Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

El sol, el ajo y la verdadera muerte de una corona

Autor:

Osviel Castro Medel

Una amiga «de redes» me sorprende, a estas alturas, con un mensaje desconcertante. Ha subido una foto a Facebook, con una sonrisa de oreja a oreja —soltada en el centro de una plaza—, junto a una aseveración ilógica: «Buena noticia, el coronavirus no sobrevive al calor sofocante, según estudio».

Pudiera, como muchos, haberle dado la espalda a semejante afirmación. Pero en un momento tan crucial me preocupa que ella no sea la única aferrada a creencias sin pruebas y que cada día en la llamada telaraña mundial aparezcan incontables «remedios milagrosos», aceptados por miles de personas, quienes promueven después las célebres cadenas.

No hay fecha de este mundo en que no reciba recetas mágicas para evitar la COVID-19: comer ajo en abundancia, beber agua cada 15 minutos, usar plata coloidal, ingerir líquidos calientes, no tomar helado, mojar la garganta con infusiones, consumir vitamina C, bañarse con agua «ardiendo», exponerse al sol durante media hora... en fin, el mar.

Hoy sé que más de un seguidor de estos presuntos tratamientos, lejos de liquidar la enfermedad con corona, ha complicado su salud. En el Gigante Asiático, por ejemplo, una mujer fue llevada urgentemente al hospital con inflamación en la garganta, después de haber consumido kilogramo y medio de ajo crudo, según publicó el periódico South China Morning Post.

Hace unos días, en estas propias páginas de JR, el periodista Yurisander Guevara citaba otras noticias falsas y bulos por correo electrónico que nos atacan a menudo, a veces con más poder de contagio que el propio SARS-CoV-2.

Pese a la fundamentada advertencia de mi colega y las recomendaciones de disímiles autoridades sanitarias para no ser víctimas de rumores inocentes o mal intencionados, miles siguen cayendo en los vacíos de la falsedad y hasta multiplicándolos.

En realidad, vivimos un escenario de enfrentamiento entre supuestas verdades virtuales y la información fidedigna, entre la candidez y la necesaria comprobación, entre la «bola de trapo» y el uso de la razón.

Ya vimos en las redes sociales hipotéticos doctores diciendo que el nuevo coronavirus no afecta a los niños, o que los jóvenes constituyen un grupo intocable. Ambos enunciados han quedado desmentidos con el tiempo, pero todavía existen quienes los creen, como aquellos muchachos que en Alemania hicieron fiestas de corona, basadas en toserse a corta distancia; o los que jugaron con abrazos en abarrotadas playas de Estados Unidos.

Volviendo al famoso asunto del calor como «desinfectante», se ha aseverado por varios medios de comunicación, incluyendo JR, que aunque las altas temperaturas pudieran afectar el virus, esto no hace inmune a los pobladores de las zonas cálidas, y la mejor prueba es que lo tenemos en Cuba.

Al final, todo pasa por el tamiz de la información y del contraste de fuentes. Por eso, ni podemos hacer caso a cuentos de camino, ni debemos reproducir recetas extraordinarias de último momento.

Tener verdadera percepción de riesgo, lavar correctamente nuestras manos, evitar las multitudes, olvidar por ahora los besos y abrazos, desinfectar las superficies... cumplir cada indicación de las autoridades son los únicos soles capaces de derretir la malévola corona que nos azota en estos tiempos.

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