Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Los legados de Pinochet

Autor:

Marina Menéndez Quintero

Guillermo Teiller conversa con JR Insistentes paros en los liceos y reiteradas protestas de los trabajadores, podrían ser la evidencia más visible del saldo que ha dejado en Chile la dictadura de Augusto Pinochet, más allá de los miles de muertos y los desaparecidos de su dictadura feroz: una larga y terrible noche negra que, con la muerte del tirano, sigue quedando impune.

Mientras los trabajadores de cualquier mina analizaban, quizá, cuál sería la próxima manifestación, el sátrapa fallecía en la tranquilidad de un hospital por las secuelas de un reportado infarto que, en principio, no todos creyeron real, sino otra estratagema para convencer que, de nuevo, Pinochet debía ser «exonerado».

Cerca de casi una  decena de causas abiertas contra él por las graves violaciones cometidas contra los derechos humanos bajo su batuta, habían quedado en la nada luego de que el primer reporte médico dejara «establecido» que padecía una demencia subcortical, por la cual estaba imposibilitado de declarar.

Así, quienes defienden el ejercicio de la justicia en este Chile que las grandes agencias describen hoy «dividido» por la misma figura del dictador, tampoco esperaban que esta vez llegara a sentarse en el banquillo.

Setenta y dos horas antes de reportarse su deceso, y cuando acababa de levantársele el último dictamen de prisión preventiva domiciliaria, el tema era asunto obligado en el diálogo fugaz que, a punto de partir de La Habana de regreso a su país, me concedió Guillermo Teiller.

«Creo que Pinochet se va a morir sin ser condenado».

Entendí que no lo decía tanto porque tuviese una premonición que adelantara el desenlace, como por lo difícil que se ha hecho en Chile juzgar los crímenes dictados y amparados por Augusto Pinochet, empezando por el golpe de Estado que defenestró a la Unidad Popular y asesinó a Salvador Allende.

Muchos pusieron flores a los desaparecidos mientras el cuerpo de Pinochet recibía honores militares. Foto: Reuters En todo caso, la afirmación fluyó con esa ecuanimidad que no es, precisamente, la cualidad de Teiller que más lo asemeja con su predecesora en el liderazgo del Partido Comunista chileno, Gladys Marín. Se le siente más mesurado en el hablar; quizá, menos efusivo. Pero defiende las mismas convicciones que la legendaria líder revolucionaria y lo hace con el mismo calor.

Ella —había recordado Teiller aquella mañana— fue la primera que «se atrevió a ir ante los tribunales cuando nadie se atrevía. Estuvo detenida varios días, incluso por “injuriar” a Pinochet». Decenas de querellas judiciales se interpondrían luego contra el protagonista del golpe del 11 de septiembre de 1973.

Las imputaciones que debieron implicar el ejercicio de la justicia, sin embargo, venían de atrás. Desde antes, incluso, de que el juez español Baltasar Garzón retuviera a Augusto Pinochet en Londres, en 1998.

«Durante el gobierno de Eduardo Frei —recordaba el dirigente comunista— ya se había descubierto un escándalo de corrupción que lo involucraba: habían pasado a sus hijos los famosos “pinocheques”. Pero por razones de Estado eso no se siguió investigando. Más recientemente se ha revelado todo el dinero a su nombre que encontraron en el Banco Riggs, de Nueva York. Y tampoco se le condenó por eso, a pesar de que la derecha lo acusó —señalamiento que no han hecho sus representantes en los temas relacionados con los derechos humanos...».

Más alarmado que sorprendido, Teiller me comentaba los despachos de CNN en Español que eran recientes el último jueves, cuando los cintillos de la telemisora priorizaban la gravedad de Pinochet y dejaban en segundo plano el resultado de las elecciones en Venezuela.

Luego, me contaba, habían ofrecido un reportaje alabando al dictador. «Justo cuando América Latina va por un camino distinto ensalzan a Pinochet, que es quien instauró este sistema “tan exitoso en Chile”. Y dicen: “Pinochet limpia la casa e instala el sistema neoliberal”. Limpiar la casa significa miles y miles de muertos y desaparecidos, y miles de víctimas de la tortura...

«Entonces lo están usando para contraponer su figura y la forma en que instaló el modelo neoliberal en mi país, y al Chile hoy, con los procesos revolucionarios que abren los distintos pueblos de América Latina».

«NUNCA SE VA A OLVIDAR»

No obstante la tranquilidad en que han vivido los autores de las masacres en Chile hasta hoy, puede que se haya abierto un filón que dé oportunidad a la justicia, más allá del esfuerzo de los abogados y los defensores de los derechos humanos que, aun sin la fuerza institucional, han luchado por la apertura de juicios contra los represores.

«La presidenta Michelle Bachelet se comprometió a evitar la impunidad. Creo que ha cumplido al no aceptar las presiones de los militares; presiones como las que les hicieron a Ricardo Lagos y a Frei quienes, de cierto modo, sí sucumbieron a ellas. Ahora Bachelet tiene que anular la Ley de Amnistía, dictada por Pinochet para salvar a todos los criminales. Es una autoamnistía. Y ella debe hacerlo para acatar el fallo de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos al dictaminar que Chile tiene que anular los efectos de esa legislación. Ella lo va a hacer. Lo está haciendo. Se comprometió ante nosotros y ante las organizaciones defensoras de los derechos humanos. Espero que sea pronto».

