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Amor gourmet

Siempre buscamos estímulos para llegar al punto cumbre de la satisfacción personal, esa alegría plena de la carne y el espíritu; pero la mayoría de las veces solo necesitamos activar nuestro órgano sexual más poderoso, el cerebro

Autor:

Mileyda Menéndez Dávila

El afrodisíaco más cumplidor no son los mariscos, sino el amor.
Ricardo Arjona

La imaginación es el mejor de los dones con que gentilmente nos dotó la Madre Natura. Siempre buscamos estímulos para llegar al punto cumbre de la satisfacción personal, esa alegría plena de la carne y el espíritu; pero la mayoría de las veces solo necesitamos activar nuestro órgano sexual más poderoso, el cerebro.

A pesar de los prejuicios, muchas son las alternativas creadas por nuestra especie para alimentar ese voraz mecanismo de las ideas eróticas, entre las que se destacan ciertos artificios «mágicos» llamados afrodisíacos.

El término proviene de Afrodita, diosa del amor en la mitología griega (Venus entre los romanos, divinidad relacionada con la fecundidad y la energía primaveral), y suele darse tal nombre a cualquier sustancia que supuestamente estimule la libido o deseo sexual, considerado en la tradición judeocristiana como un eslabón entre la gula y la lujuria, dos de los pecados capitales.

El acto de alimentarse, tanto como el de realizar el coito, son acciones que dependen más del cerebro que de los sistemas digestivo o sexual, pues en ambos casos la Naturaleza exige un mínimo indispensable destinado a la preservación del individuo y la especie, y es en ese punto donde la imaginación desempeña su papel para «crear» capacidades supuestamente perdidas.

Todos los recursos son válidos en aras de lograr una vida sexual plena, y aunque no se han encontrado indicios concluyentes acerca de las propiedades excitantes de muchos alimentos y bebidas, sí se reconoce el poder que ejerce en nuestra capacidad de respuesta una adecuada combinación de colores, olores, sabores y ambientes.

Según los presupuestos de la ritmoterapia, método de la medicina tradicional en boga actualmente, al ser afectados con distintas intensidades y frecuencias los sentidos del gusto y el olfato, estos provocan ritmos energéticos diferentes que nuestro cerebro capta y traduce, tal como la percepción de sonidos, la respiración, la circulación sanguínea y otros fenómenos involucrados en las respuestas fisiológicas.

Como mamíferos percibimos un amplio espectro de sabores y olores según la combinación rítmica de textura, temperatura, olor y gusto de cada sustancia. Se conocen siete olores básicos (alcanfor, almizcle, menta, flores, éter, acre y putrefacto) y cinco sabores básicos (dulce, salado, agrio, picante y amargo), más la mezcla de todos y su ausencia (lo inodoro y lo insípido). La lengua tiene casi 10 000 papilas gustativas distribuidas en grupos que se encargan de detectar un tipo específico de sabor. Las papilas sensibles a lo dulce y salado se concentran en la punta, las sensibles al ácido en los lados y las especializadas en lo amargo se localizan en la parte posterior de ese órgano.

Los nervios olfativos también influyen: muchas sensaciones que se asocian al gusto no las percibiríamos si no usamos la nariz para interpretar la sustancia. Por eso ciertas flores, inciensos, velas y otros artilugios aromáticos despiertan tanto el apetito sexual como el hambre, y otras dan sensación de saciedad.

Chocolate y fresa

Para muchas personas el rey de los afrodisíacos es el chocolate (ahora mismo mientras leen este escrito lo saborean mentalmente ¿verdad?). Los componentes químicos de esta maravilla influyen en nuestro caudal de neurotransmisores y actúan como antidepresivos, provocando sensaciones de placer, al punto de competir con un orgasmo en cuanto a su capacidad de alegrar el cerebro.

Las primeras culturas en reconocer el poder del chocolate fueron la azteca y la maya, que celebraban la cosecha del cacao con orgías y fiestas. Se dice que el emperador Moctezuma tomaba hasta 50 tazas de chocolate al día para intentar satisfacer a sus 600 concubinas. Más tarde otros personajes europeos, como Casanova, aprendieron a tomarlo calentito antes de salir a «cazar».

Una romántica noche de pasión puede incluir apetitosos bombones u otras variedades de ese alimento, pero también es lícito combinarlo con frutas (secas o jugosas) cuya dulzura, aroma y apariencia activan importantes zonas del cerebro y proveen de energía a los amantes.

Claro que la cultura desempeña un rol clave en esas pretensiones. La manzana, por ejemplo, se asocia al conflicto entre inocencia y tentación. La frutabomba o papaya y los plátanos o bananas deben su «poder» sobre todo a su colorido y forma similar a los órganos genitales humanos, amén de que contienen mucho potasio, un mineral que ayuda a mantener el cuerpo activo cuando hay desgaste.

Lo de las formas insinuantes ocurre también con el pepino, el aguacate y hasta los higos, usados por la reina Cleopatra para atraer a sus más fieles enamorados… Pero en materia de olor y sabor atractivos el primer puesto lo lleva el flan de calabaza, según demuestra un curioso estudio de neuroimágenes realizado en varios países a inicios de este siglo.

La miel, con sus milagrosas propiedades curativas y energéticas, se utiliza también como catalizador del amor, tanto en culturas europeas como las de origen africano o asiático. La leyenda de la Luna de Miel proviene de una antigua costumbre de depositar este alimento a la puerta de los recién casados, porque se le atribuía la capacidad de paliar disfunciones, propiedad que en Cuba se asigna al guarapo (jugo delicioso de la caña de azúcar), y al parecer comparten el queso y los huevos de codorniz y ¡avestruz!

Entre los mariscos más aplaudidos figuran los ostiones, almejas, ostras y mejillones, que incitan al gozo masculino, según se dice, porque se asemejan a las partes más íntimas de la mujer. Y si de imitadores se trata, cabe nombrar ciertas especias aromáticas como ajo, cebolla, azafrán, pimiento, cúrcuma, jengibre y curry, cuyo poder estimulante se asocia a la capacidad de acelerar los latidos del corazón y hacernos transpirar toxinas, reacciones que igualmente se experimentan durante el coito.

También es cierto que las bebidas alcohólicas relajan, reducen la inhibición social y avivan el deseo… pero en exceso inhiben la respuesta sexual y llevan a cometer errores que desestimulan, abochornan y alejan a la pareja definitivamente. Así que para conquistar, ¡menos ron y más calabaza en almíbar!

Encuentros

Este miércoles a las 4:30 p.m. tendremos la peña en la Facultad de Matemática y Computación de la UH. El tema, como prometimos, serán los afrodisíacos. Habrá miel, frutas, incienso, cacao de Baracoa… Nancy enviará su místico flan de calabazas y Laimy promete llevar amigos nuevos. ¿Quién más se suma a la degustación?

Escríbanle a Jesús Alejandro, dolivera@feu.ucp.gr.rimed.cu; reinier8@correodecuba.cu, jersson.vargas@ucp.cm.rimed.cu;  Dasiel Luis, dluis@feu.ucp.ss.rimed.cu y María Teresa, commluna@granma.inf.cu.

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