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El Diario de El Paso: Alegatos finales (+ Video)

Después de casi tres meses de litigio, el caso de Luis Posada Carriles está a punto de concluir. La fiscalía se concentró en la evidencia, y la defensa en el teatro

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Juventud Rebelde

Abril 7, de 2011. El Paso, TX. Los fiscales y los abogados defensores hoy hicieron los alegatos de cierre ante el jurado en el caso de Luis Posada Carriles. Después de casi tres meses de litigio, el caso está a punto de concluir. La fiscalía se concentró en la evidencia, y la defensa en el teatro.

Los doce integrantes del jurado —siete mujeres y cinco hombres— comenzarán a deliberar mañana a primera hora, y pueden decidir el veredicto en poco tiempo. También es posible que se dilaten, y que no lleguen a una decisión hasta la semana que viene.

Comienza Teresinski

De acuerdo con las reglas federales, la fiscalía siempre abre las presentaciones de cierre. Mientras esperaba a los integrantes del jurado, el fiscal Jerome Teresinski parecía meditar. Respiraba hondamente y mantenía sus ojos cerrados.

Cuando al fin todos estaban listos, la jueza le dio la palabra.  Teresinski levantó la jarra de agua y llenó su vaso. Se acercó al podio y comenzó. “Opciones. Las ejercemos todos. Este caso tiene que ver con opciones”, le dijo al fiscal al jurado. “El acusado decidió mentir sobre cómo ingresó a los Estados Unidos, y mentir sobre su involucramiento en la campaña de bombas en Cuba en 1997”, añadió el fiscal.

“La historia del caso comenzó en 1997 con las bombas en Cuba. La evidencia demuestra que el señor Posada planeó los ataques para vengarse de Castro, y admitió su involucramiento en la conspiración”, dijo Teresinski.

El fiscal entonces detalló rápidamente el testimonio del inspector cubano, Roberto Hernández Caballero, quien dejó establecido que la primera bomba explotó en la discoteca Aché del Hotel Meliá Cohíba el 12 de abril de 1997. Teresinski le recordó al jurado las descripciones de Hernández Caballero sobre las bombas que explotaron entre abril de 1997 y septiembre de 1997. El 4 de septiembre explotaron cuatro bombas consecutivas, incluyendo una en el Hotel Copacabana que mató a Fabio Di Celmo.

El centro de operaciones

“No cabe dudas de que hubo una campaña de bombas en 1997 contra Cuba”, dijo Teresinski. “Para una campaña de esa índole se necesita un centro de operaciones”.

El fiscal le pidió que recordaran el testimonio de Tony Álvarez, de WRB Enterprises en Guatemala, quien declaró que Posada Carriles utilizó su compañía para organizar las acciones violentas contra Cuba que había planeado. “Tony Alvarez testificó que escuchó a Posada Carriles y otros en WRB (José Burgos y Pepe Alvarez) discutir la manera en que enviarían explosivos a Cuba”, recordó Teresinski. Incluso Tony Alvarez también había testificado que encontró explosivos C-4 en su propia oficina y decidió enterrarlos, porque le preocupaba que pudieran explotar.

El camino del dinero

Teresinski hizo un recorrido por el camino que siguió el dinero que le llegó a Posada Carriles a Guatemala y El Salvador, facilitado por sus co-conspiradores en New Jersey. Le recordó al jurado del testimonio del agente del FBI, Omar Vega, quien testificó sobre los giros monetarios que enviaron por Western Union a Ramón Medina, un pseudónimo de Luis Posada Carriles. También, el testimonio de Oscar de Rojas, un contador de New Jersey, quien corroboró las declaraciones del agente Vega, e involucró a un importante miembro del comité ejecutivo de la Fundación Nacinal Cubana Americana (FCNA) en el envío de dinero a Posada Carriles en 1997 para llevar a cabo la oleada de bombas en La Habana. “El dinero iba a Posada Carriles, a Francisco Chávez Abarca y a Pepe Alvarez en Centro América”, dijo Teresinski.

El fiscal alzó el fax de Solo, y le dijo con ironía al jurado: “Maravilla de maravillas. Milagro de milagro. Los nombres son los mismos y el dinero también”. El fax de Solo fue escrito y firmado por Posada Carriles, y ahí le informó a Pepe Alvarez y a José Burgos del dinero que llegaba de New Jersey con los nombres y los apellidos de quienes lo recibieron.

“Posada Carriles le confesó a Ann Louise Bardach —la periodista del New York Times—q ue él escribió y firmó el  fax de Solo”, dijo Teresinski.

El eje del caso

El eje de este caso es si “hubo una campaña de bombas contra Cuba en 1997, y el acusado mintió sobre eso”.

