A.A.: Desde niño, voy a la iglesia. Siempre he querido casarme virgen, con los valores que me formaron. Pero me ha sido difícil encontrar una mujer así. Cuando he querido transar porque ya ha pasado mucho tiempo, las mujeres me rechazan. Me he dispuesto a apoyar a una mujer abandonada con un bebé, pero no me acepta. No puedo obligar a que me amen, ni que me acepten con mi inexperiencia.
No hay que obligar el amor, ni la aceptación al compromiso. Aunque hay tantas parejas como seres humanos y ninguna es perfecta, suelen ser más difíciles los vínculos sin amor, deseo, confraternidad o compromiso.
A veces las personas enlazan su vida a su trabajo, su Dios, su familia, sus mascotas, sus proyectos, sin necesitar casarse o establecer un vínculo amoroso.
Es cierto que, a partir de cierta edad, quienes nos rodean comienzan a preguntar e incluso a presionar para que nos casemos y forjemos una familia, supuestamente como los demás. Pero todos no somos iguales ni a todos nos hace falta el matrimonio.
Te comprometes con el proyecto matrimonial al punto de estar dispuesto a criar el hijo de una posible esposa y convivir para toda la vida según tus valores. Pero el amor no parece florecer y ellas se retiran. La cercanía subjetiva, la complicidad, el erotismo y el deseo carnal también se requieren para amar, y esas emociones van surgiendo espontáneamente. No se puede obligar ni te lo puedes exigir a ti mismo.
Por otra parte, no todas las personas tienen la misma historia de vida. Algunos comienzan a amar en la adolescencia y otros solo conocen un amor tardío. Cabe la posibilidad de que un día conozcas, sin planificarlo, la experiencia amorosa. Mientras, no te violentes ni te obligues.
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