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Si ocurriera, ¡esto va a ser ignominioso!

No pocos en Estados Unidos y en el mundo consideran que la nominación de Donald Trump al Premio Nobel de la Paz, sería una nueva afrenta a un Premio que ha sido más de una vez ultrajado por conveniencias políticas y los postulantes agraciados casi todos con ciudadanía estadounidense

Autor:

Juana Carrasco Martín

Eufórico, presuntuoso y creído, a media mañana del miércoles, ya Donald Trump había compartido la noticia de su nominación al Premio Nobel de la Paz en al menos 16 tuits y retuits diferentes con sus casi 87 millones de seguidores en las redes sociales. Un ingrediente nuevo a su favor en la campaña electorera para lograr mantenerse cuatro años más en la Casa Blanca.

Dicen que Twitter explotó con los tuits de respuesta, a favor y en contra; exultantes sus partidarios, indignados los de una oposición consciente del significado, si lo recibiera un mandatario catalizador hacia una sociedad que parece desmoronarse, dividirse irremediablemente, y marchar hacia las más primitivas reacciones de racismo, xenofobia, discriminación y violencia, en el caso de que todavía estuviera al frente de Estados Unidos en 2021.

Trump fue nominado por el miembro del Parlamento noruego Christian Tybring-Gjedde, quien también sirve como presidente de la delegación de su país en la Asamblea Parlamentaria de la OTAN. Para proponerlo, Tybring-Gjedde lo avaló con el papel de Trump en la negociación de un acuerdo de normalización histórico entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos (EAU).

La campaña de propaganda, no duden que lo es, fue lanzada por el noruego en una entrevista en Fox News en la mañana de este miércoles. «Por su mérito, creo que ha hecho más tratando de crear paz entre naciones que la mayoría de los otros nominados al Premio de la Paz», dijo ante las cámaras del canal televisivo más trumpiano entre todas las cadenas estadounidenses. El Washington Examiner se sumó a la difusión aprobatoria de la noticia, y no sería el único medio del conservadurismo por hacer fila.

«¿Te imaginas los disturbios y rabietas temperamentales de la mafia izquierdista cuando el presidente Trump es reelegido y gana el Premio Nobel de la Paz en el mismo año. Esto va a ser glorioso». Así tuiteó Matt Couch (@RealMattCouch), fundador de DC Patriot Journal, que integra a medios y periodistas de la derecha, fieles seguidores del magnate-presidente.

El «esto va a ser glorioso» era suficientemente petulante como para ser retuiteado por el engreído nominado.

No pocos en Estados Unidos y en el mundo consideran que, por el contrario eso sería ignominioso, una nueva afrenta a un Premio que ha sido más de una vez ultrajado por conveniencias políticas y los postulantes agraciados casi todos con ciudadanía estadounidense.

La nominación de Donald Trump, como todas las otras que se presenten, será juzgada y determinará sobre ella el Comité Nobel Noruego, integrado por cinco miembros nombrados por el Parlamento de esa nación, y en la actualidad mantiene una configuración política muy similar a la de esa institución, al decir de algunas fuentes.

El analista y comentarista político conservador Ben Shapiro, también utilizó Twitter para exponer de manera contundente y concisa su criterio: «Ser nominado Trump para el Premio Nobel de la Paz por el loco antinmigrante de extrema derecha Christian Tybring-Gjedde es como recibir una carta de recomendación para ser bombero de un pirómano o como, ya sabes, ser respaldado para presidente por Noor Bin Laden, la sobrina de Osama Bin Laden».

No es la primera vez que el parlamentario noruego hace el intento, pues en 2018 el pertinaz señor propuso a Trump, entonces invocando sus esfuerzos por resolver las tensiones nucleares con Pyongyang.

Mientras iban y venían los tuits, se subían opiniones y memes a Facebook o en otras redes, y crecían los comentarios en los medios del mundo —unos perplejos o indignados y otros radiantes y jubilosos—, Trump ocupaba espacio en otros asuntos que podrían tenerse en cuenta en el debate de los jueces noruegos.

Por ejemplo, en Rage, un nuevo libro del periodista ganador del Premio Pulitzer Bob Woodward, este asegura que el presidente Trump dijo que no siente «la responsabilidad» de tratar de entender mejor el dolor que sienten los negros estadounidenses, un comentario que hiciera durante una entrevista el pasado 19 de junio, pocas semanas después del asesinato de George Floyd, ahogado por un policía que le arrestaba en Minneapolis, chispa que incendió la pradera de los meses de protestas generalizadas contra la brutalidad policial y el racismo sistémico en EE. UU.

Por el contrario, el mandatario desvió el tema hacia lo bien que ha ido la economía para los negros estadounidenses bajo su administración y haber hecho más por ese segmento poblacional que cualquier otro Presidente en la historia.

Otro tema abordado por Trump con el periodista del Washington Post, quien mantuvo 20 entrevistas con el mandatario para su nuevo libro, fue la pandemia de la Covid-19. En marzo, aunque reconoció el peligro —y al parecer lo hacía en privado—, públicamente le restaba importancia a la amenaza porque «quería siempre jugar» para evitar crear pánico. Huelga decir que para un gobernante eso constituye una conducta letalmente irresponsable, más allá de la demagogia.

Las motivaciones electorales de Donald Trump, en momentos verdaderamente críticos para su nación y para el mundo, son insensatas e imprudentes, y muestran un raigal comportamiento  ególatra y oportunista… y aun así puede que retenga su silla en el Despacho Oval y pronuncie en Oslo un discurso de aceptación del Nobel en 2021.

O todo quede como un sarcasmo, tal cual sucedió en 1939 con Adolfo Hitler, quien fue propuesto para el galardón —que no obtuvo—, pero quedó registrado en el libro de la institución.

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