista contra el uso del nasobuco o mascarilla de protección, ha muerto el 4 de julio, a los 37 años, en Ohio, víctima del coronavirus. «Deja que esto quede claro. No estoy comprando una máscara de mierda. Llegué hasta aquí para no comprar esa maldita exageración», publicó en abril.

A finales de abril, el conteo de casos de la Universidad John Hopkins mostraba que al menos 58 365 personas habían fallecido en Estados Unidos por coronavirus en solo 82 días, y destacaban que habían superado sus muertos en la guerra de Vietnam.

Estamos a mediado de julio y cuando el coronavirus avanza a saltos en esa nación en que los números —que son en realidad nombres y vidas— llegan a 3 341 574 contagiados y 136 466 decesos, se conoció que será la Casa Blanca la que dirija las operaciones de enfrentamiento a la COVID-19.

La orden ha sido precisa, y está confirmada por el Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS, por sus siglas en inglés), los registros de los hospitales deben enviarse a la administración Trump y no a los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés), como hasta ahora.

Michael Caputo, secretario asistente de asuntos públicos del HHS, confirmó el cambio, reportado por primera vez por The New York Times: el «nuevo sistema de datos más rápido y completo es lo que nuestra nación necesita para derrotar el coronavirus y los CDC, una división operativa de HHS, sin duda participarán en esta respuesta simplificada de todo el Gobierno. Simplemente ya no lo controlarán».

Se produce el drástico cambio en momentos en que hay una campaña desde la Casa Blanca para desprestigiar al dr. Anthony Fauci, director del Instituto sobre Alergias y Enfermedades Infecciosas, iniciada por el propio Presidente, quien en una entrevista con Fox News dijo que aunque era un «buen tipo» había cometido «muchos errores» en el manejo de la pandemia.

Asesores de Trump estuvieron a cargo de distribuir a los medios de comunicación un registro o dosier de los supuestos errores de Fauci, para socavar su prestigio y la confianza de la población hacia sus orientaciones, y al menos cinco de ellos —por separado— se dedicaron públicamente a la infame labor manipuladora.

Trump retuiteó un post de Chuck Woolery, un expresentador de un programa de juegos, quien afirmó: «Todo el mundo está mintiendo. Los CDC, los medios de comunicación, los demócratas, nuestros médicos, no todos, sino la mayoría, en los que se nos dice que confiemos. Creo que se trata de las elecciones y evitar que la economía vuelva, que se trata de las elecciones. Estoy harto de ello».

Con la mención de las elecciones apuntaba al candidato demócrata Joe Biden, cuyos índices marchan por delante de los de Trump; sin embargo, es el mandatario quien desesperadamente hace lo indecible por mantenerse en la Casa Blanca, y para ello considera esencial abrir la economía a cualquier precio, y de ahí esta decisión de manejar la información relacionada con la pandemia,  sobre la cual ha desafiado constantemente a la ciencia con sugerencias y recomendaciones de curas milagrosas, la ralentización de las pruebas para detectar la COVID-19, y hasta asegurar que la enfermedad no es dañina.

Por supuesto, las críticas llueven sobre el Presidente,  no solo desde el campo de los expertos de salud, sino de quienes son sus adversarios en la campaña electoral de este 2020, advirtiendo que la medida —políticamente motivada— cortará de tajo una información transparente sobre la enfermedad que puede contribuir a su mayor propagación y limitar los esfuerzos para combatirla.

«La administración Trump ha demostrado que está dispuesta a mentir al pueblo estadounidense sobre esta pandemia para obtener beneficios políticos. Permitirles tener el control de estos datos importantes es potencialmente peligroso», apuntó la senadora Elizabeth Warren.

Los Centros de Control de Enfermedades pasan a un segundo plano y la información de los pacientes, las capacidades de los hospitales y los suministros médicos irán a una  base de datos del Departamento de Salud y Servicios Humanos que está administrada por TeleTracking Technologies, «una empresa privada que recibió silenciosamente un contrato federal de 10,2 millones de dólares en abril», dijo Common Dreams. TeleTracking Technologies se anuncia como el productor líder mundial de soluciones y servicios automatizados de flujo de pacientes que ayudan a aliviar el hacinamiento hospitalario, es decir, es una especialista en dar de alta para evitar costos de largas hospitalizaciones…

Los críticos, con toda razón, consideran que la administración Trump está dando prueba una vez más de su capacidad para ocultar la incompetencia, cuando el sistema de recolección de datos de los CDC se consideraba por los hospitales «altamente confiable y eficiente».

La preferencia por las inversiones en empresas privadas se mostró también cuando el inspector general del HHS decidió esta misma semana que Moncef Slaoui, un exejecutivo farmacéutico que ahora dirige el grupo de trabajo de la vacuna contra el coronavirus de la administración Trump, no tiene que revelar ni retirar sus inversiones en esa industria.

Slaoui, exjefe del departamento de vacunas de GlaxoSmithKline (GSK), ahora codirige la Operación Warp Speed, una asociación pública y privada a la que se le ha encargado encontrar una vacuna para la COVID-19 para finales de 2020, ser los primeros, monopolizar la posible cura y, por supuesto, sacarle réditos.

Es evidente que cuando Estados Unidos atraviesa un momento de crisis de la pandemia, en el cual 44 estados reportan ahora mayor cantidad de nuevos casos de contagio y también de fallecimientos, elecciones y ganancias siguen siendo motores en la respuesta.

¿La ética? No bromee.

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