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Transexualidad: Derecho a vivir como nos sentimos

Las personas transexuales son normales, sólo necesitan el reconocimiento social de su identidad de género, aun cuando no coincida con la apariencia de sus genitales Pregunte sin pena

Autor:

Mileyda Menéndez Dávila
Wrong way de Héctor Fernández, expuesta en la galería de Juventud Rebelde. Mayito mira las filas y se aferra a la mano de su maestra. Hay un gran bullicio a su alrededor. El matutino empezará en minutos, pero nadie imagina el sufrimiento que le depara ese primer paso de cada día en su vida escolar.

Sabe que terminará formando con los varones, pero su psiquis se rebela ante esa cotidiana humillación, como también le duele andar de pelo corto, pantalón y botas masculinas, la prohibición de jugar con las niñas, la burla ante sus gestos, la actitud reprobadora del padre, la angustia en la mirada de su madre, la culpa...

Dentro de algunos años, es muy probable que Mayito apenas haya vencido el nivel secundario, y no pueda optar por la universidad o un buen empleo. Su identidad indiscutible de mujer atada a un soporte corporal de hombre podría ser entonces motivo de escarnio, y luego de adoptar por su cuenta un nombre femenino, automedicarse con hormonas y desafiar al mundo con su vestuario. Soñará con una cirugía que borre de su cuerpo los atributos masculinos que lo obligan a comportarse como el ser que no es.

Pero puede también que en ese tiempo la sociedad cubana decida sacudirse esos prejuicios, como ya hizo con tantos otros, y llegue a comprender que las personas transexuales son normales, no son enfermas y solo necesitan el reconocimiento social de su identidad de género (como hombre o mujer), aun cuando no coincida con la apariencia de sus genitales.

Para entonces, el nuevo Código de Familia y otras normativas legales podrían ser sus mejores aliados para nombrarlos, aprender a aceptarlos y amarlos como son.

Entre la ciencia y los prejuicios

Desde las ciencias, la transexualidad se ha definido como una incongruencia entre la anatomía sexual con la que nace una persona y la construcción de su identidad como hombre o mujer, proceso que se inicia desde la niñez pero no puede confirmarse sino hasta finalizar la pubertad, tras los 18 años.

Mariela Castro, directora del Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX), declaró a JR que los cambios de identidad de género son realidades que han acompañado al ser humano a lo largo de su historia.

«No son trastornos mentales. En el pasado se establecían tratamientos para ajustar la mente a su cuerpo, pero rigurosas investigaciones han demostrado que estos procederes fueron muy traumáticos, por lo que en la actualidad las estrategias de salud están orientadas a ajustar la apariencia física a la identidad de género de estas personas», aseguró.

Desde el desconocimiento se interpreta que los transexuales son personas travestis, homosexuales y se les cataloga de inmorales, antisociales, raros, inadaptados, transgresivos, cuando en realidad se trata de seres humanos con características particulares que los diferencian de la mayoría de las personas.

«La ignorancia condiciona a que lo que no comprendemos lo rechacemos, lo descalifiquemos desde posiciones hegemónicas que nos hacen creer con el derecho a sentirnos superiores y ver como inferior a lo que es distinto. Desde esa posición se tiende a humillar, maltratar, discriminar y excluir».

Las personas transexuales pueden tener orientación sexual homosexual, heterosexual o bisexual. La expresión del deseo erótico no tiene que ver con la identidad de cada quien como hombre o mujer.

Las personas transexuales adoptan la imagen que se corresponde con su identidad de género, por eso los confunden con travestis, quienes no tienen conflictos con su identidad de género sino con su imagen.

En la historia existen referencias a algunas culturas donde los transexuales son favorecidos y hasta se les considera de buen augurio, no solo en la antigüedad. Recientes investigaciones en la Polinesia Francesa confirman que sus pobladores los acogen con amor y respeto, en la familia y la comunidad.

