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Llegó la era posantibiótica

El mundo está abocado a una era en la que muchas infecciones comunes volverán a ser potencialmente mortales

Autor:

Iris Oropesa Mecías

A veces pareciera que el mundo suele ir un poquito hacia atrás en medio del vertiginoso camino de adelantos, innovación y ciencia. Por estos días podríamos codearnos en algunas cuestiones con los héroes de las novelas decimonónicas. Aquellos protagonistas que en la parte más emocionante del relato, de repente, morían de cosas tan simplonas como una pulmonía, o una fiebre (así, sin más explicaciones). A esos héroes perfectamente elaborados que, irónicamente, eran una hojita frágil ante cualquier infección, podríamos llevarles poca ventaja en pleno siglo XXI, pues por estos tiempos resurge un problema que creíamos vencido: la farmacorresistencia de muchas bacterias.

Preocupa que hoy, para la segunda década del siglo, se hable de una era posantibióticos con tonos de alarma. Que males «viejos» como la gonorrea, la tuberculosis o la neumonía puedan volver a causar muertes mayoritarias, al estilo de historias de antaño.

Bacterias resistentes

La supuesta era en que los antibióticos puedan dejar de curarnos toca a la puerta desde hace varios años. La Organización Mundial de la Salud, en su página web oficial, la ha catalogado como «una de las mayores amenazas para la salud mundial, la seguridad alimentaria y el desarrollo». Y la alarma no se dispara porque sea fenómeno nuevo.

La farmacorresistencia, como apunta la propia entidad, es un proceso común de selección natural de los microrganismos infecciosos. O sea, es normal que una bacteria intente mutar para sobrevivir; sin embargo, no es natural el aceleramiento desproporcionado de esa mutación, que ha provocado un peligro creciente para los logros de la salud moderna. Así, el número de muertes por causas antes curables comienza a sobrepasar los ritmos de investigación y desarrollo de nuevos fármacos.

Dicho rápido: bacterias infecciosas comunes, como Acinetobacter, Pseudomona, Proteus, Serratia, Klebsiella y Escherichia Coli, mutan mucho más rápido que nuestros medicamentos.

Un trabajo reciente de la agencia noticiosa EFE revela que el problema provoca cada año unas 700 000 muertes en el mundo y que, según los cálculos, en 2050 llegará a los diez millones, una cifra mayor que la de las muertes por cáncer.

Pero son las bacterias, y no los seres humanos ni los animales, las que se vuelven resistentes a los antibióticos. Una vez mutadas contra estos pueden causar infecciones en las personas, que son más difíciles de tratar y, en los peores casos, simplemente no pueden ser curadas. O pueden sobrevivir gérmenes capaces de reinfectar al paciente después de que este ya haya recibido un tratamiento y la aparente cura.

De este modo, podríamos volver a enfrentarnos a un peligro superado hace décadas: las enfermedades «simples» vuelven a convertirse en potenciales agentes letales para la especie. En palabras de la organización más importante en temas de salud, «si no se toman medidas urgentes, el mundo está abocado a una era posantibióticos en la que muchas infecciones comunes y lesiones menores volverán a ser potencialmente mortales».

El porqué del retroceso

Según las autoridades sanitarias, entre los factores que disparan este problema mundial se hallan la sobreprescripción de los medicamentos y la movilidad globalizada del ser humano de este siglo.

Por un lado, tenemos en numerosos países un sistema mercantilizado de salud, en que los negocios farmacéuticos prescriben antibióticos para cualquier gripe común. Detrás de esto, más que un deseo noble, se esconde unas veces un apetito bastante «amarillo» de aumentar ventas, una tendencia que ha causado más de un escándalo por cientos de prescripciones de medicamentos y pruebas médicas innecesarias, que son indicadas para engordar bolsillos.

En lugares donde los mercados o farmacias ofertan libremente todo tipo de medicamentos, la población adquiere una tendencia a la automedicación acicateada por la publicidad que suele acompañar a este tipo de productos como si anunciara cualquier camiseta de moda.

Por otro lado, el hecho de que en el mundo globalizado en que vivimos el hombre pueda moverse de un punto a otro del planeta con relativa rapidez hace que la propagación de un patógeno mutado resulte mucho más simple, y pueda contagiar a grandes números de personas en poco tiempo.

Existen bacterias peligrosas hasta en la superficie de los cigarrillos. Foto: Archivo digital JR

Investigar o vender: esa es la cuestión

Otra cara de la moneda a la que apunta este problema es la falta de una investigación responsable y comprometida con hallar nuevos antibióticos capaces de atacar a las bacterias resistentes y esclarecer sus mecanismos de mutación. Con un mundo farmacéutico mayoritariamente mercantil como gran responsable detrás de buena parte de los problemas sanitarios del mundo, la investigación es un sector que no está «motivado» por estos temas, según advierte el informe del Instituto de Salud Global (ISGlobal) «Resistencia a los antibióticos: cuando el problema va más allá de las patentes». La explicación es bastante escandalosa, por desfachatada: investigar sobre nuevos antibióticos no arroja muchos dividendos a los dueños del mercado farmacéutico que financian los estudios. Así de simple.

Incluso, hay detalles mucho más siniestros detrás de esa supuesta desmotivación investigativa: desarrollar fármacos para el cáncer es mucho más rentable. En la presentación del informe citado, se ha explicado que la industria farmacéutica prefiere investigar en fármacos contra las enfermedades crónicas —como la diabetes, la hipertensión o el cáncer, por ejemplo— «ya que son medicamentos de tratamiento largo que dan más beneficios a la empresa».

En pocas letras, es mucho más negocio para las grandes compañías farmacéuticas que la humanidad enferme de patologías de largo plazo, que estudiar y financiar nuevos fármacos que solo podrían vender por unos pocos días a un paciente aquejado de una bacteria resistente. Mientras que la venta de los antibióticos tradicionales genera unos 40 000 millones de dólares en beneficios, un solo fármaco contra el cáncer asegura la misma ganancia. Y la respuesta es sí. A ese tipo de cuestiones puramente monetarias suelen reducirse muchos problemas de la salud del mundo.

La buena noticia es que el problema mundial de la resistencia de los patógenos empieza a ocupar las agendas de los principales organismos mundiales como el G-7 o el G-20, estimulados por las campañas de concientización de la OMS, pero todavía queda mucho por hacer.

Desde nuestra Isla tropical, donde el clima puede ser también factor agravante, es hora de ponernos en guardia desde las medidas personales de prevención, sobre todo, evitar la automedicación con antibióticos y velar por la higiene contra cualquier contagio de infecciones digestivas, respiratorias y sexuales. Sin un ápice de descuido.

 

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