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Ecuador y Perú: puntos de partida

El primer país va a la ronda del desempate, y todo indica que en el segundo también será necesaria otra vuelta

Autor:

Marina Menéndez Quintero

Poco entusiasmo y dispersión en Perú y, en Ecuador, estimados contradictorios y no concluyentes. Resulta imposible adelantar en uno y otro lado, sin arriesgarse a perder el pellejo, quién tendría mayoría hoy.

En ambos países, la presidencia se define luego de remezones políticas más inmediatas o lejanas, que han cercenado la confianza del electorado. Las definiciones llegan precedidas de crisis.

Por eso no falta quien estime que las presidenciales de este domingo no serán puntos de llegada en esas naciones, sino de partida.

Para los peruanos, la postulación de 18 candidatos no resuelve la falta de credibilidad en la política. Más bien la agudiza. Caras nuevas o gastadas no han conseguido acaparar con sus programas los deseos de cambio de quienes depusieron a un presidente sustituto en noviembre, y gritaron a los cuatro vientos las grietas ostensibles de un sistema en el que seis expresidentes han sido acusados por corrupción en los últimos 20 años.

El saldo de la atomización política y la desconfianza en Perú se refleja en los números de las encuestas. Según los sondeos, el candidato mejor dotado recoge intenciones de voto de apenas 13 puntos porcentuales, y el giro de las cosas, a última hora, ha ubicado en primer puesto a un ultraconservador que propala una ética anclada al pasado.

Rafael López Aliaga, del ultraderechista partido Renovación Nacional, ha encabezado su campaña con la populista figura del cerdito Porky presidiendo su auto, pero se le identifica como un multimillonario integrante del Opus Dei que usa imágenes retóricas en sus discursos. 

Tras él se ubica el rosario de aspirantes entre quienes sobresalen dos mujeres: Keiko Fujimori, de Fuerza Popular, en su tercer intento y  sobre quien pesan también acusaciones, y la propuesta interesante que constituye Verónika Mendoza, de la izquierdista Juntos por el Perú, cuya promesa de una Asamblea Constituyente es la única que recoge las demandas enarboladas en las calles hace cinco meses. 

¿Arauz o Lasso?

Para Ecuador, la segunda ronda llega después del insistente reclamo de Yaku Pérez por un reconteo de votos que al final no fue aceptado, y cuya recurrencia detrás de cada posposición cuando parecía a punto, dilató la oficialización de los resultados de la primera ronda y  casi enloda el trabajo del tribunal electoral.

La postura antagónica del representante de Pashakutik —crítico acérrimo de la Revolución Ciudadana—, frente a Andrés Arauz, y su cuestionamiento del puntaje obtenido por Guillermo Lasso —quien por décimas le arrebató la posibilidad de ir al balotaje—, dejaron en suspenso el no despreciable caudal de electores de Yaku, a quienes él ha llamado a ejercer este domingo un «voto nulo ideológico».

Los sondeos dicen que de cerca de un 40 por ciento de electores que se mostraban indecisos hasta la semana pasada, casi un tercio se había decantado. Según algunos estudios, habría sido a favor de Lasso.

Las encuestas, sin embargo, se muestran contradictorias. Unas favorecen a Arauz por la misma cantidad de puntos de diferencia que otras se inclinan por el exbanquero derechista.

Pero no sería la primera vez que los sondeos se equivoquen, pues los electores no dicen toda la verdad… O sus intenciones son manipuladas. En todo caso, en esta segunda vuelta las decisiones se adoptan por una mayoría simple que solo resultaría entrampada si, como también predicen algunos, se constatara un empate técnico.

A favor de Arauz se anota el respaldo que en los días recientes le dio el líder de la Confederación de Nacionalidades Indígenas (Conaie), Jaime Vargas, aunque algunas federaciones dentro de ese colectivo mantengan la posición orientada por Yaku. 

De cualquier modo, debe tomarse en cuenta que las urnas se han abierto esta vez en Ecuador luego del escarnio a la ciudadanía que ha representado el mandato de Lenín Moreno, su usurpación de Alianza PAIS —de donde fue final y demasiado recientemente expulsado—, y la depredación del prestigio del correísmo mediante el fraudulento encartamiento judicial de sus dirigentes, con lo cual la ideología más sólida y de más consistencia programática dentro del progresismo quedó semihuérfana de líderes, sin partido, y avasallada por la traición del mandatario.

Acogidos por la coalición Unión Nacional de la Esperanza (UNE), los que aspiran a reeditar la Revolución Ciudadana que encabezó Rafael Correa le dieron a su discípulo Arauz, en la primera vuelta, poco más de 32 por ciento de votos.

Si esa mayoría vuelve a repetir ahora y se suman los definitorios votos de otros sectores a los cuales ha estado dirigido su discurso —los jóvenes, las mujeres, los indígenas, los ecologistas…— al joven político le aguarda una labor ardua que pasa por un enfrentamiento más eficaz de la COVID-19, y de los entuertos económicos en un país al que Moreno ha vuelto a poner en manos del FMI.

Ecuador ha sido uno de los puntos neurálgicos de la pandemia en la región, con más de 330 000 casos y unos 17 000 muertos. Y la economía, golpeada por ella, se contrajo casi ocho por ciento el año pasado.

Analistas locales estiman que la sensación de una parte de la ciudadanía es que lo importante no estriba exactamente en quién gane, sino en la necesidad del cambio.

Si no triunfa Arauz, los destinos de Ecuador estarán en manos de Lasso. Pero la debacle que deja su predecesor no le resultará mucho problema sino, por el contrario, camino andado, porque él profundizará el mismo esquema.

Ecuador escoge definitivamente hoy entre dos modelos opuestos. Foto: Getty Images

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