Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

24 de febrero: Marcas de una fecha

Autor:

Osviel Castro Medel

«Ruptura», dicen. «Nueva etapa», escriben. Y en las aparentes simples palabras van ganchos lanzados a la cabeza que no son tan fáciles de ripostar, como a veces creemos.

Son términos pensados con frío cálculo que encajan con aquella doctrina de la cacareada «era pos-Castro» o el desgaste biológico. Se insertan en los conceptos de «pasar la página» y el «quiebre» de la historia.

Estas observaciones saltan hoy a estas páginas por el peso de una fecha cumbre, a la que probablemente deberíamos haberle puesto más bomba revolucionaria desde antes: el 24 de febrero. Esta es, entre tantas efemérides que conmemoramos, la marca perfecta para decir continuidad, hilo, prolongación, persistencia.

Parecería ideal para difundir de manera más atractiva la conexión del pretérito con el presente y la secuencia de un proceso cargado de innumerables hechos estremecedores, algunos casi desconocidos.

Cuando la evoco es como si viera en retrospectiva, ensillando caballos, a hombres como Bartolomé Masó, uno de los veteranos de la contienda iniciada en 1868.

Fue el segundo de Carlos Manuel de Céspedes en La Demajagua y casi tres décadas después —cuando tenía 64 años y dos meses— lideró la insurrección de Bayate, uno de los múltiples alzamientos del 24 de febrero de 1895.

Y me he imaginado a Martí corriendo de un lado a otro, desgastando sus zapatos, convocando a pinos nuevos y viejos (en una época en que las comunicaciones eran rudimentarias), apretando el corazón para sobreponerse al fracaso de La Fernandina y volver a avivar la chispa independentista encendida por aquellos patricios fundadores que saltaron de la cama de oropel a la manigua dura y gloriosa.

He pensado en la fiesta interior que debieron vivir los patriotas del 95 cuando conocieron que otra vez, aun a riesgo de sus vidas, se irían al monte a levantar espadas por la independencia y la emancipación.

He escuchado, también con emoción, el «¡Aquí Radio Rebelde!» de otro 24 de febrero (1958), ese que sella el nacimiento en plena Sierra Maestra de una emisora insurgente, la misma que demostró el alcance de las armas ideológicas e hizo temblar tantas veces a los soldados batistianos. No fue casual que a finales de la guerra, como aseguró su fundador, Ernesto Che Guevara, se convirtiera en una de las plantas radiales con más audiencia en el país.

Como si esos hechos cruciales no bastaran, el 24 de febrero de 2015, coincidiendo con los 120 años del reinicio de las guerras independentistas, Raúl puso en el pecho de los Cinco el título de Héroe de la República de Cuba. Entonces, en la solemnidad suprema, Eusebio Leal hizo un recuento hermoso de lo que hemos vivido y sangrado desde la postura rebelde de Hatuey, las pruebas virtuosas de Félix Varela, la quema de Bayamo, los sacrificios de Mariana… Todo eso fue rematado con una sentencia poderosa: la unidad es «la prenda más preciosa» que Cuba necesita mantener.

No podríamos olvidar tampoco que hace dos años, en una fecha como esta se aprobó por abrumadora mayoría el referendo constitucional (86,85 votó por el sí), un espaldarazo admirable al actual proyecto social cubano en una época de turbulencias, necesidades y una situación lejana al soñado esplendor económico.

Otra de las huellas de la fecha está en una brillante intervención de Fidel en el cuartel Moncada, donde se reunió con campesinos orientales el 24 de febrero de 1959. Entonces expresó que la Revolución o se hace bien o, simplemente, se pierde.

Y ese reto de hacerla bien implica desterrar triunfalismos, asumir desafíos por grandes que parezcan, salvar con la verdad, anteponer la continuidad a la ruptura, conseguir la pluralidad en medio de la unidad, consolidar el concepto de libertad individual y nacional, lograr la República moral soñada por nuestros próceres, levantar las mismas banderas que se izaron aquel 24 de febrero para volver a gritar cespedianamente «¡Independencia o muerte!».

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