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Vivir para inspirar

El cáncer de mamas es una enfermedad de las más duras que puede enfrentar una mujer, no solo por sus índices de mortalidad, sino por los estigmas que arrastra. Así lo cuenta este testimonio

 

Autor:

Mileyda Menéndez Dávila

Si has sido hecho/

para conocer esta ciudad/

no te servirá de nada/

que cierres las ventanas…

Mirta Yáñez

 

«En algún momento supe que podría hablar de esto libremente, y ese día llegó hace unas noches, cuando mi oncólogo, el doctor Luis Martín, me sorprendió desde la tele rememorando el tercer aniversario de una intervención novedosísima practicada en el Instituto de Oncología y Radiobiología (INOR) a una paciente con cáncer de mama en la que se combinaron varios procederes, pues además de lo convencional se practicó la prueba del ganglio centinela, se le aplicó tratamiento radiológico in situ y se le reconstruyó la mama… ¡Una maravilla!.

«Precisamente por esa misma fecha el doctor Maurice Padrón y su equipo me operaba en el hospital Manuel Fajardo un nódulo pequeño que ya se sospechaba maligno, lo que, lamentablemente, la prueba de la parafina practicada durante la intervención confirmó. La operación fue bien, diría que muy bien porque lograron extirpar todo el tejido comprometido y, gracias al volumen de mi seno, conservarlo prácticamente entero».

Quien así escribe es Alynn Benítez, una habanera de cuatro décadas, seguidora de Sexo sentido desde hace muchos años, a quien conocí en 2013 gracias a un reportaje que publiqué sobre mi propia histerectomía con ánimo de ayudar a otras mujeres en similar situación.

La amistad fructificó muy rápido, pero en 2017 Alynn se perdió de mi radar, y cuando le reproché su ausencia me confesó: «Estoy pasando por un proceso muy difícil. No creo que pueda hablar de esto con nadie».

En los dos años siguientes logró abrirse de a poco con sus amistades, y su autoestima y estado anímico mejoraron, al punto de desplegar una vitalidad sorprendente ante los numerosos retos profesionales y personales que decidió asumir tras rebasar una enfermedad de las más duras que puede enfrentar una mujer, no solo por sus índices de mortalidad, sino por los estigmas que arrastra.

Estuve meses pidiéndole que narrara su historia para este espacio, pero se resistía, en parte porque dudaba del valor de su testimonio. Hasta que publicó sus impresiones en su perfil de Facebook y pudo palpar las reacciones. 

«Desafortunadamente, la prueba del ganglio centinela solo comenzaba a practicarse en el Oncológico, por lo que me retiraron la cadena ganglionar de la axila derecha. Hay quien me dice que no lo vea como algo negativo, sino que de ese modo se corta cualquier posibilidad de transmisión a través del sistema linfático —una de las vías principales— si el cáncer resurgiera.

«Después que el resultado de la segunda biopsia ratificara el diagnóstico, me embargó tal estado de negación que durante días no pude pronunciar la palabra “cáncer”: No, no podía estar pasándome a mí, que en todo momento me sentí tan sana, tan llena de vida…», reconoce esta mujer, que antes había superado muchas pruebas significativas sin sufrir tan honda crisis de depresión.

«Escribo todo esto y me asombro de poder abordarlo con total naturalidad. Han debido transcurrir tres años para que ello suceda. Fue muy duro aceptar el tratamiento de quimioterapia, aunque transcurrió asombrosamente sin contratiempos. Perder mi pelo, tan copioso, fue de lo más difícil que me tocó enfrentar. Luego la radioterapia ya fue más llevadera, sin secuelas ni molestias significativas».

Alynn se resistía. ¿Qué sentido educativo tendría su historia para el público de esta sección? Las reacciones en su muro fueron el impulso definitivo para complacerme: sus otras amigas la colmaron con palabras como valentía, fortaleza, admiración, pero también esperanza e inspiración… y entendió el propósito de compartir.

«Tuve mucha suerte. Acudí al médico en el momento justo en que un pequeñísimo bultico empezó a crecer y mutar a maligno y lo retiramos cuando apenas tenía el tamaño de un garbanzo.

«Para muchos de mis amigos, leer sobre esto les resultará una sorpresa. Otros tuvieron el privilegio —así lo siento— de acompañarme en esa durísima etapa. Mi esposo estuvo inmenso: curando heridas, prodigando cuidados y acompañamiento. Mi hija adolescente, inmensa también, asumió todo con naturalidad y confianza absoluta en que pasados unos meses estaría curada.

«Todos esos recuerdos volvieron de golpe al ver al doctor Martín en la tele, hablando desde la consulta adonde una vez al año acudo a chequearme. Soy una sobreviviente al cáncer de mama, señores, esa lotería macabra que, empero, pude vencer gracias a excelentes médicos, nuestro sistema integral de Salud y el apoyo de los míos».

 

 

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