Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Poder de la letra joven

La literatura también salva, con su poder para cultivar el espíritu, transmitir conocimientos y hacernos soñar

Autor:

Yasel Toledo Garnache

Muchos volvemos a las páginas durante estas jornadas de coronavirus y aislamiento, conscientes de que la literatura también salva, con su poder para cultivar el espíritu, transmitir conocimientos y hacernos soñar. Decenas de autores ahora mismo escriben en sus casas, conforman mundos con mezclas de fantasía y realidad. Seguramente en el futuro tendremos libros, nacidos durante esta etapa de temores y esperanzas, que llegarán a nuestras manos con el encanto de lo auténtico.

Los textos ganadores del Premio Calendario, uno de los más importantes en Cuba, siempre son buenas opciones para adentrarnos en lo mejor de la literatura escrita por jóvenes en el país. Hoy les proponemos acercarnos a varios que tal vez ya usted adquirió en las más recientes ediciones de las ferias del libro o que puede encontrar en diferentes librerías. Todos fueron publicados por la Casa Editora Abril y sus autores son miembros de la Asociación Hermanos Saíz. Estas son obras con el poder de lo atrevido y el talento, pasos de quienes desean crecer siempre.

Héroes más humanos

El mensajero (2020), escrito por la villaclareña Leidy González Amador, tiene el encanto de lo ágil y preciso, el humor y la historia. Narra las peripecias de un niño llamado Manu Tejeda, hijo de un mambí a las órdenes de Antonio Maceo, que murió como consecuencia de heridas de guerra. El pequeño, delgado y algo «entrometido», también se suma a las tropas insurrectas empeñado en cumplir la voluntad de su padre.

El infante, fruto de la imaginación de la autora, al igual que otros personajes como Julián Planazo y el negro Cebiche, nos muestra su visión de sucesos y hombres reales de la contienda de 1895, como el propio Maceo, Quintín Banderas, Máximo Gómez y Panchito Gómez.

Ahí va él, caminando entre los demás, lleva cartas como mensajero, siente hambre, cansancio, pero sigue en la invasión hacia Occidente, disfruta las anécdotas y bromas de los más viejos, prueba el aguardiente, es curado con hierbas una herida en la pierna, pierde a su mejor amigo en la manigua, tiene dolor y orgullo…

González Amador, ganadora igualmente de otros premios nacionales, y con solo 31 años de edad, vuelve a demostrar su fuerza como escritora. Los lectores cubanos, especialmente los más pequeños, necesitarán siempre de propuestas literarias como esta. Ojalá El mensajero esté en las escuelas primarias, tenga una versión digital suficientemente atractiva y pase a la vida como audiolibro, con la certeza de que estamos ante un personaje con magnetismo para encantar y convertirse en un referente muy autóctono y atractivo.

Las líneas y la vida

La novela Líneas de tiempo (2020), de la granmense Elizabeth Reinosa Aliaga, nos hace reflexionar sobre el significado de la vida misma. Compuesta por 82 páginas, presenta cuatro capítulos o líneas, denominadas Infancia (1939-1955), Juventud (1956-1970), Adultez (1971-2000) y Vejez (2001-2016), con una armónica narración que presenta relatos breves. Desde Patio (1943), fecha en la cual asumimos que el protagonista tenía cuatro años, hasta Retrospectiva (2016), el lector encuentra sufrimiento, miedos, golpes, sueños y también dolor y pesimismo, como en Estragos (1978), con la certeza de que «la felicidad solo dura unos minutos».

Como expresó Rafael de Águila, integrante del jurado que otorgó el Calendario de Narrativa en 2019 junto a Francisco López Sacha y Ahmel Echevarría, Líneas del tiempo es «rotunda, dura, telúrica, viñética, angustiosa, escrita como a zarpazos tristes».

Reinosa Aliaga consigue una especie de doble sentido entre el título general, los de los capítulos, las partes de la narración, y el ferrocarril y los trenes, pues estos dos últimos elementos atraen a su personaje desde la niñez, un ser que no tiene apellidos ni es ubicado en ciudad o poblado específico.

El lugar de los sucesos pudiera ser cualquiera, pero se siente mucho el sabor a Cuba, el ambiente de este país y el  vínculo con algunos hechos de la historia nacional, incluidos Balseros (1994) y Presagios (1998). Esta es la existencia de un hombre, que pudiera transcurrir en etapas sin definir, más allá de los años marcados. En su estilo preciso y limpio, la novela tiene también poesía; sin duda, una obra que despierta sensaciones agradables durante y después de su lectura.

Un libro para corregir

Un sistema inventado para corregir: El discurso penitenciario y la prisión en la Cuba decimonónica (2020), del licenciado en Derecho Adrián Jesús Cabrera Bibilonia, es, sin duda una obra interesante. Ganador en la categoría de Ensayo, posee un estilo coloquial y atrapa como literatura, independientemente de la hondura de sus exposiciones y análisis.

Según su autor, el texto profundiza en la manera en que la prisión logró su existencia, la necesidad de crear espacios de encierro para moralizar y corregir. O lo que es lo mismo: el nacimiento de un fundamento de por qué el Estado moderno puede y debe castigar: la «corrección del delincuente», lo cual es perfectamente reconocible en la contemporaneidad.

Nacido en La Habana en 1994, Cabrera Bibilonia estudia temas penitenciarios desde su etapa como alumno en la Universidad de La Habana, con una visión más cercana a lo humano y lo social, que explica y reflexiona respecto a ciertos imaginarios. Para él, «un libro siempre debe tener como máxima transformar comportamientos cotidianos», por eso considera esencial transcender el campo académico y calar en las personas.    

Mundo de rompimientos

Cuando despiertes (2019), del habanero Daniel Burguet, es indudablemente una propuesta bien lograda en cuanto a forma y contenido. Constituida por 88 páginas y siete relatos, presenta una armónica interrelación entre ellos, con buen empleo de las técnicas narrativas y la variedad de estructuras, con exactitud en los diálogos, y la construcción de personajes y ambientes con un alto nivel de realidad, a pesar de lo sui géneris de los escenarios y sus protagonistas.

A decir de Eric Flores Taylor, miembro del jurado que la reconoció, esta obra «es una muestra de la literatura de ciencia ficción más humanista y menos tecnológica, donde los gadgets (dispositivos pequeños con un propósito y una función específica) revolucionan el mundo ficticio, mas no por ello son el epicentro de la trama».

En esta obra hay «tacos» (aparatos para programar como deseas que sea el día…), objetos voladores, un ser con el poder de dirigir guerras desde su casa y verlo todo en una gran pantalla…, pero lo más importante son siempre las personas, sus pensamientos y modos de comportarse, sus amores y desamores, el miedo, las incomprensiones, las traiciones y los sueños en medio de un mundo a veces negro, siempre desafiante.

Desde el primer cuento, Anatomía de la melancolía, hasta el último, El ojo cosmológico, gravita una especie de metafísica que va creciendo con cada página, dentro de una dramaturgia en la que a veces hay aparente tranquilidad, pero también sangre, muerte, sorpresa y sensibilidad hasta en los seres más impensados.

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