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Cárceles en Estados Unidos o sucursales del infierno

La campaña mediática dirigida por Estados Unidos, en plena coordinación en el exterior con los grupos anticubanos y sectores de derecha especialmente norteamericanos y europeos, utiliza argumentos falsos sobre los centros penitenciarios de la Isla

Autor:

Juventud Rebelde

Cuba se ha convertido hoy en blanco de una campaña mediática dirigida por Estados Unidos tratando de desvirtuar una realidad de plena vigencia de los derechos humanos y lucha por el mismo objetivo en el resto del planeta, informa Prensa Latina.

La arremetida publicitaria, en plena coordinación en el exterior con los grupos anticubanos y sectores de derecha especialmente norteamericanos y europeos, utiliza argumentos falsos sobre los centros penitenciarios de la Isla y el tratamiento a los reclusos.

Por supuesto obvia que esas instalaciones en la Cuba de hoy tienen entre sus principales tareas trabajar para la reinserción en la sociedad de los sancionados mediante planes educacionales, trabajo productivo remunerado y beneficios para los presos de acuerdo con su conducta.

A pesar de lo que dicen las campañas mediáticas nunca se ha registrado en ellas un solo caso de tortura ni asesinato ni mucho menos muertes por maltratos o falta de atención médica, cualquiera que sea el delito cometido por quien esté privado de libertad.

Sin embargo, resulta interesante mirar hacia la situación carcelaria del principal instigador de los ataques a Cuba, Estados Unidos.

Según datos oficiales, cada año mueren en las cárceles estadounidenses alrededor de siete mil personas asesinadas o por suicidio al no poder resistir las condiciones en que cumplen su sanción.

Al final del mandato presidencial de George W. Bush los verdaderos almacenes de hombres y mujeres que constituyen las cárceles norteamericanas guardaban en su interior a 22 mil 480 seres humanos portadores del virus VIH-SIDA.

No era tan raro esto último si casi el cinco por ciento de los alojados en prisiones estatales y federales han sufrido de violaciones, incluyendo ataques por otros reclusos y por personal del propio sistema penitenciario.

Alrededor de 200 mil menores son juzgados como mayores y una parte de ellos va a prisión sin olvidar que algunos son condenados a la pena máxima y pierden la vida.

El consumo de drogas y su comercio dentro de los penales resulta tema recurrente en los propios filmes norteamericanos que muchas veces reconocen a sus cárceles como verdaderos infiernos en la tierra.

Si de presos políticos se trata el ejemplo más reciente es el de cinco antiterroristas cubanos presos y sancionados por infiltrarse en grupos violentos enclavados en Estados Unidos, con el próposito de recabar información que permitiera evitar actos de terrorismo y salvar vidas.

No sólo sufrieron aislamientos y sanciones injustas sino que el encono político permitió impedir el contacto durante más de 11 años de un hombre con su esposa y durante muchos años de un padre con su hija, como dos integrantes de ese grupo de revolucionarios cubanos.

Realmente no son necesarias las comparaciones y ni siquiera el intento de convertir a presos comunes en patriotas que denuncian supuestos abusos en los centros penitenciarios cubanos, puede librar a Estados Unidos de ser considerado el verdadero violador de los derechos humanos.

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