Teresinski volvió a reproducir varias selecciones de la grabación de la entrevista de Ann Louise Bardach a Posada Carriles. En ellas los integrantes del jurado pudieron otra vez escuchar la voz del acusado admitir su involucramiento, e incluso confesar ser el autor intelectual de la cadena de bombas en La Habana.

El acusado no testificó en El Paso. Ese es su derecho de acuerdo con la Constitución de los Estados Unidos, y de acuerdo con la ley el jurado no debe inferir conclusiones debido a su silencio. Sin embargo, a través de grabaciones el jurado lo escuchó declarar en cuatro ocasiones: durante una audiencia inmigratoria en el 2005 en la que pidió asilo, otra en 2006 en la que pidió la ciudadanía estadounidense, más una entrevista que le realizó Ann Louise Bardach en Aruba en 1998, y otra que le hizo María Elvira Salazar, también en 1998.

Posada Carriles admitió a Bardach y a Salazar ser el autor intelectual de la oleada de bombas en La Habana en 1997, y posteriormente se retractó ante los oficiales de Inmigración.

Teresinski le recordó al jurado que el testigo, Gilberto Abascal, había estado abordo del Santrina y que éste declaró que en marzo de 2005 la tripulación de esa embarcación recogió a Luis Posada Carriles en Isla Mujeres y lo ingresó ilegalmente a los Estados Unidos por el río de Miami.

El testimonio de Abascal, dijo Teresinski, está corroborado por la evidencia físic a—incluyendo una fotografía. “Sí solo tenemos una fotografía, pero que foto tan extraordinaria”, dijo Teresinski y le mostró a los integrantes del jurado el retrato que habían visto anteriormente: Posada Carriles sentado en una barbería en Isla Mujeres, mientras un barbero le cortaba la melena blanca.

Abascal declaró que Santiago Alvarez le regaló esa foto, cuando aún estaban a bordo del Santrina en ruta a Miami. Un oficial de los Estados Unidos testificó que fue a Isla Mujeres y confirmó la existencia de esa barbería.

“La evidencia en este caso no deja dudas de que Posada Carriles le mintió a las autoridades de Inmigración”, concluyó Teresinski después de dos horas de alegatos ante el jurado,

El turno de los abogados defensores

Los abogados de Posada Carriles comenzaron sus alegatos con el curioso argumento leguleyo de que el acusado no mintió, pero, si mintió, sus mentiras no valen como mentiras, porque debido al antecedente penal panameño de haber tratado de hacer volar con 200 libras de explosivos C-4 una sala universitaria llena de estudiantes, él no calificaba para asilo o para la ciudadanía de todas maneras.

“Tampoco importa que hayan encontrado un pasaporte guatemalteco con su fotografía y otro nombre”, le dijo Rhonda Anderson al jurado.

“Inmigración sabía que Posada Carriles no calificaba para el asilo o para la ciudadanía debido a ese antecedente penal, y utilizaron las entrevistas para atrapar a un anciano de 78 años. Por eso también las supuestas falsas declaraciones no importan”, alegó la abogado defensora y le dio la palabra al defensor principal del acusado, Arturo Hernández.

El abogado Hernández se levantó y con suma parsimonia se justó los espejuelos en la punta de la nariz. Se abotonó el saco.  Estiró las mangas de su camisa, haciendo más evidentes unos yugos que llevan la imagen de la bandera cubana. Entonces se acercó al podio. Alargando una pausa dramática, era como hubiera llegado a escena una estrella de teatro.

El inconfundible honor y placer de representar a Posada

“Mi nombre es Art Jernandes, y tengo el inconfundible honor —el inconfundible placer— de representar a Luis Posada Carriles”, le dijo al jurado. Pidió que se levantara “Luis” para que éste saludara a “las damas y los caballeros del jurado”.

Con voz quebrada de emoción, Hernández comparó —durante una largo recuento— el juicio de Luis Posada Carriles en El Paso con el juicio de Sócrates en Atenas, el de César en Roma, el de Dreyfus en Paris, y a otros célebres procesos de la lucha por los derechos civiles en los Estados Unidos. “Los ojos de la historia los están vigilando a ustedes”, les dijo al jurado.

El fiscal Timothy J. Reardon enrojeció, se levantó y protestó. “Esto no está permitido, Su Señoría, el abogado Hernández está tratando de apelar a las pasiones del jurado inapropiadamente. Debe concentrarse en la evidencia”, le dijo el fiscal a la jueza Cardone.

La jueza reconoció que Reardon tenía razón, y le pidió al abogado Hernández que se dirigiera a la evidencia.

Sin embargo, Hernández insistió, y dijo aparentemente emocionado: “50 años del exilio del pueblo cubano es pasión. La pasión no es un pecado”.

