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Vaginosis bacteriana: el enemigo puede estar dentro

La tercera parte de los reportes de ITS en mujeres, corresponde a esta enfermedad, una de las más comunes durante la edad fértil Problemas con las relaciones íntimas Sobre la disfunción eréctil

Autor:

Mileyda Menéndez Dávila

Si miramos a través de un microscopio la secreción normal de la vagina de cualquier mujer, puede sorprendernos la variedad de microorganismos que contiene.

Su presencia generalmente es beneficiosa, pues componen la llamada flora vaginal, que actúa como mecanismo de protección. Sin embargo, cuando alteran el pH de la vagina—haciéndolo más ácido o básico de lo adecuado—, puede romperse el equilibrio y generar trastornos considerables.

La vaginosis bacteriana (VB), provocada por el desarrollo de gérmenes anaerobios (que no usan oxígeno en su metabolismo), es una de esas alteraciones de la ecología vaginal. Según estudios ginecobstétricos realizados en Cuba y en otros países de América Latina, la tercera parte de los reportes de ITS en mujeres, sean o no activas sexualmente, corresponde a esta enfermedad, una de las más comunes durante la edad fértil.

DESDE EL PASADO

Años atrás, este trastorno se conocía como vaginitis inespecífica, por gardenella o por haemophilus. El signo de alerta más frecuente es la secreción vaginal (llamado también flujo o leucorrea), de color blanco, gris o cremoso, a veces con olor aminado (a pescado), sobre todo después de las relaciones sexuales, porque el semen lo resalta.

Un por ciento significativo de mujeres no percibe los síntomas, o no le da importancia. Sin embargo este padecimiento, ignorado muchas veces por las jovencitas y las no activas sexualmente, puede traer secuelas severas a largo plazo.

Se destacan entre las principales consecuencias, trastornos psicológicos, porque otros perciben el mal olor y el rechazo al coito en esas condiciones —por pudor o molestias—, o una endometritis (inflamación del endometrio o tejido interior del útero) que puede llevar a infertilidad.

En las embarazadas, puede poner en peligro la vida del bebé si infecta el líquido amniótico o induce el parto prematuro, entre otras complicaciones perinatales.

Numerosos estudios la relacionan igualmente con la rotura prematura de las membranas ovulares, el bajo peso del recién nacido y la displasia cervicouterina.

Si el flujo es abundante, y mancha la prenda interior, puede llegar a notarse, mientras que el dolor en el bajo vientre, como resultado de la inflamación pélvica, puede limitar las actividades cotidianas.

ORIGEN Y PREVENCIÓN

El abuso de antibióticos puede ser uno de los detonantes para romper el equilibrio ecológico de la vagina, así como de las alteraciones del ritmo menstrual y del embarazo.

Otra vía de infección son las relaciones sexuales desprotegidas, sobre todo si hay cambio frecuente de pareja, así como el uso de prendas íntimas de otra persona infectada, como las trusas.

Además influye la presencia de Infecciones de Transmisión Sexual (ITS) en el organismo, una mala colocación del DIU (dispositivo intrauterino) y traumas o lesiones en la pared de la vagina, causados por el acto sexual.

Ante la prevención de dichas circunstancias es necesario chequearse periódicamente con el ginecólogo, aunque la observación clínica por sí sola no es suficiente: si el médico advierte alteraciones, para saber qué microorganismo las produce orienta otras técnicas adicionales de laboratorio, como el exudado vaginal simple o la prueba citológica, también llamada Papanicoloau (PAP).

La función específica de esta última, que se hace regularmente cada tres años a las mayores de 25 años, es detectar cualquier manifestación de cáncer cervicouterino, y también alertar sobre la presencia de microorganismos patógenos, entre los que se encuentran la Trichomonas vaginalis, Candida sp, Gardenella vaginalis y Actinomyces.

SOLUCIÓN POSIBLE

Afortunadamente, el tratamiento es sencillo y de corto plazo. No solo está dirigido a eliminar la causa, sino también a cortar la cadena de transmisión y prevenir secuelas que comprometan la salud reproductiva de la paciente.

La gardenella debe tratarse con antibióticos específicos. Pueden ser suministrados por vía oral, vaginal o combinación de ambas. En el tiempo que se aplica (de una a dos semanas por lo general) no debe consumirse alcohol, porque genera vómitos y otras reacciones indeseables, incluso pequeñas cantidades como las contenidas en los jarabes, por lo que debe informarse al médico de cualquier tratamiento en proceso

También ha demostrado ser útil el lavado vaginal con una disolución de vinagre o de yogur natural (dos cucharadas por litro de agua hervida), aplicado durante una semana, en la mañana y en la tarde.

Claro que en ningún caso debe ser autoindicado, porque el flujo pudiera ser provocado por otro microorganismo al cual un pH ácido favorecería, o por una combinación de patógenos diversos, y en lugar de aliviar el malestar se agravaría.

A veces el exceso de higiene en la zona genital genera un círculo vicioso, pues al tratar de eliminar los síntomas se favorece el sobrecrecimiento de la bacteria oportunista, al reducir otras de la «competencia».

Como no suele ser dañina para ellos, algunos especialistas no indican tratamiento para los hombres portadores, pero la experiencia cubana apunta a que este paso es muy útil como profilaxis, pues evita reinfecciones en la mujer curada o contagios a parejas posteriores.

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