Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

La batalla por la conciencia

Autor:

José Ernesto Nováez Guerrero

En su emblemático texto El socialismo y el hombre en Cuba, publicado en 1965, el Che Guevara hacía énfasis en la importancia de ir formando una nueva conciencia en los individuos a la par que se modificaban sus condiciones de vida anterior. Superar las relaciones capitalistas es superar también su reflejo en la conciencia de los hombres y mujeres que viven inmersos en dichas relaciones.

Toda Revolución profunda implica una transformación radical del imaginario de la sociedad donde se verifica. Entendiendo que los conceptos, los símbolos, son representaciones de la realidad, se comprende que es imposible avanzar en la construcción de un nuevo orden socioeconómico sin modificarlos.

La gran Revolución Francesa, como solían llamarla los clásicos del marxismo, tuvo una larga etapa de preparación en el movimiento filosófico de la Ilustración. Durante décadas las grandes mentes ilustradas de la Francia dieciochesca desmontaron la representación del mundo que era consustancial al despotismo de la monarquía absoluta, forma terminal del orden feudal, y lo sustituyeron por las representaciones liberales. Las poderosas consignas de libertad, igualdad y fraternidad fueron el arma formidable que los ideólogos de la burguesía prepararon para su ascenso. Ellos le dieron expresión a transformaciones económicas de hecho, que en un largo proceso evolutivo habían herido de muerte el feudalismo.

Un proceso similar se dio en los primeros años de la Revolución rusa de 1917, donde el Estado feudal fue remplazado por una estructura de Gobierno surgida de lo mejor de la inteligencia popular y revolucionaria del pueblo ruso: los soviets. Se eliminó todo el aparato ministerial y se sustituyó por comisarios que ejercían la función en nombre del pueblo y podían ser revocados por este.

Desde el principio el Gobierno soviético apoyó ampliamente al arte y la cultura, al igual que hizo el Gobierno revolucionario en Cuba, pues los líderes bolcheviques comprendían con total claridad que tomar el poder solo era el primer paso; mantenerlo implicaba crear un consenso, sustituir una visión del mundo por otra.

Construir una nueva sociedad implica modificar en la conciencia popular las representaciones del antiguo orden. El socialismo entonces es una batalla no solo contra el predominio clasista de la burguesía y el gran capital, sino también una batalla por la conciencia de los pueblos.

Una de las grandes derrotas que se verificó en la práctica histórica posterior del socialismo en Europa del Este fue el abandono de la concepción marxista y la adopción progresiva de conceptos y representaciones que eran más afines al capitalismo. El viraje al socialismo de mercado en muchas de estas sociedades posibilitó el fortalecimiento de la ideología liberal y las tensiones de la guerra fría llevaron a claudicar en cuestiones centrales, tales como la lucha de clases, algo que el mismo Che criticó duramente en otro texto de 1965.

Defender el socialismo en Cuba hoy implica entonces sacar las lecciones adecuadas del pasado y tener plena claridad ideológica para no vernos embaucados en las mismas redes. La transformación económica en curso debe seguir fomentando los valores que son esenciales para la continuidad del proyecto político.

Dar la batalla por la conciencia de millones de cubanos no implica solo explicar una y otra vez las razones detrás de cada paso que se da. Implica también desnudar la esencia burguesa de muchos de los conceptos que se usan en la lid política contra el socialismo cubano y resemantizarlos revolucionariamente.

Detrás del pensamiento liberal solo pueden venir las instituciones y la lógica del capitalismo. Capitalismo que, para el caso de Cuba, representa el regreso a un estatus neocolonial. Es desmontar todos los logros en materia de ciencia, deportes, cultura, justicia y seguridad social que hoy nos hacen resaltar. Es regresar de lleno a los vicios y deformaciones que implican ser una economía más de la periferia capitalista, bastante alejados del paraíso de prosperidad nórdico que algunos «ingenuos» sostienen que vendrá de la mano con la restauración capitalista. Como sostuviera hace más de un siglo Rosa Luxemburgo, el dilema hoy sigue siendo entre socialismo o barbarie.

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