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De las fake news al deepfake: las mentiras más sutiles en internet

¿Se considera usted un ciudadano informado? ¿Ha creído alguna vez en una noticia que luego resultó ser falsa? ¿Cuánto conoce del funcionamiento de las nuevas tecnologías para hacer que videos artificiales parezcan reales?

 

Autor:

Yurisander Guevara

VOY directo al grano: lo que usted lea o vea en internet no siempre es verdadero o certero, especialmente cuando se trata de contenidos políticos en las redes sociales digitales. Para validar algo, lo mejor que podría hacer es tratar de cruzar fuentes, y sacar sus propias conclusiones.

En tiempos donde la llamada Guerra de Cuarta Generación está en marcha en varios puntos del planeta a la vez —realidad de la que Cuba es blanco, junto a naciones como Venezuela y Nicaragua—, informarse se ha convertido en un verdadero dolor de cabeza.

Ello se debe a la alarmante cantidad de noticias falsas o fake news que pululan en las redes sociales, especialmente a través de plataformas como Facebook, Twitter y WhatsApp, entre otras. Si a esto añadimos un nuevo componente, el deepfake, el escenario mediático es cada vez más complejo.

Tomemos como ejemplo un reciente video que circuló en redes sociales según el cual el Presidente cubano habría sido «abucheado» en una visita a Regla, municipio fuertemente azotado por un tornado EF4 el pasado 27 de enero. Sucesivos reportes periodísticos desmintieron el asunto de forma categórica a través de los mismos residentes del lugar. Otras fuentes contactadas por este reportero confirmaron que, efectivamente, nadie gritó nada de lo que se oye en el video.

Si reparamos, además, en los numerosos videos y fotos que han circulado en redes sociales de sus visitas a los territorios impactados por el tornado —y en general por todo el país—Díaz-Canel sí recibe numerosos «gritos», pero de quienes se acercan para, como hermanos, intercambiar experiencias sobre problemas y logros en cada lugar.

El hecho tergiversado en contra del mandatario buscó, por ejemplo, el mismo resultado que se persigue hoy con la ofensiva mediática contra Venezuela: confundir y desalentar a través de una mentira. Quienes adversan a las revoluciones cubana y bolivariana saben que su principal fortaleza reside en la unidad del pueblo, y uno de los métodos de la Guerra de Cuarta Generación es, precisamente, crear estados de opinión negativos a partir de hechos inexistentes. Ya sucedió en Iraq (supuestas armas de destrucción masiva) y Libia (su líder como objetivo a eliminar para resolver todos los problemas del país, aunque una vez muerto Muamar el Gadafi sucedió todo lo contrario: hoy impera el caos bajo el yugo de las petroleras que desangran a esa nación). Y va a seguir sucediendo.

Más rápido y letal que un virus

Múltiples son los ejemplos de noticias falsas que se han expandido con facilidad en los últimos años. Repasemos algunos.

En diciembre de 2015 una periodista del diario TheSun inventó que habría viajado como refugiada a Siria, y llegó desde Turquía a París en seis días, saltándose todo tipo de controles. Muchos medios mundiales le creyeron y replicaron el bulo.

En noviembre de 2016 se difundió que el papa Francisco apoyaba la candidatura de Donald Trump. La noticia salió de la web satírica WTOE 5, y tuvo un millón de interacciones en Facebook.

En mayo de 2017, el diario El Comercio replicó un mensaje en Twitter de un periodista venezolano que aseguraba que el cabecilla opositor Leopoldo López había sido trasladado «sin signos vitales» desde la cárcel a un hospital militar de Caracas. Decenas de miles lo retuitearon, e incluso el senador estadounidense Marco Rubio aseguró tener confirmación del internamiento de López, incomunicado, según su familia, desde hacía un mes. Mientras el rumor crecía, el dirigente chavista Diosdado Cabello difundió un video en el que López daba fe que había sido grabado ese mismo día y se encontraba bien.

