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Médicos cubanos culminan misión en la isla de Java

Desde mayo de 2006 una brigada del Contingente Médico Henry Reeve llegó a esa isla e izó la bandera de la cooperación médica solidaria.

Autor:

Liurka Rodríguez Barrios

Osmel, Yadira, María, Pedro y Jaquelín, entre los más jóvenes de la Brigada. Fotos: Liurka Rodríguez Barrios

Parte de la isla de Java, en Indonesia, quedó destruida por el terremoto. El panorama no podía ser más desolador: escombros por doquier; gente que se resistía a dejarlo todo bajo las ruinas y hurgaban en estas; miles a la sombra de carpas improvisadas, con los rostros vencidos por la fatiga y marcados por sus nostalgias.

De acuerdo a los reportes, quedaron destruidas entre el 70 y el 80 por ciento de las construcciones en las zonas más afectadas de los municipios de Klaten y Bantul. Desaparecieron viviendas, edificios, escuelas, hospitales, carreteras, estaciones de trenes y buena parte de la infraestructura de la provincia de Java Central. Las pérdidas humanas superaban la cifra de 6 000. Más de 30 000 personas sufrieron heridas y cerca de 100 000 fueron desplazadas.

El gobierno indonesio declaró la fase de emergencia y diversos medios de prensa reflejaron la magnitud de la catástrofe, muy difícil de encarar por ese país, que apenas se había recuperado de un tsunami devastador a fines de 2004.

SIN TIEMPO QUE PERDER

Los médicos cubanos visitaron más de cien comunidades, a menudo en apartados lugares. La Brigada Médica cubana arribó al centro de Java el 3 de junio de este año, solo seis días después de la catástrofe. La componían médicos generales, cirujanos, ortopédicos, enfermeros, técnicos de la salud y especialistas en electromedicina, entre otros.

Vertiginosamente levantaron dos hospitales, no muy distantes entre sí, que recibieron los nombres de Antonio Maceo y Ernesto Guevara. Se equiparon con avanzada tecnología y quedaron listos para atender sin costo alguno a todo necesitado.

De inmediato se practicaron las primeras intervenciones quirúrgicas. Los pacientes politraumatizados, con fracturas abiertas, entre otras secuelas, acudían en busca de alivio. Al término de la misión, ya se había operado a más de 2 200 personas.

En este rincón del planeta los técnicos cubanos también pusieron en práctica sus conocimientos innovadores, adecuados a situaciones de campaña.

El técnico en rayos X Antonio Catalá y los doctores Jorge Luis Mendieta y Luis Miguel Pérez lograron poner en práctica una técnica de ampliación de imágenes. Consistía en aumentar la distancia entre el objeto y la placa para obtener otra imagen ampliada de la zona de exposición, y aprovechar la divergencia del haz de los Rayos X. Dicho proceder resultó muy útil, pues en ocasiones las lesiones pequeñas eran imposibles de detectar en una placa normal.

En los tres meses de labor se hicieron más de 18 000 exámenes de laboratorio, 2 200 pruebas de ultrasonido, 600 electrocardiogramas y se tomaron más de 3 300 radiografías. Sin embargo, las cifras son inútiles cuando urge hacer referencia a la estela que estos heraldos de la salud y la vida dejaron en la isla.

CONSULTAS DE TERRENO

La Brigada Médica cubana no descuidó un solo día la atención primaria. Se atendió en consultas de terreno a más de 50 000 pacientes, residentes en poblados de 18 subdistritos del municipio de Klaten y dos de la vecina provincia de Jogyakarta. Más de cien comunidades fueron visitadas. Las más notables resultaron Wedi y Jogonalan, por cobijar a mayor número de habitantes.

Según datos proporcionados por el doctor Mauro Cardet, epidemiólogo, se registraron altos niveles de estrés posterremoto y condiciones higiénico-sanitarias deficientes, resultado del hacinamiento y la precariedad.

Otro serio problema encontrado fueron enfermedades transmisibles que se podían prevenir y erradicar. Igualmente, se atendió a una población desconocedora de los riesgos de padecer enfermedades crónicas, como la hipertensión y la diabetes, y con inadecuados patrones nutricionales, agravados por el consumo excesivo de alimentos fritos.

Para revertir ese cuadro, señaló el también epidemiólogo Orlando Díaz, la Brigada realizó charlas y audiencias sanitarias. Se distribuyeron volantes informativos y se comentó sobre la higiene personal y ambiental, lo cual atrajo la atención y fue comprendido por los pobladores.

