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Violencia y COVID-19: flagelos en disputa

El nuevo coronavirus arrastra consigo a una epidemia tan nefasta como él mismo: el aumento global de la violencia de género. Rastrear las señales en Cuba puede ser útil para prevenir males mayores

Autor:

Lisandra Gómez Guerra

SANCTI SPÍRITUS.— El nuevo coronavirus arrastra consigo a una epidemia tan nefasta como él mismo: el aumento global de la violencia de género (VG). Se trata de un fenómeno que ha cobrado decenas de víctimas en la zona roja de gran parte del mundo, por lo que hasta en las Naciones Unidas ya despierta preocupación.

Esta situación, de por sí alarmante, se potencia con el desgaste económico y social de un virus que ha robado decenas de miles de vidas y mantiene a muchas personas «atrapadas» en sus casas, explica la Doctora en Ciencias Sicológicas Beatriz Torres Rodríguez, especialista del servicio de consejería del Centro Oscar Arnulfo Romero (OAR).

«Se requieren respuestas urgentes, coordinadas e integrales, que mitiguen esos efectos en todos los países, a corto y largo plazo. Por eso el Fondo de Población de Naciones Unidas (PNUD) ha recalcado la necesidad de implementar políticas que garanticen la integración de la igualdad de género en todas las acciones para enfrentar el reto», añade.

Por supuesto, en un contexto tan complejo, las reacciones individuales las determinan nuestras normas sociales y patrones culturales. Pero queda claro que en las mujeres recae la mayor vulnerabilidad ante cualquier crisis, por su histórica relación de subordinación con el hombre, que se escuda en los estereotipos de una ideología patriarcal que ha sido, por sí misma, una pandemia de siglos.

«El trabajo doméstico no remunerado aumenta en las actuales circunstancias, y en nuestra cultura son las mujeres quienes suelen quedar al cuidado, no solo de sus descendientes, sino de los adultos mayores y otros familiares en aislamiento», acota la experta.

A esa sobrecarga se añade un aumento de la violencia de género, considerada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como un problema de salud global, y como el tiempo de convivencia con el agresor es mayor, crecen los conflictos cotidianos por cuestiones familiares y domésticas, más la percepción de impunidad del agresor.

«La incertidumbre y el temor al contagio pueden provocar reacciones de miedo, angustia, tristeza, hostilidad e irritabilidad, y todo eso unido a un mal control de las emociones, hace más difícil la convivencia», reflexiona Torres, presidenta de la Socumes (Sociedad Cubana Multidisciplinaria para el estudio de la Sexualidad).

Al interior de esta Isla

Desde hace poco más de un mes, Cuba busca diariamente cómo noquear al SARS-CoV-2, tarea que exige mucha disciplina, higiene y responsabilidad cívica y política. La población está al tanto de las cifras de casos positivos, las pruebas, los sospechosos y las altas exitosas; se conocen los factores de riesgo y las acciones para evitar el contagio. Pero no hay la misma percepción sobre la violencia a que se exponen mujeres y niñas en el ámbito privado.

Según la encuesta sobre Igualdad Género realizada en 2018, el 26,7 por ciento de las mujeres entre 15 y 74 años fueron víctimas de alguna manifestación de violencia en su relación de pareja en los 12 meses previos, y un 22,6 por ciento lo fue además en «algún otro momento de su vida». La variante que prevalece es la sicológica, y en segundo lugar la económica, dos elementos puestos a prueba en la actualidad. Sin embargo, solo el 3,7 por ciento pidió ayuda a la Fiscalía, la policía o la FMC. ¿Qué esperar de este nuevo desafío?

Por ello, diversas instituciones se mantienen alertas para visibilizar, orientar y actuar sobre cualquier expresión de violencia en el difícil contexto actual, y el servicio de consejería del OAR mantiene el acompañamiento sicológico y jurídico por vía telefónica y por correo, tanto para los casos que ya recibían su atención como para otros nuevos, con una frecuencia adaptada a las condiciones y necesidades individuales. Este servicio mantiene constante relación con la Fiscalía General de la República (FGR) y la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) para consensuar acciones en cada caso.

¿También afuera?

Otra expresión machista intensificada en toda América Latina es el acoso callejero, un «fenómeno vivo y naturalizado en nuestras sociedades, como el piropo, cuya erradicación es aún muy difícil», estima Juan Carlos Gutiérrez Pérez, máster en Sexología y Sociedad y coordinador de la Articulación Juvenil por la equidad social en Villa Clara. Otra razón para evitar salir innecesariamente.

Para contrarrestar expresiones violentas que legitiman la ideología machista, el activismo en las redes sociales es constante. En esa cuerda vibra la campaña Evoluciona, a la que se suman reconocidas figuras del arte y la sociedad en un llamado al respeto en calles y hogares.

Una de esas voces es la del joven cantautor Jan Cruz: «A través de mis canciones trato de contribuir a erradicar toda manifestación de desigualdad y violencia, y nunca será suficiente, porque es un problema que arrastramos desde las cavernas», opina el autor del fonograma Aviones de papel.

Además de amenazar directamente la vida, la COVID-19 nos reta a desmontar ese flagelo de irritación que se ensaña en las mujeres y las niñas, y es bueno saber que hay también personas dispuestas a asegurar información sensible y acompañamiento, así sea no presencial, para que ninguna se sienta abandonada a su suerte ante esta doble amenaza. 

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