Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Conocimiento que salva

Autor:

Liudmila Peña Herrera

Si algo común le ha legado la crisis internacional generada por la pandemia de la COVID-19 al mundo, ha sido la certeza —a veces olvidada— de que el conocimiento salva; y, sobre todo, de que los saberes compartidos y que la ciencia, a través de la integración, pueden sortear y vencer los mayores obstáculos.

Luego de que China hiciera pública la secuencia genética del SARS-CoV-2, científicos y compañías farmacéuticas de todo el orbe han pujado en una carrera contrarreloj para encontrar una vacuna efectiva que nos inmunice. Cuba también.

Consciente de nuestro capital humano y de la necesidad histórica de esta nación de depender lo menos posible de los recursos externos, el Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, conminó a los científicos a lograr nuestro propio candidato vacunal.

Gracias a la integración de varios centros de investigación (entre ellos, el Instituto Finlay de Vacunas y el Centro de Inmunología Molecular), Cuba logró presentar su primer candidato, Soberana 01, y ya hoy puede hablarse también de Soberana 02 en la lista de proyectos en fase de ensayos clínicos contra la COVID-19, identificados por la Organización Mundial de la Salud.

Tales resultados confirman lo que se ratificó la semana última en la Universidad de La Habana: Cuba cuenta con una comunidad científica altamente identificada con los objetivos del país y decidida a asumir las más altas y complejas misiones que nazcan de la sociedad. Así quedó plasmado en las memorias del taller Las ciencias en la construcción de la sociedad y la cultura cubanas, que sesionó del 3 al 6 de noviembre, con la participación de investigadores, profesores e intelectuales de las más diversas áreas del conocimiento, y a cuya sesión final asistió el Jefe de Estado.

Los éxitos que exhibe el país en materia científica en diferentes ámbitos, a nivel nacional e internacional, son el resultado de décadas de preparación y estudio de los investigadores e investigadoras, y de la prioridad que la Revolución confirió a su desarrollo.

Pero este no ha sido un camino llano, sobre todo debido a la carencia de determinados recursos que se ven limitados en la nación, y por el insuficiente diálogo participativo, en materia científica, entre los dirigentes locales, los empresarios, los ministerios… y los investigadores, para la concreción de muchas de las soluciones resultantes de sus estudios.

No es casual que los participantes en el taller hicieran énfasis en la necesidad de fortalecer la relación sociedad-gobierno-ciencia, para transitar hacia la llamada «ciencia de la sostenibilidad», que significa integración de los campos y tratamiento sistémico, sin reduccionismos, ante los problemas de las sociedades humanas, ninguno de los cuales puede ser resuelto de manera aislada.

El Presidente cubano escuchó atentamente a los científicos y les aseguró que «hay mucha coincidencia entre lo que estamos impulsando en el país y lo que están planteando ustedes para lograr el necesario impacto de la ciencia, la innovación y la tecnología en la vida económica y social del país».

Que lo diga el mandatario y que, además, concuerde en que han existido dificultades entre las unidades de ciencia e investigación y los centros de educación superior, es muestra de que se ha hecho un análisis propositivo del asunto desde el nivel superior. Y que mencionara los más de 150 proyectos de impacto económico y social que han resultado del diálogo entre los ministerios y las universidades, a partir de las visitas de Gobierno a los diferentes territorios, es una prueba de que sí había necesidad de comunicación entre la ciencia y los decisores, y de que el intercambio puede fluir mejor.

Quien escuchó al mandatario decirles a los investigadores que llevan razón cuando explican que los dirigentes deben aceptar y promover el diálogo con los expertos en cada área del saber antes de tomar decisiones, y que el Gobierno trabaja —con métodos científicos— para solucionar el problema de la alimentación de los cubanos; quien entiende que la ciencia es la base del desarrollo de cualquier nación, comienza a desear que se cumpla lo que se propuso en el taller: la generalización de debates como este en todas las regiones del país, porque la ciencia y la innovación no deben ocupar otro sitio que no sea el corazón mismo de la gestión económica y social del país. 

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