Hernandez ofrece sustituirse por su cliente

Hernández entonces le dijo al jurado que las circunstancias del caso Posada Carriles son parecidas a las que describe el escritor inglés Charles Dickens en la novela La Historia de las dos ciudades. Sin explicarle al jurado bien el cuento y con la cara colorada de pasión por Luis Posada Carriles, Hernández exclamó: “¿Se acuerdan? La novela del abogado que se sustituyó por su cliente para salvarlo”.

Hernández no le explicó al jurado, pero uno de los personajes de Dickens es Charles Darnay, detenido en París y amenazado con la guillotina después de un juicio injusto. Un abogado parisiense de apellido Carton, durante su visita legal al calabozo, cambia su ropa con la de su cliente para que éste se escape y el abogado se quede. Poco antes de que la guillotina le corte la cabeza, el abogado ve el futuro de las personas por las que ha dado su vida.  El pequeño detalle es que aquí en El Paso todo gira sobre si un acusado miente o no. Es melodrama de sainete.

El fiscal Reardon movía su cabeza incrédulo ante la actuación que le ofrecía Art Jernandes al jurado en El Paso.

Los acompañantes de Posada Carriles

El abogado defensor continuó citando la novela de Dickens, una novela muy conocida porque es parte de las lecturas escolares de los adolescentes estadounidenses. “Es el mejor de los tiempos, es el peor de los tiempos”, leyó Hernández. La famosa frase con la que comienza Dickens su novela.

“Para el señor Posada es el mejor de los tiempos porque en marzo de 2005 volvió a su casa [Miami] después de muchas batallas. Volvió a su esposa, a sus hijos y a sus nietos”, dijo Hernández mientras señalaba hacia una parte de la sala judicial donde estaban sentados quince chicanos: los familiares y empleados del abogado defensor Felipe Millán. ¿Habrá logrado convencer también al jurado de que la “familia” del acusado no se parece en nada a él?

“Pero estos también son los peores de los tiempos”, dijo Hernández. “El regreso de Posada Carriles a su casa avergonzó a los Estados Unidos”, añadió. Después de otra pausa melodramática, Hernández declaró: “Sí, el señor Posada es culpable. Culpable de haberse puesto viejo, y culpable de ya no serle útil a los Estados Unidos que se ha comportado de forma hipócrita e ingrata”.

Reardon volvió a protestar. La jueza le dio la razón al fiscal, pero Hernández ignoró la advertencia y siguió con su monólogo.

“Este caso está basado en una decepción, pero es la de los Estados Unidos que atrapó a mi cliente para que pensara que le iban quizás a conceder el asilo o la ciudadanía, y sin embargo utilizó las entrevistas para preparar una causa contra él por haber mentido”, dijo el abogado defensor.

Los trapos sucios

“El involucramiento del señor Posada fue mejor expresado por María Elvira Salazar, quien recordó que el anciano simplemente había alardeado durante su entrevista”, dijo el abogado de Posada Carriles.

Sobre las fotografías de los hoteles donde explotaron las bombas, Hernández le preguntó al jurado: “¿Qué pruebas tenemos de que los comunistas en Cuba no hayan falsificado las fotos?”

“El fax de Solo es una fffffffalsificación”, dijo Hernández tartamudeando con rabia.

Durante todo esto proceso, la estrategia del abogado de Miami no se destacó por la evidencia que presentó, sino por los testigos que atacó. Los calificó como mentirosos, ladrones, comunistas, terroristas y mujeriegos.

Durante su alegato final, calificó a Tony Alvarez como el terrorista que organizó la campaña de bombas en La Habana en 1997, y un ladrón especializado en el lavado de dinero. De la periodista Ann Louise Bardach dijo que hace periodismo amarillista. “Es incapaz de decirle la verdad al Papa”, dijo entre la risa y la rabia. “Ella alteró las grabaciones para ocultar la verdad”, añadió el abogado defensor.

El testigo cubano Roberto Hernández Caballero, dijo el abogado defensor, “es un torturador”. Lo comparó con un agente del Gestapo nazi y repitió mientras le mostraba la fotografía del inspector cubano al jurado: “Ese tipo es un torturador”.

Mostró una foto de Fidel Castro con el retrato de Posada Carriles en la mano.  “Todo lo que venga de ese régimen es sospechoso”, dijo el letrado. Acusó a Cuba de haber falsificado los coordinados del lugar donde unos MIG cubanos dispararon contra las avionetas de Hermanos al Rescate y citó al abogado de uno de los asesinos de Orlando Letelier como evidencia de eso.

Lágrimas de cocodrilo

El abogado terminó su presentación enjugándose las lágrimas. “Mi cliente tiene 83 años. Estaba haciendo algo por su país. Es un hombre muy especial, quien ahora simplemente quiere regresar a su casa para estar con su familia, con su esposa, sus hijos, sus nietos”, dijo Hernández, otra vez señalando hacia donde estaban sentados los chicanos en la sala judicial.

