Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Un acto profundo de amor, amistad y lealtad

Ni convencionalismos, ni frases hueras, emociones y decisiones en el funeral de un hombre generoso, alegre, humilde y luchador

 

Autores:

Juana Carrasco Martín
Yailé Balloqui Bonzón
Nyliam Vázquez García

No fueron pocos los mitos que se rompieron en la ceremonia oficial del funeral de Estado de Hugo Chávez Frías, presidente de la República Bolivariana de Venezuela, un líder continental que levantara con ímpetu las banderas de la integración de Nuestra América y fuera un convencido feminista.

Resultó un Día de la Mujer lleno de tristezas, pero no exento de emociones; de reconocer cuánto se le va a extrañar y al mismo tiempo disfrutar en lo más íntimo que las tecnologías permiten para que nunca perdamos su risa contagiosa, sus amenas charlas, sus cuentos arañeros, sus profundas lecciones en la difícil asignatura de ser y hacer Revolución.

La despedida que le tributaron los 32 Jefes de Estado, los más de 50 representantes de delegaciones que vinieron de las cuatro latitudes, podría haber sido protocolar, como es lo habitual en circunstancias similares, y nada resultó de esa manera lejana.

A quien vivió en total desenfado, gozo diario y trato familiar no podía respondérsele con actitudes frías, necesariamente primaron las emociones y se rompieron otros clichés o invenciones… como que las mujeres son especialmente proclives a la risa o el llanto y «los hombres no lloran», o que las figuras de Estado, los políticos y militares no muestran sus sentimientos.

El referente espiritual de Hugo Chávez Frías, el sencillo hombre de Sabaneta, flotaba en la Sala Simón Bolívar.

Tal y como le gustaba, se cantó y se hizo música para él, desde el Himno del Bravo Pueblo hasta el Alma Llanera y Venezuela, pasando por el Canto Al Alto Apure, el Corrido de Maisanta, Linda Barinas y Pajarillo.

Nadie puede hablar hasta el momento de una ceremonia similar que haya estado tan llena de tanto amor, en la que ni siquiera los Jefes de Estado y dirigentes bolivarianos pudieron ocultar sus emociones.

Mahmoud Ahmadinejad, el presidente iraní, besó el féretro, donde reposa el amigo; Alexander Lukashenko, mandatario de Belarús, dejó correr sus lágrimas cuando acompañado de su hijo llegó hasta Hugo Chávez Frías. Una de sus compañeras de lucha, Erika Farías, no contenía el llanto cuando se escucharon las canciones que su Comandante tanto amó y cantó.

Oró con fervor Blanca Eekhout, de seguro deseándole lo que ya tiene: vida eterna.

Militares curtidos juntaron sus manos cuando el reverendo estadounidense Jesse Jackson rogó: «Que haya paz entre las naciones».

Nicolás Maduro tragó en seco más de una vez, y se quebró en llanto en un discurso oficial. Pudo observarse el rostro desencajado por el dolor de Diosdado Cabello. Cabizbajo estaba el periodista Walter Martínez y ansioso, como a punto de levantarse corriendo de su asiento, el actor Sean Penn.

Raúl Castro, cercano y pendiente de la familia y de lo que Nicolás pudiera necesitar. Rafael Correa, contenido, a punto de estallar. Evo extendió su mano de hijo. El sabio «Pepe» Mujica, reflexivo sobre las lecciones de un pueblo, que como un todo grita: ¡Chávez Vive, la lucha sigue!

Las oraciones ecuménicas para el hombre cristiano, a quien Maduro en sus palabras llamó «invicto, puro, transparente, vivo, para este y todos los tiempos», fueron aliento y fe para el pueblo venezolano en su mayoría profundamente creyente, y las dijeron un católico, el monseñor Mario Moronta; el pastor de la Guardia de Honor Presidencial, Alexis Romero; y el reverendo estadounidense Jesse Jackson. De ellos llegó el reconocimiento a un hombre humilde que luchó por los más humildes.

