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Un cuentecito y un escudo inservible

El proyectado sistema antimisiles que EE.UU. pretende instalar en Polonia y la República Checa hará más vulnerable a Europa, refiere a JR el académico austriaco Peter Stania

Autor:

Luis Luque Álvarez

Un radar y unos cohetes, «casualmente» instalados bastante cerca de Rusia, se alistan para derribar un misil lanzado por Irán hacia EE.UU. Solo que Teherán no posee proyectiles que lleguen tan lejos, e incluso es improbable que alcancen más allá de Turquía, pero para el presidente George W. Bush eso no tiene importancia. Instálense el radar y los cohetes, que Washington se encarga del resto del cuentecito.

El académico Peter Stania. Una fábula, por cierto, con demasiadas razones para ponerse serio. En conversación con nuestro diario, el académico austriaco Peter Stania, director del Instituto Internacional por la Paz, de Viena, opina: «Este es un asunto bastante grave para Europa, y los gobiernos se van dando cuenta. El plan es ubicar una estación de misiles —diez de estos por el momento— en Polonia, y un radar muy sofisticado en el sur de Praga, la capital checa. Oficialmente, EE.UU. dice que son contra Irán, pero se está planificando de hecho contra Rusia. Así lo entienden los rusos y gran parte de los europeos.

«Hay que saber que, en 2001, EE.UU. empezó contactos con la República Checa y con Polonia, sus más fuertes aliados en Europa Central. No es casualidad que sean ellos quienes tengan posturas más fuertes contra Cuba. Iniciaron las negociaciones sin consultar a la UE ni a la OTAN, pese a ser una medida militar tan importante. Ello hace notar el clásico método norteamericano de “divide y vencerás”, para dividir a la UE en cuanto a seguridad y defensa.

«Los estadounidenses desean una carrera armamentista al viejo estilo, pensando que, como ya tuvieron éxito una vez en derrotar a la URSS, ahora pueden repetirlo contra la nueva Rusia que, contrario a la de los años 90, sí sabe lo que quiere, con una enorme riqueza petrolera y con acumulación de capital. Y además, aspiran a tener la supremacía en el espacio extraterrestre. Esto es crucial, pues quienes lo dominan, dominan el mundo».

—Según su punto de vista, los cohetes interceptores no tienen mayor importancia, en comparación con el radar...

—Esos misiles son diez, y Rusia tiene muchos más. Lo que sí es gran cosa es el radar, muy avanzado. No es un equipo corriente, sino uno muy grande, capaz de ver muy adentro en Rusia, lo que significa que si los rusos quisieran lanzar un cohete, este sería detectado y derribado. Moscú perdería así la capacidad del segundo golpe. Se ha dicho que «quien tira primero, muere segundo», pero esto no tiene vigencia desde el punto en que se deja ciego al adversario. Los rusos quedarían ciegos, y no podrían enviar cohetes en segundo golpe a EE.UU. Si eso ocurre, los norteamericanos tendrán la supremacía por mucho tiempo.

«Ahora bien, el propósito del sistema es interceptar cohetes intercontinentales. Eso quiere decir que Europa estaría sin escudo, desprotegida, y con el peligro añadido de recibir represalias por parte de los rusos. Es un hecho que Moscú está desarrollando nuevos sistemas de misiles, y ha advertido que podría colocar cohetes de corto alcance en Belarrús y en Kaliningrado.

«Todo el sistema de convenios de los años 80, que llevaron paz duradera a Europa, se quiebra con este paso. Rusia está pensando salirse de algunos tratados, como EE.UU. lo ha hecho en estos años, lo que desestabiliza el sistema de relaciones internacionales. Y me sorprende que los gobiernos europeos están reaccionando muy suavemente ante ese problema, que es enorme para la UE, pues no aumenta la seguridad, sino que la reduce.

«En la pasada década, por el mencionado sistema de convenios, Rusia dejó de apuntar sus misiles hacia las ciudades europeas. Los tratados, por tanto, protegían a Europa. Pero si se desechan, los cohetes rusos necesariamente apuntarán a Praga, Varsovia y otras urbes».

—¿Qué gobiernos europeos se han opuesto al escudo antimisiles en Polonia y la República Checa?

—Hay varios. El austriaco protestó tibiamente. Por desgracia, el ministro de Defensa checo le respondió en términos casi vulgares, al decir que Austria debía callarse, aumentar su capacidad defensiva y sentirse «feliz» de estar bajo un escudo antimisiles. ¡Lo que es mentira!, y además una grosería, pues Austria es un país neutral y participa activamente en las misiones del sistema de Naciones Unidas.

«Tampoco los gobiernos nórdicos están muy de acuerdo. En cuanto a la canciller alemana Angela Merkel, dijo que el sistema tenía que estar incorporado a toda la UE, lo que en el fondo no cambia nada, sino más bien agrava el asunto.

«Lo que pasa es que EE.UU. no quiere entregarles la tecnología del radar ni a sus aliados más leales. Y por eso no aceptarán esa idea. Hay reacciones dentro de la OTAN y la UE, pero no se ha escuchado una protesta oficial».

