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La Guerra de las Malvinas comenzó con la llegada de soldados enviados por Buenos Aires el 2 de abril de 1982. La dictadura militar argentina esperaba dar un golpe para recuperar el archipiélago y levantar las «simpatías» hacia el régimen, cuando las violaciones de los derechos humanos y la asfixia económica hacían temblar a la junta del general Galtieri.
Según explica Bruno Tondini, autor del volumen Islas Malvinas: Su historia, la guerra y la economía, Galtieri apostaba a que «una acción rápida e incruenta, cumplida en nombre del anticolonialismo, sería rápidamente aceptada» por la comunidad internacional. Asimismo, confiaba en que Londres no se esforzaría en defender el territorio y en que Washington apoyaría a Buenos Aires en su aventura.
Tras la movilización de fuerzas británicas hacia la zona, su aviación comenzó a bombardear a las tropas argentinas el 1ro. de mayo. En total, durante el conflicto, los sudamericanos sufrieron 649 bajas y 258 los ingleses. Las pérdidas británicas hubieran sido mayores si los bombardeos argentinos no hubieran perdido eficacia por el vuelo más bajo de sus aviones, obligados a eludir el sistema anticoheteril entregado por Washington a Londres (como también datos satelitales).
Al cabo, se impuso la superioridad tecnológica y numérica de los británicos, quienes no dejaron de reconocer el valor de sus adversarios. Puerto Argentino (Port Stanley para los ingleses) cayó el 14 de junio.
Gran Bretaña y Argentina retomaron sus nexos diplomáticos en 1990. El diferendo respecto a las Malvinas se mantiene en el candelero por la tozudez británica de no sentarse a discutir con su contraparte, pese a los llamados hechos desde el Comité de Descolonización de la ONU.
