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La poesía de... Rubiel G. Labarta

Rubiel G. Labarta (Holguín, 1988). Poeta y narrador. Miembro de la AHS. Egresado del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. Ha recibido diferentes premios como Pinos Nuevos 2016, Mangle Rojo 2017, Hermanos Loynaz 2018, Ciudad de Holguín 2019, Beca Prometeo de la Gaceta de Cuba 2019 y Beca Dador 2020. 

 

Autor:

Rubiel G. Labarta

Torno

Sobre una mesa de caoba que empieza a reblandecer he instalado el torno: máquina para labrar objetos de forma circular mediante una cuchilla. El torno puede ser un buen asidero en la desesperación. Hay que moldear las piezas, pulirlas, separar lo muerto de lo no muerto. La cuchilla traza sus propios surcos y el olor dulce del cedro o de los robles me hace pensar en bosques que jamás he visto ni soñado. Suponer que es diciembre y uno quiere olvidar el polvo, el calor y las cenizas que en el viento llegan con una paz que asusta. Así vengo, en las tardes, a ver pasar la vida frente al obstinado girar de las cuchillas.

 

Ausencia quiere decir olvido

¿Te he contado alguna vez que ese era el sillón de mamá? Un sillón de ébano, estilo Luis XVI, que había heredado de la abuela. Allí se sentaba, en el rincón, después de colar café, para ver pasar a los viajeros con sus pequeños bultos de ropa al hombro. Dos o tres días después de que mamá muriera el sillón perdió una pata en circunstancias que no valdría la pena recordar. Entonces quisimos repararlo, pero nunca era un buen momento. Y con el tiempo lo olvidamos. Hasta que hoy nos hizo falta algo de leña para el fogón y pensamos casi con tristeza en el rinconcito en que mamá bebía el café viendo pasar a los viajeros. Casi con tristeza vemos arder el ébano con el consuelo de creer que hicimos lo correcto.

Ojos de perro

Esta tarde miré a los ojos de los carpinteros. Grandes ojos de perro, mansos y vacíos, como los de algunos muertos que conozco. Son duros estos días de agosto. Ellos iban a descansar bajo la sombra de los pinos sin más ambición que recostar la espalda contra el suelo y ser felices. Acaso fue en la fugacidad de un instante o en la fugacidad de una vida. Pude mirar los ojos apacibles y vacíos de los carpinteros, sin más ambición que ser felices. Esta tarde, miré sus ojos y sentí envidia, sentí las hondas raíces de la envidia afincarse fuerte. Si buscas en mis ojos, tal vez acabes por encontrar algo que no esperas.

 

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