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Una respuesta unitaria a la COVID-19 y EE. UU. vota en contra

La administración Trump, aterrada por una justa enmienda cubana, se opone una vez más a las urgencias mundiales

Autor:

Juana Carrasco Martín

No es secreto para nadie, la pandemia de la COVID-19 desató en el planeta algo más que una crisis sanitaria. La Organización de las Naciones Unidas reconoce la gravedad de sus aspectos económicos, humanitarios, de seguridad y de derechos humanos, razón suficiente para que desde que el nuevo coronavirus comenzó su propagación, hasta ahora incontenible, la organización mundial haya aprobado más de una resolución, en el intento de encontrar una respuesta coordinada que aminore sus terribles efectos; sin embargo, una oposición decisiva y poderosa expone al mundo.

La ONU busca cooperación y solidaridad

El primer paso colectivo llegó el 27 de marzo de este año con una resolución de su Asamblea General titulada «Procedimiento para tomar decisiones de la Asamblea General durante la pandemia de la enfermedad por Coronavirus 2019 (COVID-19)».  

Más de una carta del actual Presidente de la Asamblea General, el diplomático nigeriano Tijjani Muhammad-Bande, ha alertado a los Estados miembros sobre la rápida evolución del SARS-CoV-2, situación evidente cuando en nueve meses transcurridos desde que se conocieran los primeros casos en Wuhan, China, ya se cuentan más de 28 610 000 personas infectadas y 916 097 fallecidos.

Está claro que solo la cooperación internacional puede garantizar el acceso mundial a los recursos para hacer frente a la crisis sanitaria, sin que primen las desigualdades entre países ricos y pobres, y entre las disparidades clasistas en sus poblaciones. Una enfermedad que no conoce de esas diferencias, debe ser objeto también de un tratamiento sin diferencias.

El 3 de abril, una nueva Resolución se abrió paso, bajo el encabezado «Solidaridad mundial para luchar contra la enfermedad por coronavirus de 2019 (COVID-19)», la que se complementó con otra del 20 de abril, «Cooperación internacional para garantizar el acceso mundial a los medicamentos, las vacunas y el equipo médico con los que hacer frente a la COVID-19».

En ese trabajo de la ONU, el viernes reciente, la Asamblea General debatió y aprobó otra Resolución con el propósito de mitigar la propagación de la enfermedad; un documento que llama a la compasión y la solidaridad de gobiernos y pueblos, cuando hacen falta al menos 35 000 millones de dólares para vacunas, tratamientos y diagnósticos, de acuerdo con los cálculos de la Organización Mundial de la Salud y que ha expuesto António Guterres, secretario general de la ONU, al apremiar la participación de los gobiernos, la comunidad científica y médica, las empresas privadas y a las organizaciones de salud de todo el mundo, para apresurar el acceso a las herramientas que combatan la pandemia y garantizar el acceso de todos a test, tratamientos y vacunas, herramientas consideradas como un bien público global.

Otra desvergüenza estadounidense

La nueva resolución de la Asamblea General de la ONU pudo haberse aprobado por consenso, sin embargo, le dio su visto bueno una mayoría abrumadora de 168 votos a favor, para la «Respuesta integral y coordinada a la pandemia de COVID-19». Dos naciones miembros se opusieron al interés global, Estados Unidos e Israel, mientras otros dos Estados se abstenían, Ucrania y Hungría.

La inmensa mayoría de las naciones reconoció que el nuevo coronavirus es «uno de los mayores desafíos de la historia» y tomó en cuenta que las consecuencias de la pandemia se ensañan en los segmentos poblacionales más vulnerables: ancianos, mujeres, jóvenes, niños y pobres.

Tan dura como la propia pandemia, el texto aprobado expone la «profunda preocupación» por su impacto devastador en la sociedad, el comercio, la economía, el empleo, la agricultura y la industria, la comunicación de las personas al cerrarse fronteras y detenerse los viajes…

No soslaya la Resolución males sociales que se han exacerbado: el aumento de la discriminación, el racismo, la xenofobia y la incitación al odio asociada al coronavirus en el mundo. Por eso llama a los Estados a luchar contra estos fenómenos.

Hay un apoyo de la Asamblea General al «llamamiento del secretario general a un alto el fuego mundial inmediato, en parte para ayudar a crear corredores para la ayuda vital, abrir ventanas a la diplomacia del diálogo y llevar esperanza a lugares y personas que se encuentran entre los más vulnerables a la COVID-19».

En esas circunstancias no puede dejarse de pensar en lo que sucede en la asediada Franja de Gaza por el genocida bloqueo establecido por Israel; tampoco en el sufrido pueblo yemení, o en la Libia desmembrada, y la Siria imposibilitada de disfrutar la paz desde que en 2011 intereses imperiales pretendieron imponer otra «contra-Revolución» de colores…

La ONU también reiteró llamamientos anteriores al pedir «mayor cooperación y solidaridad internacionales para contener, mitigar y superar la pandemia» e instó a las naciones a «permitir que todos los países tengan acceso adecuado y sin obstáculos a diagnósticos, terapias, medicinas y vacunas de calidad, seguras, eficaces y a un precio accesible, así como a tecnologías sanitarias esenciales».

Fue aceptada también la enmienda cubana, justa e imprescindible porque hay un accionar de Estados Unidos, fundamentalmente, que obstruye la puesta en práctica de esa cooperación y solidaridad.

Fue una enmienda conjunta de 20 delegaciones que exhorta firmemente a los países a oponerse a las sanciones económicas, financieras o comerciales unilaterales: Angola, Antigua y Barbuda, Belarús, Belice, Burundi, Camboya, la República Popular de China, Cuba, la Mancomunidad de Dominica, Granada, la República Islámica de Irán, la República de la Unión de Myanmar, Nicaragua, la Federación Rusa, San Vicente y las Granadinas, la República Árabe Siria, Sudán, Surinam, la República Bolivariana de Venezuela y Zimbabue. La aprobaron 84 delegaciones y 13 votaron en contra.

Pero al parecer, Washington encontró en ella la justificación para oponerse a la Resolución sobre la COVID-19, un enmascaramiento a su prolongada reticencia a cooperar, a la egoísta postura de querer tratamientos y vacunas solo para sí, a la inhumana decisión de cortar los fondos financieros a la OMS y anunciar su retirada de la Organización Mundial de la Salud, y otras acciones que le han aislado de la comunidad internacional.

Como informó una nota de la Misión Permanente de Cuba ante las Naciones Unidas, fueron cuatro meses de intensas y complejas negociaciones para lograr la Resolución, pero Estados Unidos con su voto en contra dificulta los éxitos hasta ahora alcanzados en la implementación de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, pues los países en desarrollo sancionados ilegítimamente por bloqueos y otras agresiones tienen que «sobreponerse a obstáculos adicionales para enfrentar y recuperarse del impacto de la pandemia de la COVID-19».

Una vez más, Estados Unidos se opone a las urgencias mundiales.

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