Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Vuelta de hoja entre prólogo y epílogo

Autor:

Nelson García Santos

En este trance de recogimiento para atajar con perspicacia el posible desenlace fatal, se avivan en la memoria recuerdos, recientes o más añejos de mi generación, que vivió por suerte momentos definitorios de nuestra viril y emancipadora historia.

Los que pertenecemos a esta tuvimos el privilegio de apreciar el desbordamiento inmensurable del triunfo de la Revolución, sentir la ira ante la invasión de Playa Girón, vivir los días luminosos y tristes de la Crisis de Octubre, ver barrido el bandidismo protagonista de innumerables asesinatos y convivir con el bloqueo de Estados Unidos desde la niñez y adolescencia.

Mi generación, debido a su edad, fue más espectadora que protagonista de los hechos, aunque desde sus aulas salía a las calles a defender a la Revolución, inspirada en la percepción, más que en los conocimientos reales, de que aquellas avalanchas humanas de aprobación no podían estar equivocadas sobre la génesis de lo inédito que venía.

Con fervor acompañó la implantación de cada medida revolucionaria, como la Ley de Reforma Agraria, la creación de los CDR, la nacionalización de bancos norteamericanos y múltiples empresas y la proclamación del carácter socialista de la Revolución. En fin, el desmontaje de un sistema arcaico que esparció más penas que glorias.

Empuñó los lápices y faroles para llevar la luz del saber a los analfabetos, lloró el execrable asesinato del joven alfabetizador Manuel Ascunce Domenech y del campesino Pedro Lantigua, perpetrado por los bandidos en el Escambray; recolectó café en Oriente y asumió cuanta tarea de choque, por su urgencia y necesidad imperiosa, se puso en sus manos.

Supo también arriesgar la vida, por lo que creía y cree, en las misiones internacionalistas y resistió el período especial. Nunca se amedrentó debido a la escasez material que la espoleó con las medidas incentivadas por el Norte revuelto y brutal sobre el que nos iluminó el Apóstol José Martí.

Tiempo hubo para la recreación, que se asumió con lo que teníamos a mano cuando solo había dos canales de    televisión, con transmisión limitada en horas del día y la noche, y aquellas fiestas de 15 sin pomposidad, porque tampoco había con qué intentar deslumbrar, y bastaba un modesto ponche, unos bocaditos de pasta o unas croquetas.

Así vivió buena parte de sus años mi generación, que, quizá por esa circunstancia, sabe valorar que tiempos difíciles o iguales a aquellos, avivados constantemente por el imperio, nunca lograrán desbancar a nuestro sistema social.

Ahora, decidida y optimista, en sus evocaciones en el ocaso de la existencia, le reconforta apreciar que las siguientes generaciones son también de genuina estirpe revolucionaria, y que nunca la garra del águila imperial ha conseguido desmembrarlas.

Tampoco podían faltar esas remembranzas más íntimas en esta vuelta de hoja del prólogo al epílogo, con huellas indelebles de instantes difíciles, de sueños cumplidos o no, de desavenencias, de éxitos y fracasos en esa amalgama fundacional de esta sociedad tan nuestra, vislumbrada por Fidel en el juicio que siguió al asalto del cuartel Moncada.

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