Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

La otra campanada del ordenamiento

Autor:

Nelson García Santos

Una mirada sosegada revela esa realidad que va cuajando para revivir la ley mediante una aceleración sostenida, a fin de sacarla de los estantes en los que, de cierta manera, ha estado adormecida.

Tampoco hay incongruencia, aunque parezca, en afirmar que se está legitimando, y para bien, de la única manera posible, ese dejar de ser letra muerta que ha convertido a muchas disposiciones en inoperantes por su falta de aplicación sistemática y que, de paso, sembró en muchos la semilla del menoscabo.

Una de las cuestiones fatídicas para cualquier norma jurídica o de otro tipo es que se transgreda sin una respuesta adecuada, porque incita a los proclives a delinquir, basados en el sencillo razonamiento de que hay quienes lo hacen y no pasa nada. Y ejemplos sobre esta verdad verdadera hay por rastras.

Ese ángulo de revivir la legalidad, por decirlo de algún modo, llegó (¿por carambola?) justo con la Tarea Ordenamiento, amparada por todas las normas jurídicas requeridas, que tuvo un especial impacto en la tribuna de la calle con la eliminación de la dualidad monetaria, la subida de los salarios y pensiones y el incremento de los precios.

Esas decisiones, junto a otras imprescindibles transformaciones que las acompañan, resultan el pilar para la actualización del modelo económico que tantísima falta hace para progresar y clavarle otra estocada al bloqueo norteamericano, el peor impedimento económico que afrontamos.

Pasado el furor inicial de la Tarea, caracterizada por el estricto cumplimiento de lo legislado y una corrección relampagueante cuando ha sido necesario, este modo de actuar pesa e influye para asumir la ley, como debe ser, en otros ámbitos de la sociedad.

El buen acontecimiento transcurre tranquilamente, sin mucho aspaviento, pero con alertas clarísimas de que suenan nuevas campanas y debe haber oídos receptivos entre los encargados de controlar la legalidad, y hacia afuera.

En ese empeño abarcador que va desde el control administrativo y la detección de contravenciones hasta el delito penal, la gente ha visto con buenos ojos el enfrentamiento a los que imponen los precios abusivos que se les antojan, a los acaparadores, revendedores y coleros, una plaga a la que no se puede dar tregua.

Otra pista del reforzamiento de la legitimidad aflora en el aumento de las cuantías de las multas que se imponen por diferentes infracciones. Se acabó aquello de «cuatro pesos» por una contravención y, de hecho, esta sabia decisión resulta suficiente para que muchos piensen cuatro veces antes de meter el pie y no digamos las manos, pues los cogerá la candela.

Los nuevos sonidos de campana, esos de revivir la legalidad en todos sus sentidos, afloran hacia la sociedad transparentemente para indicar que, sin extremismo, pero sin desacato, no será permisible ignorar la ley. Así de lógico, así de sencillo.

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