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La prueba de la historia

El nuevo primer ministro y su equipo tienen el reto de apoyar el esfuerzo de un pueblo por borrar las huellas de la tragedia de hace casi seis meses

Autor:

Nyliam Vázquez García

Cuando en 2009 el Partido Democrático de Japón (PDJ) destronó con su promesa de cambio al poderosísimo y conservador Partido Liberal Democrático (PLD), un halo de esperanza recorrió el archipiélago nipón. Tras la hazaña de poner fin a casi medio siglo en el poder del PLD —ahora en la oposición— todo parecía posible para los políticos que ascendieron por primera vez a la dirección de un país profundamente golpeado por la crisis económica mundial. Entonces había mucho por hacer. Ahora más.

De aquella sensación de optimismo generalizado y promesas por cumplir apenas queda el vago recuerdo. El PDJ ha debido asirse fuertemente de aquella victoria en las urnas para no salir del ruedo antes de lo previsto. Solamente en poco más de dos años ha debido nombrar a tres primeros ministros.

Yukio Hatoyama, vencedor en 2009 al frente de su formación política, debió abandonar el poder tras solo ocho meses al frente del ejecutivo, ante su incapacidad para cumplir con la promesa de trasladar fuera de la isla de Okinawa la base norteamericana de Futenma. Naoto Kan renunció recientemente por no convencer a los nipones —en medio de la crisis política dentro de su partido— de su respuesta ante la mayor catástrofe sufrida por la nación asiática desde el fin de la Segunda Guerra Mundial: el terremoto y tsunami del 11 de marzo de 2011. La maltrecha economía, la catástrofe natural, y como consecuencia de esta el accidente nuclear de Fukushima —aún sin resolver—, empeoraron un panorama bastante ensombrecido ya a inicios de año.

El terremoto no solo provocó el tsunami que barrió con la vida de 28 000 personas; destrozó ciudades enteras al noreste de aquella geografía y provocó el mayor accidente nuclear después de Chernóbil. También hizo añicos la frágil estabilidad política del ejecutivo liderado por Kan, quien dimitió hace poco más de una semana, tal y como había prometido, tras 14 meses de gestión, con bajos niveles de popularidad, incluso antes del desastre.

Esta semana fue electo como nuevo presidente del gobernante PDJ, Yoshihiko Noda, de 54 años, quien hasta ahora se desempeñaba como ministro de Finanzas. También fue nombrado por el Parlamento para asumir el cargo de primer ministro de la tercera economía del mundo. A este hombre le corresponde guiar los destinos de la nación, no solo en la reconstrucción material de la zona arrasada, o en la operación de estabilizar finalmente a Fukushima, donde se mantienen las fugas radiactivas, sino y sobre todo, en la restauración del ánimo y el espíritu nacional.

Ejecutivo de consenso

El sexto jefe de Gobierno que tiene el país asiático en cinco años, parece tener claras sus prioridades. Pero incluso eso podría no ser suficiente, si en lo interno del partido no destierra definitivamente la lucha entre facciones. De hecho esa falta de unidad del PDJ quedó evidenciada, según destacaron varias agencias, en las disputadas elecciones del lunes a la presidencia, en las que Noda se impuso a otros cuatro candidatos en una segunda vuelta.

Los japoneses esperan un líder al frente del Gobierno que ponga fin a la sensación de desamparo político en medio de la gran crisis nacional. Noda se propone un ejecutivo de consenso.

Para los expertos, con el nuevo gabinete aprobado el último viernes, Noda busca que los principales grupos tengan cuotas equilibradas de poder dentro del PDJ.

El premier y su equipo deberán atajar la amenaza que supone un yen por las nubes para las exportaciones japonesas, reducir la enorme deuda pública, diseñar una nueva política energética, avanzar en la reconstrucción y, sobre todo, unir al PDJ y al Parlamento, si quieren mantenerse en sus puestos.

Se trata, según él mismo ha reconocido, de tres desafíos, los más urgentes a los que se enfrenta el país: recuperarse del tsunami, teniendo en cuenta que en la costa noreste decenas de miles de personas evacuadas continúan viviendo fuera de sus casas, de sus mundos; poner fin a la crisis atómica y luchar contra los efectos de la fortaleza del yen.

Y para conseguirlo, este político japonés, considerado una apuesta conservadora para liderar el partido, recibió el apoyo de los legisladores de su formación para puestos claves del equipo. En ese sentido, Azuma Kosiishi, de 75 años, procedente de una facción del PDJ contraria a la de Noda, toma el puesto de secretario general y se apuntala así la línea de consenso de la nueva administración. Koichiro Gemba y Jun Azumi son los titulares de Relaciones Exteriores y Finanzas, respectivamente, dos puestos definitorios para los retos del país. Mientras, el importante cargo del secretario jefe del Gabinete y por tanto, portavoz del Gobierno, será Osamu Fujimura, una figura muy cercana del nuevo premier.

