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Tres pisoteos y un hallazgo

Decenas de nuevos geoglifos adornan las laderas peruanas. El descubrimiento fue posible gracias al vuelo de drones y a la tecnología de punta para fotografiar el área

Autor:

Iris Oropesa Mecías

Greenpeace realizaba una protesta, como de costumbre, en defensa del mundo natural. Pero la ironía se sirvió la mesa con el acto, cuando dejaron maltrechas y pisoteadas las reconocidas imágenes de los geoglifos Nasca, orgullo peruano y del patrimonio mundial.

Poco después comenzaron las labores de restauración de la zona, pero como los restauradores de este siglo ya no se andan mucho con aquello del cincel y las escobillas, se les ocurrió un escenario distinto: usar drones para reconocer los daños al terreno. Y los drones siempre tomando sus fotos con su sobrevuelo como distraído volvieron a filmar una página de la mejor intriga.

«¿Qué es esa línea en la punta de la imagen del colibrí?» —habrá notado alguien. «Eso parece otra imagen... ¿nueva?».

Y poco a poco fueron surgiendo otra, y otra más...

Abrir los ojos

Decenas de nuevos geoglifos peruanos para demostrar que el mundo no se conforma con la historia que conoce han salido a la luz hace poco. Y un equipo de ese país junto a colaboradores de Nacional Geographic los ha ido catalogando y estudiando para gusto de la arqueología latinoamericanista.

Estas «nuevas figuras» se van encadenando en el valle de Palpa, a unos 50 kilómetros de los geoglifos Nasca que ya conocíamos, y guardan interesantes similitudes y aun más notables diferencias de las anteriores, revelando varias hipótesis felices para la ciencia y el arte.

Por un lado, pertenecen a la cultura Paracas, antecesora de los Nasca, lo que ubica la capacidad artística y monumental de estos pueblos en fechas mucho más tempranas de lo que se creía. La antigüedad de esa etnia se remonta nada menos que a unos 2 700 años y estas nuevas pruebas de sus habilidades para crear dejan abiertas muchas líneas de repensamiento histórico y cultural.

Estas figuras siguen patrones muy semejantes a las de los geoglifos Nasca, sin embargo, otro punto de diferencia relevante, según Luis Jaime Castillo, colíder del proyecto junto al arqueólogo Johny Isla y profesor de Arqueología de la Pontificia Universidad Católica del Perú, es que estas nuevas imágenes se ubican a todo lo alto de la ladera de un valle, dentro de lo que se conoce como la Pampa de Nasca, en la zona costera de Ica, en el sur de Perú. Mientras las imágenes anteriores se ubicaban en una planicie, para ser observadas desde lo alto, estas pueden ser admiradas desde cualquier punto, al levantarse verticalmente en la pared de las montañas.

Además, los arqueólogos analizan como un rasgo muy distintivo, acaso el más revelador, que los geoglifos paraca representan figuras humanas en lugar de las imágenes zoomorfas o geométricas que ya conocíamos. Las nuevas figuras son en muchos casos conjuntos formados por figuras humanas o la representación de un guerrero junto a un animal siempre inferior al hombre.

Según el equipo investigador del Proyecto Paracas, «esto representa un cambio fundamental. Es una representación antropocéntrica, mucho más centrada en el propio ser humano y la sociedad que lo rodea». Y este dato se vuelve asombroso a la luz de la cronología: una sociedad que hasta ahora se considera más antigua, parece haber poseído una cosmovisión más centrada en el ser humano que una posterior. Otro misterio por explorar en los años venideros.

Aunque todos estos datos analizados preliminarmente ya van arrojando varias luces que rescribirían en cierta medida lo que se conoce sobre la relación de ambas culturas y sus rasgos fundamentales, los investigadores creen que faltan muchas imágenes por desenterrar del espesor del olvido, para tener una visión más completa y clara.

