Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Rostros de la ciencia cubana

Detrás de los grandes acontecimientos científicos de este país, está la mano de las nuevas generaciones, que ven en ese campo el modo de cumplir sus sueños y expectativas

 

Autor:

Monica Lezcano Lavandera

Hacer ciencia en Cuba es una pasión, una vocación. Así lo siente Camilo Hernández Bertot, quien creció haciendo experimentos con plantas y semillas en la cocina de su casa. «Siempre supe que me gustaba la mezcla de sustancias y descubrir cosas nuevas en la naturaleza, por eso matriculé el técnico medio en Química y luego cursé dicha carrera en la Universidad de La Habana».

Camilo Hernández Bertot. Foto: Maykel Espinoza Rodríguez

Este joven de 27 años puede contar grandes experiencias a pesar de su corta vida como profesional. Trabajar en el Centro de Estudios Avanzados de Cuba (CEA) le ha abierto puertas a un mundo de tecnologías de punta puestas a disposición de las nuevas generaciones, dándoles así la oportunidad de investigar y demostrar sus capacidades.

En estos meses de pandemia, los investigadores del CEA en colaboración con el Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí, nos hemos visto involucrados en diversos estudios —comenta—, y entre los principales descubrimientos figura la determinación de que la prevalencia del virus SARS-CoV-2 es mayor en la nariz, por lo cual el exudado nasal era más efectivo para evitar falsos negativos.

«También trabajamos en la obtención de un sistema de extracción de nanopartículas magnéticas que interviene en la toma de la muestra del PCR, lo que pudiera sustituir importaciones y crear bases para fondos exportables», agrega Camilo, quien sabe que la juventud seguirá llevando nuestra ciencia por caminos exitosos.

En las manos de Liz Hernández Pérez igualmente deposita su confianza el país. Ella vio en la ciencia la vía para saber el porqué de las cosas, y anda descubriéndolo desde su vida estudiantil, y ahora, como graduada de Bioquímica e investigadora del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB). «En este lugar he podido cumplir muchos de mis sueños, y agradezco el apoyo que he recibido de todos los investigadores, quienes han confiado en mí».

Cuenta que en 2020 como parte de su trabajo se enfocaron en el desarrollo de productos para la estimulación del crecimiento y el aumento de la resistencia de los organismos acuáticos, con el objetivo de lograr tallas comerciales en un menor tiempo.

«Muchos de los jóvenes del centro han trabajado todos los días y durante muchas horas en el proceso de diagnóstico de la COVID-19. Otros han estado vinculados al estudio de un candidato vacunal contra esta enfermedad. Pero, los investigadores de la rama agropecuaria también hemos tenido una ardua labor, desarrollando proyectos para garantizar la soberanía alimentaria y las exportaciones del país».

Liz Hernández Pérez. Foto: Maykel Espinoza Rodríguez

Entre las mayores satisfacciones de Liz se encuentra ver cómo su trabajo contribuye a mejorar la calidad de vida del país, por eso anima a niños y adolescentes que se interesan por las ciencias a emprender el camino, para juntos asegurar el futuro de la nación.

Contribuir desde su pedacito

Si bien el año que dejamos atrás generó crisis en múltiples aspectos, asimismo propició el desarrollo de la actividad científica. Ernesto Alejandro Cristóbal Jiménez, quien comienza su vida como adiestrado en el Centro de Investigación de la Economía Mundial (CIEM), cuenta cómo ya va cambiando su manera de ver el mundo.

Ernesto Alejandro Cristóbal Jiménez. Foto: Maykel Espinoza Rodríguez

Desde el CIEM, apunta el joven de 24 años, hemos analizado el contexto económico de las distintas áreas geográficas durante la pandemia y hemos visto cómo ha sido de difícil para el planeta asumir un cambio tan radical en las actividades sociales y comerciales.

«El centro, además, trabaja en la confección de diferentes índices como el de Desarrollo Humano, el Global de Educación o el Global de Innovación, los cuales funcionan como carta de presentación de Cuba para realizar negocios o pedir créditos», señala Ernesto Alejandro, quien agradece el trabajo multisectorial y la sinergia entre las generaciones de investigadores.

La economía sigue demostrando que no es solo números como piensan algunos. Rodobaldo Rodríguez Ramírez, de 30 años, puede dar fe de ello. Este apasionado del mundo de los números, ha visto cómo esa ciencia puede satisfacer necesidades de la población, específicamente en el aprovechamiento y uso racional del agua.

Desde la dirección de ciencia, tecnología e investigación del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos, el joven ha conectado el mundo de las universidades con el de las empresas, para mejorar la eficiencia de las redes de distribución y almacenamiento de agua en las distintas regiones del país.

El pasado año a pesar de la difícil situación provocada por la Covid el INRH no dejó cumplir su objeto social, ejemplo están las recientes inversiones en plantas desalinizadoras, además, se está trabajando y estudiando de conjunto con las universidades e instituciones científicas del país la posible introducción de las nanociencias y la nanotecnología en el sector tecnológico del agua con el propósito de hacer un uso eficiente, integral y productivo de los recursos hídricos así como mejorar la calidad del agua.

Rodobaldo José Rodríguez. Foto: Maykel Espinoza Rodríguez

Robótica para el bien social

Muchos fueron los elogios para el departamento de Robótica industrial de la Universidad Tecnológica de la Habana José Antonio Echeverría (Cujae), cuando en plena pandemia su vehículo terrestre no tripulado (UGV) Palmiche Galeno Plus, estuvo de «ayudante» en el centro de aislamiento de esa casa de altos estudios.

El robot, que se encargaba de trasladar los alimentos desde el centro de elaboración hasta el alojamiento de las personas sospechosas y positivas, fue fruto del empeño de un grupo de estudiantes y profesores que trabajaron arduamente con los materiales que tenían, explica Juan Antonio Piñera García, profesor del departamento de Automática.

Estos UGV —que son prototipos, no productos terminados— han demostrado tanto a nivel nacional como internacional las capacidades científicas y tecnológicas de esta nación caribeña, argumenta Eduardo Díaz Delgado, profesor de la facultad de Ingeniería Mecánica. «Nos sentimos orgullosos de ver cómo el país nos confía proyectos tan importantes, lo que nos lleva a trabajar con calidad para que nuestras creaciones tengan una aplicación social relevante».

Alexander González Medina, estudiante de último año de Telecomunicaciones, acota que con estos aportes —en los que se integra la Cujae, así como el Instituto Superior de Diseño y la Universidad de Ciencias Informáticas— se busca lograr soberanía tecnológica y facilitar varios procesos de la vida común.

Este mundo de los robots resulta atractivo e interesante, sobre todo para los más pequeños. Es por ello que, desde la Cujae, el departamento de Robótica educativa se empeña en hacer llegar a niños, adolescentes y jóvenes una amplia gama de conocimientos a través de talleres, que imparten los propios estudiantes, los cuales han tenido mucha aceptación entre sus protagonistas.

La tenacidad con que estos universitarios trascienden los muros y llegan hasta las escuelas y círculos de interés, o la que mueve a los creadores de robot para el uso en hospitales, farmacias u otras instituciones sociales, o la que anima a los jóvenes científicos a ser cada día mejores en sus puestos de trabajo, es la misma que marca el devenir de la ciencia en Cuba cuando celebra su día.

 

 

 

 

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