Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Matices de módulos, necesitados y ventanjistas

Autor:

Osviel Castro Medel

Algunos entienden que resulta una especie de burla pública, un acto bochornoso, o cuando menos un modo censurable de ganar dinero. Otros lo ven como una manera correcta de estirar la economía en tiempos de necesidades imperiosas.

La verdad es que en las redes sociales, preferentemente en Facebook, desde hace días ciertos ciudadanos están anunciando la venta de productos alimenticios que forman parte de los módulos entregados de manera gratuita a más 3,8 millones de núcleos del país.

Varias personas publican sin el más mínimo rubor que están comercializando (a precios que sofocan los salarios) paquetes de frijol, arroz, espaguetis e incluso comida enlatada. Y las reacciones van desde la aprobación hasta la indignación, desde el interés por la oferta hasta la condena más enérgica.

¿Puede ser reprochable que se expendan artículos donados desde otros países, cuya cadena de transportación-almacenamiento-distribución provocó costos nada despreciables? ¿Hasta qué punto tienen razón quienes defienden la libertad de disponer de «lo mío» a «mi manera»? ¿Es lícito o ilícito vender una mercancía regalada?

Tal vez las respuestas —seguramente dispares— a estas preguntas ayuden a generar un debate encontrado entre legitimidad y ética, entre carencia y decoro. O contribuyan a comprender que la sociedad soñada ha recibido duros golpes en su lado moral por realidades que no solo están vinculadas a escaseces, sino también a malos ejemplos anteriores, como los de quienes pasaron tiempo reclamando casas y otros objetos «por necesidad» y terminaron vendiéndolos enseguida para irse a la misma morada que tenían antes.

Años atrás, cuando alguien intentaba comprar un artículo obsequiado, era común escuchar el «No puedo venderlo, es un regalo». Y había hasta orgullo en la contestación. Pero vivimos otra época, en la que no pocos han impuesto el pragmatismo por encima de tradiciones asentadas.

Arremeter contra quienes comercializan tales mercancías probablemente no sea lo ideal. Acaso mucho menos efectivo sería penar a estas personas, algunas con fiebre de trapicheo. Se trata de un asunto que trasciende por mucho lo legal. En todo caso hay que empezar buscando causas y azares, como el genial título del álbum de Silvio.

Llama la atención que diversos medios «alternativos», que nunca alternan lo negativo con lo positivo al abordar la realidad nacional, hayan colocado en sus titulares: «Cubanos venden los módulos de alimentos que están recibiendo de forma gratuita en las bodegas». No en balde la «noticia» está acompañada de frases nada ingenuas, las cuales señalan que el dinero recaudado de esas ventas se emplea para adquirir medicamentos o carne, «que es en realidad lo necesario».

La vida suele estar cargada de matices. Siempre habrá que distinguir entre el ventajista y el de desventajas, entre el ser humano capaz de vender hasta su alma con tal de obtener dinero y aquel cargado de problemas, que lucha por salir adelante desde una posición económica difícil.

Quienes califican para el primer grupo fácilmente pueden «sacarte un ojo» sin que tiemble su pulso, y de ellos siempre vendrán los mayores escollos para intentar una sociedad donde primen la solidaridad, el desinterés y la camaradería.

Pero el desdén nunca será el camino. La ruta tiene que estar marcada por sacar a flote estas realidades y debatirlas con sus muchas aristas; no esconderlas, como pretenden algunos. La aspiración martiana del mejoramiento humano solo se concretará con verdades, argumentos y, por supuesto, con realizaciones concretas.

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