Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

El mundo poscoronavirus

Autor:

Neilán Vera

Cuando todavía la COVID-19 acapara titulares en los medios y las noticias relacionadas con una de las peores crisis sanitarias de la humanidad inundan las redes sociales, el mundo comienza a preguntarse qué vendrá luego.

Histerias y exageraciones aparte —que también abundan—, varios expertos señalan que el SARS-CoV-2 marcará un antes y un después en el devenir de la historia.

Desde bruscos cambios en el equilibrio político internacional, como augura el exsecretario de Estado norteamericano Henry Kissinger, hasta una crisis económica peor que las de 1929 y 2008, el futuro inmediato depende de cómo —y qué tan rápido— se erradique la enfermedad.

Este brote epidémico no es, ni de lejos, el más mortífero sufrido por la especie, pero por su enorme tasa de contagio y la globalización ha conseguido la parálisis de los grandes centros económicos del mundo y eso tendrá consecuencias.

Con el cese de la pandemia llegará una época distinta, pero no nos engañemos: en las esencias puede ser más de lo mismo. En los próximos años viviremos una difícil coyuntura global, signada por el desempleo, los problemas alimentarios, la precariedad de los ya golpeados sistemas médicos y la inestabilidad financiera.

A esto sumémosle las deudas millonarias que, directa o indirectamente, pagaremos los países del tercer mundo y, en el plano local, las grandes mayorías, la gente común.

En el caso de Cuba también tendremos un impacto debido, entre otros factores, a la disminución de los ingresos generados por el turismo, y en ese contexto habrá que asegurar un reparto equitativo de los recursos del país y proteger a los sectores más vulnerables de la población, así como producir riquezas con nuestros propios esfuerzos.

La brecha entre ricos y pobres, por otro lado, seguirá creciendo en la mayor parte del planeta, sobre todo en aquellos lugares donde la clase política prefiere salvar bancos en lugar de vidas. Aun así, la COVID-19 dejará enseñanzas difíciles de ignorar, gracias al despliegue mediático desatado a su alrededor.

Primero, señala la importancia de la atención médica universal. Dar prioridad a los servicios de salud pública e invertir mayores recursos en este sector está marcando la diferencia entre el colapso sanitario y el enfrentamiento eficiente ante la pandemia.

En el plano geopolítico, mientras Rusia y China aumentan su liderazgo internacional, los Gobiernos del Primer Mundo son incapaces de frenar el virus y, aplicando el America first a sus realidades nacionales, envían al mundo un claro mensaje de desmoralización.

En América Latina, la derecha regional, experta en desbancar Gobiernos progresistas, demuestra su incompetencia y desinterés ante los problemas acuciantes de la sociedad —como en los casos de Bolsonaro, Moreno y Áñez—, en tanto las llamadas «dictaduras comunistas» del continente afrontan la COVID-19 en mejores condiciones debido a una constante apuesta por satisfacer las necesidades básicas de la ciudadanía.

Y ya en el plano de las ideas, el neoliberalismo ha fracasado estrepitosamente en la lucha por la vida de las personas. Algo que no es noticia, pero tampoco está de más recalcar.

En 1932 León Trotsky pronosticaba que las crisis del capitalismo serían cada vez más profundas y duraderas y los períodos de crecimiento económico se verían reducidos. A varios años de la llamada Gran Recesión, estamos a punto de dar el siguiente traspié. La pregunta es qué lección sacarán de todo esto los amplios sectores sociales que se encuentran desamparados frente al coronavirus y mañana lo estarán también ante el desempleo, el aumento de los precios y la pobreza.

Más allá de epidemias y cracks bursátiles, el futuro de la humanidad cabe en una moraleja. Ojalá esta vez tomemos nota.

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