Hacerlos sentir como en casa

Para acoger a estas personas y abrirles nuevas puertas a la felicidad, se constituyó en Cuba en el año 1979 una Comisión Nacional Multidisciplinaria avalada por el Ministerios de Salud Pública que en el 2005 devino Comisión Nacional de Atención Integral a Personas Transexuales, coordinada por el CENESEX, para desarrollar una estrategia que contribuya a la implementación de políticas sociales de atención adecuada y respeto a su dignidad plena.

Desde su creación se han recibido 92 solicitudes de atención. De ellos 27 recibieron la confirmación de transexualidad, dos de travesti, otros dos son homosexuales masculinos afeminados y el resto se mantiene en estudio.

De los confirmados, 24 viven un proceso de cambio de imagen (test de vida real), que consiste en una experiencia de vida según su identidad de género, con su tratamiento hormonal personalizado y apoyo psicológico.

A diferencia de otros países, en Cuba no se han registrado suicidios de transexuales, en lo cual influye el apoyo afectivo y profesional que se brinda desde la década del 70 a estas personas, a medida que han pedido ayuda.

—¿Está preparada la población cubana para comprender el tratamiento social que requieren las personas transexuales?

—Lo estará, en la medida en que le demos información. Por eso la estrategia de la Comisión incluye el apoyo en los medios de comunicación, aprovechando los espacios informativos, educativos y culturales ya creados.

—¿En la Asamblea Nacional del Poder Popular se ha discutido este tema? ¿Qué respuesta se le ha dado?

—No se ha discutido aún. Solo se ha presentado la estrategia en tres comisiones permanentes de trabajo entre 2005 y 2006. Los diputados aportaron valiosas interrogaciones y sugerencias que hemos incluido en el documento.

«Paralelamente, y a sugerencia de la FMC, retomamos una vieja idea relacionada con las modificaciones del Código de Familia cubano donde el tema de la orientación sexual y la identidad de género es apenas un capítulo dentro de todas las propuestas para fortalecer la ética humanista de las relaciones familiares y hacer más democráticos y justos los vínculos entre las generaciones.

—¿A dónde puede dirigirse una familia si sospecha que uno de sus integrantes está afectado emocionalmente al sentir rechazo de los otros por su identidad de género o por su orientación sexual?

—Al CENESEX y sus comisiones municipales y provinciales de Educación Sexual, a algunos policlínicos y hospitales donde existen especialistas capacitados. Además, en sus municipios, a las Casas de Orientación a la Mujer y la Familia.

«Es importante aclarar que ni los juguetes ni los juegos, ni cualquier actividad humana tiene sexo. Pensar lo contrario son estereotipos sexistas. Cuando un niño juega con muñecas solo está reproduciendo simbólicamente lo que los adultos hacen con los niños y lo que observan de las relaciones humanas, incluyendo las actitudes tiernas de los padres con sus hijos. Así comienzan a aprender cómo se expresa la paternidad.

«Esto no implica un cambio de su sexo, de su identidad de género ni de su orientación sexual. Lo mismo sucede con la niña cuando realiza actividades tradicionalmente identificadas solo de niños.

«Muchas veces un niño juega con niñas si siente atracción por alguna de ellas, para llamar su atención, y lo mismo pasa al revés. Incluso cuando se disfrazan con atributos del otro sexo no significa que tengan problemas de identidad de género.

En la infancia este conflicto se vive de manera permanente no ocasionalmente. La incongruencia entre la psiquis y el cuerpo es muy evidente y los padres y maestros deben buscar ayuda profesional y respetarles este proceso de identidad como ellos lo sienten, no como queremos obligarlos.

«Es esencial el papel de la escuela en la atención a los menores que se encuentran bajo estudio por una posible transexualidad. Sabemos que hay maestros que aún tienen muchos prejuicios y cometen arbitrariedades que lastiman emocionalmente al menor.

«La escuela tiene que protegerlos y educarlos, sobre todo en el amor, la solidaridad y el respeto del resto de la población escolar y la comunidad hacia las características peculiares que tienen estos niños».

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