Noda aseguró el viernes que su prioridad y la de quienes lo acompañan, entre los que se incluyen el resto de los titulares de los distintos ministerios, será la reconstrucción de las zonas devastadas.

Habrá que esperar a ver si con esas fichas, Japón logra la necesaria estabilidad política que le permita a sus dirigentes acompañar y liderar a un pueblo con razones de sobra para la devastación emocional, pero que trabaja para borrar las huellas del desastre y, como otras veces, renacer de las cenizas.

Traspiés en el camino

«Sudemos juntos por el bien del pueblo. Este es mi deseo más sincero», expresó Noda tras su elección.

Y aunque es muy pronto para pronósticos a largo plazo, y todavía los nuevos gobernantes deberán llevar a hechos sus palabras si quieren recuperar la confianza del pueblo y lograr sus objetivos, tampoco se deben pasar por alto aquellos factores que podrían generar tensiones en los próximos meses. A fin de cuentas, de ello depende ese cambio necesario y tantas veces prometido a los nipones.

Con más razones que cualquier otro país para las reservas frente al uso de la energía nuclear —único en sufrir en su suelo los efectos de bombas atómicas—, después de Fukushima no es casual que aumenten las voces que reclaman el fin de la dependencia japonesa de los reactores nucleares para la obtención de la energía eléctrica. No es una fuente tan segura como afirmaban los dueños de las grandes empresas, así que lo ocurrido ha obligado a replantearse el tema y no solo en la nación asiática.

Naoto Kan había expresado que Japón revisaría «su política energética desde la base» para reducir su nivel de dependencia de las centrales atómicas. De acuerdo con la cadena japonesa NHK, la nación asiática cuenta con 55 reactores instalados en 17 centrales por todo el territorio; de estos, 32 dejaron de funcionar después del terremoto. Ante esta situación, el Primer Ministro entrante ha mostrado una posición mixta. Aunque asegura que no deben construirse más reactores, con el objetivo de abandonar este tipo de energía en 40 años, apuesta por volver a poner en marcha las centrales atómicas que han sido detenidas para realizar pruebas de seguridad.

Yoshihiko Noda, quien a diferencia de muchos parlamentarios japoneses no procede de una familia de élite, también ha insistido en la gran importancia que aún tiene la alianza de seguridad con Washington. Resulta poco probable que bajo su mandato tenga lugar algún cambio en ese sentido, más con el estrepitoso fracaso de Hatoyama.

Asimismo, a juzgar por su posición pública en defensa de criminales de guerra japoneses durante la segunda conflagración bélica, expertos internacionales auguran fricciones con naciones como la República Popular China y otros países que sufrieron los desmanes del militarismo japonés. Claro que con la nueva responsabilidad, Noda podría matizar su discurso. Aun así, en sus futuras relaciones con Beijing seguro pesará, además, el hecho de que durante su desempeño como ministro de Defensa considerara a su vecino como «una amenaza» para los países de la zona.

Ante la inminencia de su mandato, un editorial de la agencia Xinhua fechado el 29 de agosto, culpó a políticos de derecha de «tratar de tapar o distorsionar este sangriento y oscuro período de la historia de la humanidad, alimentando así las hostilidades entre chinos y japoneses», en referencia a la invasión japonesa a China durante la Segunda Guerra Mundial. Y aunque las urgencias del nuevo Gobierno nipón estarán más a lo interno, no se descartan tensiones entre ambos vecinos. De todas formas, quizá en un intento de iniciar con el pie derecho, Yoshihiko Noda afirmó hace dos días: «Quiero construir con China relaciones mutuamente beneficiosas. Haré lo posible para crear buenas relaciones con nuestros otros países vecinos, como Corea del Sur y Rusia».

La carta de triunfo

Pasado el natural período de luto por la catástrofe, en medio de la incertidumbre por la situación de Fukushima, la nación se apresta a avanzar. Nuevamente la carta de triunfo de los dirigentes japoneses está en esos seres humanos que levantaron el país de las ruinas de la guerra y desde hace casi seis meses reviven la hazaña.

Se destacan en ese esfuerzo diario las personas que se mantienen en los albergues temporales. A pesar de tantas desgracias, ellos salen a limpiar, a construir, a trabajar para borrar las huellas del dolor personal y colectivo… Todos escriben la leyenda del Japón de estos tiempos y presumiblemente la del país del futuro. A los políticos nipones no les queda otra opción que acompañar esa entrega incansable y disciplinada, si quieren pasar la prueba de la historia.

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