«Con todo lo que hemos hecho, solo hemos cubierto el cinco por ciento, nos falta aún el 95 por ciento restante, así que se espera descubrir cientos de geógrafos más, que después habrá que restaurar y proteger».

Historia de un pisoteo

Las líneas Nasca han sido asombro mundial por la precisión que esta cultura imprimió a una grafía monumental estilizada Foto: Tomada de Pinterest

Sin dudas que este nuevo catálogo arqueológico y artístico viene a insuflar más sangre caliente al orgullo latinoamericanista —que hace poco ya se había entusiasmado con el hallazgo de un asentamiento maya en la selva de Petén. Pero las peripecias de esta historia podrían quedarse en la parte del final feliz y pasar por alto un fenómeno que amenaza los patrimonios históricos con peligrosa frecuencia.

Pasa por los giros inesperados de comenzar con un pisoteo que, viniendo de una organización «verde», deterioró hasta el escándalo el patrimonio peruano, causando el estupor en 2014 que remontó cuanto medio científico existe.

La fuente de esta historia con final feliz tiene su raíz en un grupo de activistas de Greenpeace que decidió aprovechar el contexto de una conferencia de la ONU sobre el clima e invadió el área del famoso colibrí Nasca para llamar la atención con sus consignas en carteles de gran formato.

Para 2015, cuando casi se había olvidado el incidente, un turista volvió a poner sobre el tintero el tema de la seguridad de los sitios patrimoniales peruanos cuando grabó su nombre en una de las figuras geométricas.

Pero sin querer ir demasiado lejos, este mismo año, en el mes de febrero, otro incidente ponía los pelos de los historiadores y arqueólogos de punta, cuando un camión pareció crear sus propias líneas sobre las de los geógrafos.

El conductor abandonó la carretera que atraviesa la reserva natural para incursionar con la más fresca indolencia en la zona de los dibujos de la tierra, como también le suelen llamar los peruanos.

El resultado fue catastrófico: tres figuras fueron dañadas y quedaron grabadas «huellas profundas» en un área de 50 metros de ancho por cien de largo.

Por esta vez, el desastre del pisoteo tiene un buen final. Tecnología de por medio, se logró pasar del control de daños al avistamiento de nuevos mundos de ciencia y arte. Sin embargo, esperemos que un happy end casual no empañe los ojos de quienes tienen autoridad para proteger los tesoros peruanos y latinoamericanos.

El mencionado Johny Isla, también responsable de la conservación de las Líneas de Palpa y de Nasca, apuntó en aquella ocasión: «son hechos que “ocurren cotidianamente”».

«Lo que pasa es que esta vez había unas personas que hicieron una filmación y subieron las imágenes a las redes sociales. Es una situación que sucede constantemente. También hay gente que bota la basura allí, al lado de la Pampa», comentó.

Desde vistas satelitales ya es posible observar las imágenes que se descubren poco a poco. Foto: Tomada de diario El País

¿Grabación dijiste?

Lo curioso es que sea en esta ocasión una grabación la que nuevamente haya salvado los geoglifos y añadido un considerable hallazgo de muchos más. La combinación de drones, imágenes 3D y fotografías tomadas desde el aire vuelven a demostrar que en sabia comunión con la conciencia científica tienen un poder aún muy explotable.

Hace apenas un mes el descubrimiento maya en el Petén agradecía la alegre casualidad a una tecnología Lidar: la proyección de haces de láser pulsados a la tierra desde un avión. Esto permitió crear una imagen en medio de la selva y luego medir las longitudes de onda con el rebote de los rayos, a semejanza del sistema que usan los murciélagos para cazar. El resultado fue semejante al actual: dimos con una fuente de estudio maya invaluable que resurgió de entre el espesor amazónico.

Así que hoy, de nuevo, la ciencia aplaude la unión feliz de tecnología y espíritu de conocimiento, sobre todo si ayudan a alertar sobre las indolencias de algunos pisotones. Ojalá no haga falta rayar más el suelo de la historia para dar con nuevos hallazgos.

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