Las actividades con los más pequeños ganaron un espacio preferido. Los niños dibujaban sus memorias, al tiempo que reflejaban su alegría de tener nuevos amigos en la zona con quien conversar, jugar y aprender. No fueron pocos los partidos de fútbol, los momentos dedicados a tocar guitarra, y todavía se guarda aquel dibujo a mano alzada de la enseña cubana, a la altura de un volcán, como ofrenda sempiterna.

Quedó una estela en esas comunidades atendidas por los colaboradores cubanos y lo ratificó, en primer lugar, la amplia aceptación que tuvo la presencia médica, agrega el joven doctor Maykel Rocha. Se logró inmunizar a un gran número de personas contra el toxoide tetánico. Hubo captaciones y seguimiento a las embarazadas, con la colaboración de enfermeras obstetras, y fueron registrados los hipertensos y diabéticos con sus respectivos tratamientos.

Además del esfuerzo por mejorar los patrones de salud, sobresale el aspecto humano. Es evidente cómo la Brigada ha quedado en el recuerdo de los pobladores. Médicos y enfermeros cubanos resumen el testimonio: «Siempre nos recibieron con mucha alegría, nos dejaban entrar a sus casas como si fuera la nuestra, compartían su almuerzo con nosotros, nos regalaban sus exquisitas frutas y han advertido a viva voz que jamás nos olvidarán».

RÉQUIEM POR LA VIDA

«Es tradición que las puérperas den a luz en sus casas, asegura la ginecobstetra Ángela del Toro. No obstante, con nuestro trabajo paciente logramos que vinieran hasta nuestros hospitales de campaña a tener sus hijos».

Y en efecto. Una treintena de infantes vio la luz por primera vez rodeado de cubanos y nombres escogidos por sus padres fueron: Fidel, Antonio, Ernesto, Celia, Mariana, Tania, Vilma… y hasta el nombre de los mismos obstetras: Rogelio y Ángela.

Un elemento de las tradiciones javanesas llenó a todos de curiosidad. Las familias entierran la placenta de las madres en plegaria de salud y vida. Algunos de nuestros médicos y enfermeros fueron testigos de ese acto y compartieron esperanzas y fantasías de esa gente humilde.

REGOCIJOS Y LECCIONES

Celestina, a sus casi 60 años, la mayoría de estos dedicados a la enfermería, no pensó que viviría tales jornadas. A veces lloró de emoción, pues vio florecer los sueños de sus pacientes.

Esta habanera conserva como mejor regalo de su sexta misión internacionalista las visitas de Shanti, la muchacha que hacía más de diez años no podía lucir un pantalón, debido al quiste gigante que abultaba su vientre. Horas después de ser operada y despojada de esa carga que le impedía procrear, sostenía la mano de Celestina, agradecida.

Los jóvenes cooperantes ocuparon un lugar de vanguardia en esta página histórica de la Medicina cubana. Además de realizar su faena, dedicaron tiempo a su formación profesional y vencieron cinco módulos de la especialidad de Medicina General Integral.

Si se hace un balance, testimonios de novatos y experimentados se resumen en esta opinión: «Esta experiencia nos permitió convertirnos en mejores seres humanos».

DE VUELTA A CASA

Cuba e Indonesia en un solo abrazo. La Brigada cubana ya está de regreso, y lo ha hecho con sentimientos mezclados de alegría y dolor. Luego de tres meses de infatigable encargo, todos quieren reencontrarse con sus seres queridos, pero también los conmueve dejar atrás una historia hermosa y reconfortante.

Se acordarán los unos de los otros. De seguro, nadie podrá adelantar sus memorias sin nombrar a Alicia, y su eterna sonrisa, o a Tomasa, la enfermera que jamás pensó enrolarse en una historia como esta. Pero tampoco faltarán Pablo y su guitarra; Varela y sus precipitadas ocurrencias; Regla y su arroz con vegetales; Vicente y sus estadísticas, y Oliveros y su misión, que no fue mejor, sino acaso, diferente.

Este fue un episodio inolvidable, que marcará sus vidas para siempre. No podrá ser de otra manera, porque estos hombres y mujeres de blanco vestir son parte del heroico contingente Henry Reeve, que encarna un ejemplo inmortal. Cabalgan hacia adelante, en montura generosa, defendiendo la vida y venciendo el dolor y la muerte.

Y así, quienes pudimos admirar desde cerca este hidalgo tributo a la solidaridad, no tenemos más que agradecer tamaña suerte.

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