—Las nuevas autoridades polacas dicen que consultarán con Rusia, a diferencia de la posición del anterior gabinete de Jaroslaw Kazscinsky. ¿Podría haber un retroceso en los planes de instalar el escudo?

—Lo dudo. Creo que el nuevo gobierno solo va a negociar en condiciones más duras para EE.UU. Es decir, que el precio va a subir. Pero lo de retirar el plan, no lo creo. Washington tendrá que pagar más, pues el negocio es por la plata. Todo quedará igual. Aunque el nuevo gobierno tiene posturas más realistas que los ultraderechistas Kazscinsky.

—Supongamos que se instala el escudo. ¿Qué reacción en cadena usted prevé?

—Primero, los cohetes rusos se enfilarán hacia Europa, principalmente Praga y Varsovia. ¿Serán misiles nucleares? Para destruir el radar y la base de misiles, no necesitan armas atómicas. Con las convencionales es suficiente. Pero a ese primer golpe pueden seguir otros, que serían nucleares, y nadie quiere eso, los rusos menos que nadie.

«Seguimos. EE.UU. tiene en plan no solo estas dos estaciones, sino establecer otras en Rumania y Bulgaria, bajo la táctica de rodear a Rusia. Así surge el temor de los rusos a sentirse acorralados. Frente a esa sensación, pueden reaccionar planificadamente, pero también con emoción, que no siempre es controlable. Eso es delicado. Moscú se siente amenazada porque se le acercan los enemigos. La OTAN rompió todas las promesas que le hizo en los años 90, en especial respecto a la ampliación de la Alianza hacia el Este.

«En esa etapa, por su situación de debilidad, Rusia tuvo que hacer muchas concesiones. Hubo una euforia sobre los “tiempos de paz” que comenzaban. Sin embargo, ocurrió lo contrario. Los gastos militares son hoy mayores que nunca en todo el planeta, y la mitad de ellos son de EE.UU. Los rusos están muy atrás, y no solo en gastos, sino tecnológicamente. Su armamento es obsoleto, a veces peligroso para ellos mismos, lo que implica que deben invertir en modernizarlo, y lo están haciendo».

—¿Una nueva carrera armamentista entonces?

—Efectivamente, es lo que digo. Ese es el peligro. Y Europa está en el medio.

—Para evitar el escudo antimisiles en Polonia y la República Checa, Rusia propuso a EE.UU. operar de conjunto un radar en Azerbaiyán. Pero esa iniciativa fue desechada por Washington. ¿Hay otras?

—La instalación de la que hablas posee una tecnología muy atrasada, y EE.UU. no la aceptó. Los rusos la habían puesto sobre la mesa tomando en cuenta el argumento norteamericano de que serviría para protegerse de Irán.

«En tal sentido, hay que decir primeramente que Irán no tiene armas nucleares. Si quisieran disponer de ellas, tardarían en obtenerlas; necesitarían por lo menos de cinco a diez años. Y en el caso de que estuvieran desarrollándolas, se podrían detectar muy fácilmente mediante la tecnología actual, por radares, por satélites...

«Si ello sucediera, habría un conflicto armado, pues los EE.UU. no lo tolerarían. Y la UE tampoco estaría muy feliz, porque el daño sería para ella. Los europeos tendrán que pagar cualquier conflicto en Oriente Medio; no EE.UU., que ha fastidiado a toda la región, si bien antes los europeos lo hicieron con su colonialismo. Pagaremos la cuenta nosotros, porque las fuentes de energía de esa parte del mundo son vitales para Europa, y si se cortan las líneas, tendremos problemas».

—En 1999, mientras la OTAN agredía a Yugoslavia, Fidel expresó: «Hoy hay una superpotencia y una potencia. ¿Cuál es la diferencia? Que la potencia puede destruir a la superpotencia tres o cuatro veces y la superpotencia puede destruir a la potencia 12 ó 14 veces. Es decir, sobran unas cuantas veces; pero con una sola basta. ¿Se pueden estar aplicando tales teorías?».

Se podría añadir que una sola bomba causaría en cualquier país un desastre de enormes magnitudes...

—No solamente en ese país, sino a escala regional y mundial. Si se considera el accidente civil de la central nuclear de Chernobil, los efectos se notaron en toda Europa, y si una bomba nuclear, ¡una sola! explota en Rusia o en un sitio de la UE, será un desastre para todo el continente, porque nuestros sistemas están concebidos para funcionar en paz. Una sola ya sería una catástrofe. Fidel tiene razón en ese punto, por supuesto.

«Hace falta que la UE esté más alerta a la amenaza real, y que no se deje arrastrar por la histeria antiterrorista que los EE.UU. esparcen por el mundo. Que se concentre en lo que se dice teóricamente en sus documentos: la construcción de una Europa de paz, con desarrollo social y económico, no una fortaleza, que es lo que lamentablemente está pasando. Y no una potencia neoliberal, sino que tome en cuenta las necesidades de sus pueblos».

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