—Eso significaría la apertura de ¿cuántos procesos?

—Son centenares, pero en Chile se ha avanzado muy poco en materia de verdad y justicia. Hay algunos casos emblemáticos, como les llamamos nosotros, en que se han logrado condenas; pero son muy pocos. Sin embargo, en la mayoría de los casos de los detenidos-desaparecidos ni siquiera hay juicios iniciados en los tribunales.

—El informe Retting...

—Estipula como 3 000 detenidos-desaparecidos y ejecutados. Sin embargo, los cálculos de muertos, conservadoramente, van entre 8 000 y 10 000. Hay mucha gente que no hizo denuncias, que no se atrevió. Igual ocurre con los torturados: el Informe Valech consigna 27 000. Pero nosotros sabemos que son más de cien mil.

«Manuel Contreras (el ex jefe de la DINA) escribió un libro donde afirma: “Estos son los miembros del ejército que estaban armando los cubanos en Chile”. Y puso más de 50 000 nombres: somos todos los que fuimos torturados, que ellos los tenían anotados en sus libros. Ahí existe falta de verdad, por eso estamos exigiendo toda la verdad. No se ha dicho toda la verdad... Y la justicia va a ser difícil.

«Pero el movimiento por la justicia y la verdad va a seguir en Chile: no se va a olvidar nunca. Y ya no son solo los hijos, ahora son los nietos los que están luchando».

LOS AMARRES

Cinco días después de nuestro diálogo en La Habana adivino a Guillermo Teiller junto a los manifestantes que recuerdan a Salvador Allende en las calles de su patria, mientras los representantes de los sectores «bien» rinden tributo ante el féretro donde reposa, rodeado de honores, el cadáver del general.

Como tantos, Teiller opina que aún falta trecho para conquistar la plena democracia en su país, y estima que la mano de Pinochet sigue estando detrás del entramado.

«Transitamos hacia una sociedad cada vez más neoliberal», dijo. Y, obviamente, Guillermo Teiller no identifica esa situación con la democracia plena.

«La dictadura institucionalizó el neoliberalismo con todos los muertos, los desaparecidos; con todo lo que ocurrió. Pero, además, quedó una Constitución hecha para este sistema: la Constitución de Pinochet, que nos rige hasta hoy».

Hay en la carta magna mecanismos «de amarre» como, por ejemplo, que no se pueda cambiar alguna ley sin el llamado «quórum calificado, de cuatro séptimos o tres quintos de votos, mientras por otro lado, el sistema eleccionario está hecho para que solo los partidos miembros de la alianza Concertación para la Democracia, y los de la derecha, tengan la potestad de legislar», explica.

«La ley electoral binominal impide que nosotros estemos en el Parlamento, aunque en algunos distritos, durante las elecciones pasadas, obtuviéramos hasta un 20 por ciento de votación. Podríamos sacar un 30 por ciento en todo el país parejo, y no tendríamos diputados...

«No podemos cambiar entonces la Ley de la Minería, por ejemplo, mediante la cual se permite que el 65 por ciento del cobre nacionalizado por el gobierno de Salvador Allende esté hoy en manos de las transnacionales: este año se llevarán 20 000 millones de dólares en utilidades, sin pagar impuestos. Estamos en una gran pelea por cambiar, siquiera en algo, el sistema binominal. Y la mayoría del país está porque cambie».

UNIDAD POPULAR

Reitera la frase que había pronunciado durante la clausura del reciente Congreso del Partido Comunista chileno: «Para conquistar un gobierno democrático se necesita una alianza muy amplia de todos aquellos que están contra el sistema neoliberal, por una alternativa; de todos aquellos que son perjudicados por el modelo actual».

Y los perjudicados, asegura, no son solo los trabajadores: también los pequeños y medianos empresarios, los agricultores...

«Chile —explica— aparece como una macroeconomía exitosa, lo que es verdad. El capitalismo allí se ha reproducido de manera vertiginosa, pero eso es a costa de una situación social compleja. El 50 por ciento de los chilenos, por ejemplo, no tiene acceso a la ayuda social. Hay tres millones de pobres todavía. El éxito que ha logrado el gobierno es que tiene mucho dinero para dar subsidios a los más pobres... Pero los trabajadores, los que ellos llaman capas medias, están muy desmedrados. Los tratados de libre comercio han arruinado a centenares de miles de pequeños empresarios, y yo diría que la crisis social se está larvando en esos sectores: las capas medias y los trabajadores».

—¿Debe esperarse más exigencia de las nuevas generaciones?

—Creo que sí, no solo en la lucha estudiantil, sino en todas. Los jóvenes que están naciendo hoy a la vida social y política aceptan con mucha más rapidez la idea de que hay que luchar contra el sistema establecido. Tienen menos temor y asimilan más rápido la política porque no tienen las dudas de muchos que cargan una mochila muy grande de peros, de cuestionamientos. Los jóvenes no, ellos están viendo que viven una vida que no les depara ningún destino y que tienen que luchar por su futuro, por ellos mismos. Eso les da mucha fuerza».

De alguna manera, pienso, están luchando también contra el último legado de Pinochet.

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