Confortaba el saber que cada uno, en algún momento o en muchas ocasiones, le estrechó la mano o sintió su brazo cálido, sus narraciones sabias o su crítica aleccionadora.

Del recinto se salió con el peso de su real ausencia, y no fueron remisos, antes del regreso a sus naciones, donde habían cancelado múltiples actividades para viajar a Venezuela a despedir al amigo Hugo, a los comentarios, criterios y definiciones que expresaban el reconocimiento a sus principios de vida, a su quehacer político, a su incansable bregar por la unidad.

El legado del Comandante Presidente, las esencias de una vida que no termina, sino que está llamada a multiplicarse, así como la necesidad de seguir el rumbo trazado por el estadista, era sentido como el mejor modo de honrar su memoria viva.

El primero en tomar la palabra frente a cámaras y micrófonos de Telesur fue Mujica, presidente de la República de Uruguay, quien había arribado a Venezuela a pocas horas de conocerse la dolorosa noticia. Reflexionó que más que un cambio económico, lo ocurrido en Venezuela bajo el mandato de Hugo Chávez está ligado a un cambio cultural. Así rindió reconocimiento a la actitud de los venezolanos: «Cuando un pueblo tiene semejante devoción hay más que un sentido pragmático», apuntó el Presidente uruguayo.

El nicaragüense Daniel Ortega destacó la impronta del líder en la unidad latinoamericana: «Estamos haciendo el sueño de Bolívar gracias a la lucha que sigue librando el comandante Hugo Chávez».

Subrayó, además, lo mucho que le deben a su guía organizaciones de integración regional como la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac).

El presidente de Haití, Michel Martelly, comentó la importancia que le dio siempre Chávez a los jóvenes, y subrayó los desvelos del Presidente-Comandante para lograr cambios sustanciales en la vida de los más pobres.

«El mundo entero pierde un gran hombre», expresó Martelly.

Rafael Correa, aún conmocionado por lo vivido en el funeral de Estado, pero optimista llamó a los venezolanos a seguir adelante.

«Hoy más que nuca ni un solo paso atrás. Querida Venezuela, adelante», dijo el presidente ecuatoriano, reconociendo este momento como una nueva etapa de lucha, donde es el pueblo el protagonista, más allá del aporte de los líderes.

Evo Morales, el indio presidente que lo quiere como un hermano, no puso mientes para asegurar enfáticamente que después de Simón Bolívar, Hugo Chávez es su guía.

«El mejor homenaje es seguir los pasos del hermano, el compañero Hugo Chávez», apuntó el mandatario. Y ese reconocimiento de sus valores, destacó que la enorme concentración del pueblo venezolano «nos da  fortaleza y debemos seguir unidos», porque Hugo Chávez vive más que nunca.

Ollanta Humala, presidente de Perú, aseguró que con su solidaridad y ejemplo, Chávez trascendió las fronteras y se irradia a todo el mundo.

El reverendo estadounidense Jesse Jackson llamó al trabajo conjunto, luego de haber hecho una exhortación a la paz durante su oración en la capilla ardiente de la Academia Militar. Venezuela y Estados Unidos son vecinos y deberían aprovechar esa cercanía geográfica, y agradeció la hospitalidad y el cariño del pueblo de Bolívar. ¿Dónde están entonces los enemigos?

El mexicano Enrique Peña Nieto hizo declaraciones a agencias de prensa y destacó que la ceremonia sirvió para refrendar el interés para seguir «trabajando de manera muy unida, en gran armonía de propósitos y todo ello sirva a fortalecer la unidad de América Latina y de los países del Caribe».

El presidente del conmovedor beso al féretro, Mahmoud Ahmadinejad, se detuvo en los valores de Hugo Chávez y la prioridad que le otorgó al ser humano: Hugo Chávez no es una persona física, es una cultura, un camino, un sendero, un plan para salvar a la Humanidad, un corazón lleno de amor hacia el prójimo. Quien lo conoció se enamoró de él, de su idea. «Salió del pueblo y sirvió al pueblo».

¿Acaso era posible que ante ese hombre no se llore, no se ría, no se cante, no se luche?

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