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Desafío decisivo para nuevo Gobierno libanés

Hezbolá tiene motivos para recelar de las presiones de la banca dominada por Occidente y en particular Estados Unidos

Autor:

Leonel Nodal

Sale Diab, entra Adib. No es fútbol, ni un juego de palabras. El Líbano afronta un desafío decisivo. Un momento de recambio político crucial. La entrada al ruedo del diplomático Mustafá Adib como primer ministro, en lugar del ingeniero y académico Hassan Diab, marca el tiempo final de un período repleto de amenazas para los destinos del país. Lo que está en juego es el sistema político, económico y administrativo, su estabilidad y hasta la certeza de celebrar un siglo de historia como nación viable, independiente y soberana.

«No hay tiempo para palabras y promesas, ahora es el momento de la acción», aseguró Adib el pasado lunes, tras reunirse con el presidente, Michel Aoun, y el titular del Parlamento, Nabih Berri.

Adib, de 48 años, embajador en Alemania desde 2013, nació en la ciudad de Trípoli, en el norte del país, tiene un doctorado en Derecho y Ciencias Políticas y fue profesor de universidades en el Líbano y Francia.

Musulmán sunita, como lo requiere el sistema político en vigor, obtuvo el respaldo de los líderes de los principales bloques parlamentarios, con la visible ausencia de la extrema derecha cristiana.

Según reportó la agencia estatal NNA, de los 128 diputados que forman el Parlamento 113 asistieron a la votación y, de ellos, 90 le dieron su aprobación.

Adib, considerado hombre de confianza del multimillonario empresario de Trípoli y ex primer ministro Nayib Mikati, a quien sirvió como jefe de gabinete en 2011, integró el comité redactor de una nueva ley electoral nacional en 2005 y 2006.

Sucede en el puesto a Diab, que dimitió el pasado 10 de agosto tras la explosión de 2 750 toneladas de nitrato de amonio que volaron en pedazos el puerto de Beirut y barrios aledaños,  con saldo de 190 muertes y más de 3 500 heridos, dejando al país en shock.

Su designación recibió un acelerón ante la inminente visita del presidente francés, Emmanuel Macron —segunda en menos de un mes— quien demandó la rápida formación de un Gobierno que emprenda «reformas» requeridas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) para desbloquear créditos para aliviar una aguda crisis económica.

Minutos después de su nombramiento, Adib se comprometió a formar «en un tiempo récord» un equipo ministerial de «expertos competentes», para poner en marcha las «reformas» que —dijo— los ciudadanos esperan hace tanto tiempo.

La gravedad de la situación se acentuó en octubre pasado, cuando manifestantes callejeros «contra todos los partidos y poderes» establecidos, derribaron al primer ministro Saad Hariri.

En la misma jornada de elección de Adib, un grupo de 25 autodenominadas organizaciones de la sociedad civil, protagonistas de la sublevación  emitieron un Programa de Acción dirigido a implantar un nuevo orden constitucional (según el modelo neoliberal) que borre al actual sistema confesional.

Salam Yammout, presidenta del centenario grupo político cristiano Bloque Nacional y vocera de los sublevados, llamó a «todas las fuerzas de la revuelta» a «participar en el desarrollo del programa propuesto para cambiar el juego político y construir un estado de derecho y ciudadanía civil. La ecuación, dijo, es un estado de justicia o el poder de la corrupción; ya sea restaurando la dignidad de las personas o manteniendo el poder de las milicias», una alusión a la resistencia armada chiita de Amal  y Hezbolá, que desde 1983 enfrentó la usurpación israelí del suelo libanés y sus guerras de agresión.

¿Fin del acuerdo de Taif de 1989?

El principio de distribución confesional en el sistema político libanés es una herencia de la dominación  colonial francesa, tras el reparto del Imperio Otomano. El 1ro. de septiembre de 1920, el general francés Henri Gouraud declaró la fundación del Estado del Gran Líbano, precursor del actual Estado libanés. El país siguió siendo un protectorado francés hasta 1943, pero París mantuvo una influencia política, económica y cultural dominante. De ahí la explicación a los recientes viajes de Macron.

Mediante ese sistema cada grupo religioso tiene asignado un número fijo de diputados.

Desde la creación del Parlamento en 1932 durante el mandato francés hasta el estallido de la guerra civil en 1972 existió una relación de seis diputados cristianos por cinco musulmanes. Tras la firma de la paz de 1989, en la ciudad saudí de Taif, se estableció el actual sistema paritario, que otorga igual número de asientos a cristianos e islámicos. También se decidió que la presidencia del Parlamento correspondería a un ciudadano musulmán chií y el número de escaños aumentó de 99 a 128. De ellos 43 católicos (33,6 por ciento), 27 sunitas (21 por ciento), 27 chiitas (21 por ciento), 20 ortodoxos ( 15,6 por ciento), ocho drusos (6,2 por ciento), dos alawitas (1,5 por ciento) y un evangélico (0,8 por ciento).

A un siglo de su fundación, tras decisivos cambios demográficos y geopolíticos en la región, resurge la demanda de reacomodo de fuerzas e influencias en el poder.

En un sorpresivo giro, el domingo último el presidente Aoun se pronunció a favor de que  Líbano sea declarado un Estado civil.

«Estoy comprometido —dijo— con un diálogo que reúna a los poderes religiosos y políticos, que dé como resultado una fórmula aceptable para todos y que se puede poner en práctica mediante las enmiendas constitucionales apropiadas».

El mismo día y a la misma hora, en un discurso televisado, el secretario general de Hezbolá, Hassan Nasrallah, afirmó que  su partido está listo para discutir un nuevo «pacto político» en el Líbano, propuesto por Francia para tratar de sacar al país de su peor crisis desde 1990, «pero con la condición de que sea la voluntad de todos los partidos libaneses».

El liderazgo de Hezbolá tiene motivos para recelar de las presiones de la banca dominada por Occidente y en particular Estados Unidos, que mantiene en vigor todo un andamiaje de sanciones económicas, financieras y políticas contra el influyente partido político chiita, líder de una coalición de 70 diputados electos en 2018, la mayor del parlamento libanés.

Un artículo del diario The Washington Post, publicado el pasado 8 de agosto, titulado La reforma del Líbano debe comenzar poniendo a Hezbolá en su lugar, revela sus objetivos.

«Juntos —concluía— Washington y París tienen una gran influencia, en particular dada la extrema necesidad del Líbano de asistencia financiera a largo plazo».

La salida de Diab y la entrada de Adib en juego pudiera virar el resultado a favor del Líbano, pero por el momento eso está por ver.

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