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Un declive natural sin precedentes

El mayor informe realizado sobre la evaluación de la biodiversidad en el planeta revela un estado de desgaste natural producto de la actividad humana

Autor:

Iris Oropesa Mecías

«Los ecosistemas, las especies, la población salvaje, las variedades locales y las razas de plantas y animales domésticos se están reduciendo, deteriorando o desapareciendo. La esencial e interconectada red de vida en la Tierra se retrae y cada vez está más desgastada. Esa pérdida es la consecuencia directa de la actividad humana y constituye una amenaza directa para el bienestar del hombre en todas las regiones del mundo».

No se trata del guion de algún filme, son las palabras de Josef Settele, uno de los autores principales del informe de la Plataforma Intergubernamental sobre la Biodiversidad y los Servicios Ecosistémicos (Ipbes) que se presentó el lunes último en París con resultados alarmantes.

Hay quien lo ha tratado de explicar en números para que se comprenda mejor. El informe es un texto de 1 800 páginas, y revela que de ocho millones de especies animales y vegetales, un millón está en serio peligro de extinción. El significado, sea en discurso o en datos, es contundente: se trata de un «declive natural sin precedentes» en la historia humana.

Y no, este no es otro informe de luces rojas de los que estamos acostumbrados a hallar en cada publicación que nos topamos. Este texto destaca por ser uno de los más amplios en el tema, y es el primero en abordar una evaluación exhaustiva de la biodiversidad desde el año 2005.

Contó con casi 150 especialistas de al menos 50 naciones distintas, y la asesoría de otros 310 expertos. Tan solo son sus conclusiones las que ya son publicadas, pues el texto íntegro saldrá a la luz en los próximos meses. Pero con lo que revela hasta ahora ya es suficiente para tomárselo bien en serio.

En los próximos meses de este año, se espera la presentación del resto del informe y detalles sobre las especies en gran riesgo. Foto: Tomada de FaceBeak Aviaries

Los hechos

Incluidos animales, insectos y especies vegetales, la Tierra cuenta aún con ocho millones de especies. De ellas, como apuntábamos, un millón está amenazada de extinción. Pero lo que es aún peor, esa extinción está ganando en velocidad. «Es centenares de veces mayor que la natural», explicó Paul Leadley, uno de los autores del informe, que comunicó los resultados en la presentación.

En el grupo de los anfibios, se hallan amenazados más del 40 por ciento de las especies; en cuanto a los arrecifes coralinos, se trata de un tercio, incluyendo especies marinas relacionadas a ellos;    y más de un tercio de los mamíferos marinos están amenazados. En los insectos, la evidencia del estudio arroja que un diez por ciento de las especies están en peligro.

Al menos 690 especies vertebradas han sido llevadas a la extinción y más del nueve por ciento de todos los mamíferos domesticados usados para alimentación y agricultura ya estaban extintos para 2016. Mil más de ellos están todavía amenazados, reveló el informe.

La bióloga Sandra Díaz, de nacionalidad argentina, que copresidió el estudio, señaló como zonas de gran peligro de extinción de especies a América Latina, el sureste de Asia y gran parte de África. Pero aclaró que la naturaleza es una red que se halla totalmente interconectada, por lo que las consecuencias son para todos.

«Todo el mundo debería estar preocupado, porque estamos crecientemente interconectados y lo que pasa en una región, inevitablemente tendrá repercusiones en el resto del mundo...  Somos una única red de vida interconectada. Y esto no es una metáfora».

Tiene que ver contigo

Si creíamos que nos picaba de lejos, entonces sí que tenemos un problema. Los datos de la investigación no son para poner cara de circunstancia, dar un Me enfurece en Facebook y seguir andando. El propio informe revela que las consecuencias inciden directamente sobre la especie humana.

Para calcular cuánto, basta saber que los objetivos de sostenibilidad de cara al 2030 están totalmente comprometidos si estas tendencias de mala relación con el planeta no se transforman inmediata y profundamente.

Hace algunos meses tratábamos en esta columna el tema de la abeja, el polinizador por excelencia, y el impacto sobre la industria alimentaria de cara a su disminución como especie. La declaración de la abeja como el ser vivo más importante, meses después, reafirmaba que su desgaste nos dañaba a todos por igual, con la repercusión sobre todo tipo de cultivos.

Los factores de mayor daño sobre esa especie se repiten como determinantes sobre los pésimos resultados de biodiversidad. En tal sentido la indagación señala que «el declive constatado de los polinizadores tiene efectos potencialmente muy negativos sobre la polinización de frutas y legumbres, o para el chocolate o el café. Son consecuencias directas».

El estudio es contundente sobre los impactos a la economía global. «La actual tendencia negativa en biodiversidad y ecosistemas “minará” los avances en el 80 por ciento de las metas estimadas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU fijados para 2030, especialmente en materia de fin de la pobreza, hambre, salud, agua, ciudades sostenibles, clima, vida submarina y ecosistemas terrestres (los objetivos 1, 2, 3, 6, 11, 13, 14 y 15).

«Los objetivos para conservar la naturaleza y lograr la sostenibilidad no pueden ser logrados con la trayectoria actual, y las metas fijadas para 2030 y más allá solo se conseguirán mediante cambios transformativos de carácter económico, social, político y tecnológico», recalcan los expertos.

Dónde y qué hacer

Acaso lo más positivo de este informe no sea solo la actualización, sino también que señala con gran precisión dónde están las causas más influyentes en este panorama de declive natural, y las posibles acciones para revertirlo. La expansión, la hiperpoblación y la eliminación arbitraria de los ecosistemas naturales aparecen como los factores responsables por excelencia.

El medio británico BBC en su comentario al texto explica que la población global se ha duplicado desde 1970, la economía mundial se ha cuadruplicado y el comercio internacional se ha multiplicado por diez. El precio para la alimentación y el abasto de energía a esa población creciente es la tala de los bosques, con énfasis en áreas tropicales.

Entre 1980 y 2000, cien millones de hectáreas de bosque tropical se habían perdido por estas causas, en especial por las plantaciones. De los humedales, por su parte, en el período de 1700 a 2000 solo queda el 17 por ciento de los que solía haber.

Como posibles soluciones a tanto desgaste, el informe propone un cambio de tipo sistémico, totalmente transformativo de las tendencias actuales. El presidente del Ipbes, Robert Watson, señaló que los gobiernos tienen que abandonar el uso del PIB para calcular la riqueza e incorporar el capital natural y humano de sus países.

«Necesitamos un paradigma económico modificado para un futuro más sostenible», dijo. Sin embargo, los expertos no desestiman la acción de los ciudadanos en su cotidianidad, y exhortan a seguir el ejemplo de las comunidades indígenas, en cuyos territorios de vida se respeta la biodiversidad. Como expresó Achim Steiner, administrador del Programa de Desarrollo de la ONU, «basta    de excusas, tenemos que vivir de manera diferente en la Tierra».

 

 

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