Es interesante que durante los tres meses que ha durado este caso en El Paso, ni la esposa, ni los hijos o los nietos de Posada Carriles lo han acompañado. No sé si el jurado se dio cuenta, y tampoco sé si han visto que los chicanos a quienes señalaba Hernández no parecen ser parientes del acusado.

Como si estuviera hablándole al exilio cubano por los micrófonos de Armando Pérez Roura en Miami, Hernández finalizó su alocución: “La historia espera su veredicto. Una comunidad entera espera su veredicto. Por favor, por favor, por favor, escuchen a sus corazones”, y por el rostro del abogado de Luis Posada Carriles volvieron a correr lágrimas de cocodrilo.

Reardon tiene la última palabra

Ya era tarde en El Paso, pero la jueza que había demorado tanto este caso durante los últimos tres meses quería terminarlo hoy. Dio un receso de diez minutos, y regresamos para escuchar el cierre del fiscal principal Timothy J. Reardon III.

“Tremenda actuación la del abogado defensor”, comenzó Reardon. “Enmarañó la evidencia, calumnió a los Estados Unidos y le hizo a ustedes un extraordinario ruego para que le tengan compasión a Posada Carriles”.

Reardon le dijo al jurado que el abogado Hernández habló de la edad de Posada Carriles una y otra vez: “Pero eso es inapropiado. El castigo es algo que le corresponde a la jueza y no a ustedes. La tarea del jurado es simplemente dictaminar un veredicto de culpabilidad o inocencia”.

Reardon dijo que Posada Carriles habría podido evitar todo esto, si simplemente hubiera dicho la verdad. “El argumento de que el gobierno de los Estados Unidos le mintió al acusado pone este caso patas arriba”, dijo el fiscal. “Las mentiras de Posada Carriles eran pertinentes, porque tenían como propósito impresionar a los oficiales de Inmigración”, añadió.

“Es cierto lo que les dijo Hernández —que la comunidad espera su veredicto—, pero no es la comunidad de Miami. La comunidad de El Paso es la que lo espera”, le dijo a los integrantes del jurado. Algunos de ellos sonrieron.

Reardon yuxtapuso dos fotografías. La de Posada Carriles en la barbería y la del jefe de la policía de Miami, John Timoney, quien estaba almorzando en un restaurante del río de Miami cuando llegó Posada Carriles con Rubén López Castro en marzo de 2005.

Escila y Caribdis

“¿Cómo navegas entre esas dos evidencias?”, se preguntó Reardon, y comparó la situación del abogado Hernández con la de Odiseo al encontrarse en un estrecho paso marítimo entre los monstruos de Escila y su contraparte Caribdis. Cuenta Homero que los lados del canal por donde tenía que atravesar Odiseo estaban dentro del alcance de una flecha, de modo que los barcos que intentasen evitar a Caribdis deberían acercarse a Escila y viceversa. “El señor Posada tampoco tiene salida”, dijo Reardon.

El fiscal le recordó al jurado del testimonio de Enrico Gollo, quien vio a Fabio Di Celmo morir. “Gracias a Dios que vino a El Paso el señor Gollo. Contó como vio a su amigo morir”, dijo Reardon. “No fue Fidel Castro el que murió. ¿Verdad?”, preguntó Reardon mientras miraba a Posada Carriles.

Blunderbuss

Recordando la referencia a La Historia de las dos ciudades, de Charles Dickens que había hecho hace poco el abogado mayamense, Reardon comparó los argumentos de Arturo Hernández con los disparos del cañón Blunderbuss en esa misma novela: “Un pequeño cañón que dispara muchas bolas con mucho humo, pero sin puntería”. Reardon no lo dijo, pero blunderbuss también quiere decir una persona torpe y sin sutileza. No creo que el abogado defensor se haya dado cuenta del insulto.

Las cosas han cambiado

“Esto no es CSI Miami, ni CSI El Paso”, dijo Reardon. “Es la caída desde las altas esferas, debido a una falla fatal que los griegos llamaban hubris —orgullo excesivo”, dijo el fiscal. “En los 60 éramos saboteadores y éramos chevre, y ahora no”, ofreció Reardon como ejemplo. Se viró a Luis Posada Carriles y a su abogado y dijo: “Bueno, es que las cosas han cambiado”.

Lo que destruye a un hombre

“Lo que destruye a un hombre no son las cualidades que le faltan, sino las que tiene”, dijo Reardon y con esta frase cerró el caso como lo comenzó hace tres meses.  Inmediatamente Cardone le dio las gracias a todos, miró al jurado y le entregó el caso para que este viernes comience a deliberar sobre el veredicto.

Lo último que escuchamos fue el golpe seco del martillo del juez sobre el estrado.ç

(Tomado de Cubadebate)

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