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La nueva Libia: caótica e ingobernable

Tras la muerte de Muammar al Kaddafi el país es una olla efervescente de grupos armados que luchan, de manera atroz, por el poder económico y político

Autor:

José Luis Rodríguez*

Uno de los méritos de Muammar al Kaddafi fue contribuir a una unidad nacional, aunque frágil, en un país donde la naturaleza tribal tiene un gran peso. El líder libio, —asesinado en marzo de 2011 por los grupos armados del Consejo Nacional de Transición, peones de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN)—, supo negociar con los jefes de diferentes tribus, de manera que estos no atentaran contra el poder central.

Hoy, el panorama dista mucho de ese pasado: Libia es una olla efervescente de grupos que luchan, de manera atroz, por el poder económico y político. El caos, heredado de la guerra de la Alianza Atlántica, se entroniza cada día con más fuerza, y la nación sucumbe en la balcanización.

Los secuestros y asesinatos de funcionarios son muy frecuentes. Las milicias justifican sus crímenes porque en muchos casos se trata de políticos que hicieron carrera durante el régimen anterior, aunque después se hayan sumado a la rebelión contra Kaddafi.

Estos grupos armados, que según cálculos de Estados Unidos llegan a 500, defienden la segregación política, y gracias a su presión, el Consejo General de la Nación (CGN, parlamento), tuvo que aprobar en mayo pasado una ley que prohíbe la participación en el actual Gobierno a quienes ocuparon algún cargo en el de Kaddafi.

Muchos de estos grupos se niegan, por desconfianza al Gobierno, a formar las nuevas fuerzas de seguridad, para lo cual se han creado dos cuerpos intermedios de entrenamiento: el denominado Escudo Libio, que integra a quienes luego formarían el Ejército, y el Comité Supremo de Seguridad, que acoge a los futuros miembros de la policía.

Para colmo, las brigadas (qatibas) de la Cirenaica proclamaron un autogobierno en esa rica región petrolera, de donde sale el 75 por ciento del crudo, con su capital en Bengazi, cuna de la revuelta contra el coronel libio. Así, controlan los campos de crudo y la terminal de exportación, y se legitima y se expande la venta de grandes cantidades del hidrocarburo en el mercado negro.

Esas tropas irregulares asentadas en Cirenaica se quejan de que la región solo tenga derecho a 60 puestos en el CGN, en contraposición con Tripolitania, a donde pertenece la capital, que ocupa cien escaños.

El fenómeno del contrabando de petróleo representa sustanciosas pérdidas en ingresos para Libia, uno de los mayores productores de la OPEP, porque el sector aporta la mitad del Producto Interno Bruto libio y casi el cien por ciento de sus exportaciones.

Por eso, el mismísimo primer ministro, Ali Zeidan, llegó a amenazar con bombardear cualquier tanque de petróleo involucrado en el negocio de manera ilegal, e incluso con pedir una intervención extranjera si no se detiene el caos.

Libia tiene que comprar en el exterior el 80 por ciento de los alimentos que consume, y paradójicamente debido a su poca capacidad de refinación, el 60 por ciento de la gasolina, la que se vende a precios subvencionados.

Aunque a principios de mes la agencia inglesa Reuters observaba que no había señales de escasez de alimentos, y que el pan seguía abundante y barato, la situación puede tornarse grave si no se resuelve la inestabilidad y continúa el sabotaje a los recursos medulares que garantizan el sustento de la nación norteafricana.

A los problemas de pago, se suma el peligro de descargar materia prima en puertos dominados por milicias incontrolables por el Gobierno.

De momento, Libia continuará atrapada en una sangrienta anarquía. Las milicias, atrincheradas en sus feudos y armadas hasta los dientes, quieren más poder, y están dispuestas a todo. El secuestro de Ali Zeidan el pasado mes, por uno de los incontrolables grupos (luego fue liberado), la masacre de manifestantes pacíficos por parte de esos irregulares, el saqueo de los recursos naturales, las asesinatos de autoridades, evidencian hasta qué extremos pueden llegar estas bandas. Ellas son las que mandan.

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