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Gratitud que nos salva

Los estudios científicos sobre la gratitud han demostrado el efecto de ese estado mental en la salud

Autor:

Mileyda Menéndez Dávila

No son tus pensamientos pasajeros o tus ideas brillantes las que dan el tono a tu vida, sino tus hábitos comunes de todos los días.

Yogananda

Aunque no son tan abundantes como merecería, los estudios científicos sobre la gratitud han demostrado el efecto de ese estado mental sobre la salud: sentirse agradecido por las cosas que suceden, incluso lecciones adversas, impacta sobre el funcionamiento de varias estructuras del cerebro y los sistemas nervioso, inmunológico y metabólico.

Las ventajas se perciben en la duración y calidad del sueño, el control del apetito, las capacidades cognitivas (como planear, priorizar, enfocarse, inhibir impulsos y observar lo que hacemos y pensamos), el manejo del sistema de recompensas y el procesamiento de emociones asociadas con los estímulos.

Una actitud de agrado y reverencia ayuda a regular la presión arterial, la insulina y el colesterol; libera más dopamina y menos cortisol, y disminuye la creatinina y la proteína C reactiva (marcador de enfermedades del corazón), explica el sitio web lamenteesmaravillosa.com. Por eso la gente agradecida siente que se enferma poco, sufre menos dolor físico, vive con resiliencia y no queda atrapada en la depresión, la ansiedad o el estrés.

En el 9no. Encuentro Internacional de Meditación, en La Habana, la guatemalteca Stephanie Bianchi, representante de la fundación internacional Peace Revolution, definía la gratitud como apreciación de lo valioso y significativo en la vida, y sugería ejercitarla meditando con plena conciencia como vía para optimizar sus efectos.

Los experimentos demuestran que cuando varias neuronas se activan juntas con frecuencia quedan mejor conectadas, y mientras más se practica el acto que las une, más se consolida el nexo. Los actos de gratitud en momentos agradables con la pareja y la familia crean una mejor percepción del bienestar subjetivo, una conducta social más generosa, buenas relaciones interpersonales y más apoyo cuando es menester, precisaba Bianchi.

Cualquiera tiene pensamientos ingratos en la convivencia cotidiana. El quid para no amargarte es dejarlos ir y enfocarte en lo positivo. Elegir a propósito gratificarse por lo aprendido corta esos malestares automáticos y te permite ver qué participación tienes en el conflicto.

Desde siempre, para siempre

Agradecer verbalmente o con gestos rituales es un mecanismo social formalizado que algunas personas no interiorizan lo suficiente ni exteriorizan por convicción. Puedes contar a los demás por qué te sientes bendecido, escribirlo en un diario o recordarlo al dormir: la sensación es tan adictiva que se convierte en hábito y ayuda a sistematizar otros buenos, como hacer ejercicios y cuidar la salud propia.

La mejor edad para contagiar gratitud es la primera infancia, pero no basta con el mecanizado «¿Qué se dice…? Gracias» cuando alguien tiene un gesto lindo con nuestros menores. Lo que impacta en la mente infantil es ver cómo se retribuye con agrado cada cortesía o servicio en el hogar, así forme parte de las obligaciones de quien lo realiza.

Patanjali, sabio de origen indio que creó el sistema del Yoga, enseñaba a sus discípulos que la gratitud trae más ventajas físicas, mentales y morales para quien la expresa que para el destinatario. Por eso en la antigüedad era ley ofrecer servicios al prójimo y un júbilo que este aceptara, porque así compartía su buena energía y curaba tus males.

El sicólogo y antropólogo argentino Roberto Suárez insiste en el valor que otorgaron esas culturas al aprendizaje del altruismo, tanto para encauzar el amor como para manejar adecuadamente los miedos. Las tecnologías médicas confirman otra verdad: practicar la bondad mejora también la salud sexual, y si se combina con un auténtico placer, su efecto es muy poderoso para crear realidad positiva en tu entorno.

El psicoanalista José Luis Parise enseña hoy que en las viejas civilizaciones se acostumbraba a hacer el amor para despertar fuerzas interiores (no para dormirlas, como en la modernidad), porque las conexiones que genera el orgasmo son ideales para plasmar los sueños. Uno de los secretos es experimentar beneplácito por lo que han logrado juntos: la familia, la paciencia mutua, las posesiones materiales, los retos superados, el aprendizaje…

Incluso dar gracias por el clima, las flores, el buen arte, las mascotas o el canto de los pájaros aumenta la vitalidad de tu relación y las capacidades de disfrutar con esperanza y optimismo cualquier prueba pasajera en el camino.

En los debates intencionados por el Cenesex el Día Mundial de la Salud Sexual, la Doctora Mariela Castro insistía en el poder de la palabra para construirnos como seres sexuados: el bien decir y la amabilidad son herramientas para una educación de la sexualidad integradora, positiva y emancipadora, que aporte a nuestros proyectos como individuos y como sociedad.

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