En redes sociales y aplicaciones de mensajería se propagaron mensajes que atacaban el orden democrático y social de Nicaragua durante las protestas violentas que sacudieron a esa nación en 2018. Contra el país centroamericano se tejieron mentiras como un falso ataque químico en la ciudad de Masaya, la solicitud de renuncia del presidente Daniel Ortega presentada por el Ejército y la existencia de francotiradores que disparaban contra las protestas. Todavía hoy Nicaragua es asediada con estos inventos. Sin embargo, los consorcios mediáticos internacionales «validaron» los hechos para presentar a Ortega como un dictador y compararlo con la dinastía Somoza, que asesinó a centenares de miles de nicaragüenses durante décadas.

Estos ejemplos ilustran cómo las fake news alteran la realidad para, o cambiar la opinión pública acerca de un tema o buscar reacciones violentas, todo por objetivos políticos y económicos.

Los videos ¿no mienten?

Podría argumentarse que los videos han sido pruebas contundentes de hechos ocurridos a lo largo de la historia. Sin embargo, en los tiempos que corren esta afirmación se desmorona con una nueva tecnología: el deepfake.

El término nace de la unión entre deeplearning, concepto informático sobre el desarrollo del aprendizaje profundo en una inteligencia artificial, y fake, que significa falso. En pocas palabras, es la capacidad con que cuentan algún tipo de software para generar videos artificiales que parecen reales.

FakeApp es uno de estos programas capaces de trucar un video para que parezca auténtico. Sus creadores, por supuesto, no lo hicieron con la intención de crear desestabilización política, sino para que fuera usada como forma de divertimento.

Pero lo logrado con herramientas como esta, cuando menos, es preocupante. Un video publicado por BuzzFeed el pasado abril muestra un supuesto mensaje del expresidente Barack Obama en el que afirma que Donald Trump es «un imbécil» —el término es más fuerte, pero no lo empleo por respeto al lector—. El supuesto Obama luego explica lo que hay detrás: el empleo de la tecnología deepfake, capaz de suplantar la identidad de una persona y hacer que parezca real lo que dice.

Un ejemplo de un fenómeno manipulado fue el ocurrido el pasado 8 de noviembre en la misma Casa Blanca. Durante una conferencia de Trump, tuvo lugar un altercado entre una trabajadora y un reportero de CNN, Jim Acosta, cuando ella intentó retirarle el micrófono. La administración estadounidense acusó a Acosta de violencia contra la mujer encargada, y le revocó su pase a la Casa Blanca. Sin embargo, Storyful, una organización que se ocupa de la verificación de noticias en línea, analizó el video e indicó que «se habían agregado algunos fragmentos al original en el momento en el que Acosta puso su mano en el brazo de la empleada de la Casa Blanca». De esta manera, se obtuvo el efecto de enfatizar el acto y hacerlo aparecer violento.

Como se aprecia, esta tecnología no está todavía muy refinada (una observación más detallada muestra rasgos robóticos en los rostros suplantados, u otros fallos), pero el peligro radica en que buena parte del consumo noticioso se realiza hoy en redes sociales y mayoritariamente desde equipos móviles, donde las resoluciones requeridas no son muy altas como para darse cuenta de manipulaciones, al tiempo que son múltiples los mensajes que compiten por la atención de los usuarios. Así, un bulo de deepfake puede ser validado por cualquiera y comenzar a replicarse con el sello de la confianza otorgada a nuestros amigos en estos sitios digitales. ¿O es que usted nunca ha escuchado eso de que «es verdad porque lo vi en Facebook, que lo compartió una amistad mía»? De ahora en lo adelante, piénselo dos veces.

¿Significa esto que internet —o la tecnología deepfake—, es nocivo? De ninguna manera. Sin embargo, tomar conciencia del fenómeno no solo evitará que sea manipulado por los grandes consorcios de la desinformación, también impedirá que, una vez descubierto el fraude, quede como un ignorante en frente de todos.

Corresponde a los profesionales de los medios, además, apelar más que nunca a una necesaria ética que defienda la verdad corroborada en hechos por sobre todas las cosas, ya que solo así retendrán la confianza de unos usuarios asediados por fake news y deepfakes.

 

 

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