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Chile: ¿se abre una puerta?

Michelle Bachelet en su campaña presidencial se ha pronunciado abiertamente por la anhelada reforma de la educación, entre otras demandas sociales, y no descarta una nueva Constitución

Autor:

Marina Menéndez Quintero

No es solo el resultado de la primera ronda, cuando Michelle Bachelet estuvo apenas a cuatro puntos del 50 por ciento que le habría otorgado la mayoría absoluta. A tenor con las encuestas —no siempre infalibles—, en el tramo corrido desde el 17 de noviembre, su oponente en el balotaje de este domingo, Evelyn Matthei, tampoco ha logrado remontar la cuesta al pie de la cual la dejó varada el escaso 25 por ciento de votos obtenidos en aquella primera ronda.

Pocos dudan entonces de que será la aspirante de la bien llamada Nueva Mayoría —ahora se ha sumado el Partido Comunista a la antigua Concertación para la Democracia— quien se lleve el gato al agua.

Ahora solo necesita mayoría relativa y algunos sondeos le adjudican entre un 63 y hasta un 66 por ciento de los sufragios.

Tales predicciones parecen ir de la mano con el entorno: un país donde la ejecutoria neoliberal instaurada desde las leyes por el ex dictador Augusto Pinochet y proseguida después por la propia Concertación, fue profundizada con el saliente Gobierno derechista de Sebastián Piñera. La resultante es un país que, si no pudiéramos llamar propiamente más radicalizado, se ha mostrado al menos más convencido de la necesidad de cambiar el estatus quo y, lo que es más importante, de luchar por lograrlo. Hablo, claro, de los de abajo…

Y si bien no hay certeza de que la Bachelet vaya —o pueda— dar un giro en redondo, es aun más seguro que Matthei no moverá un dedo por lograrlo.

Así, la elección de hoy vuelve a representarse en la consabida dicotomía a la que se ha enfrentado, en los tiempos recientes, la mayoría del electorado latinoamericano: continuismo o cambio.

Camino desandado

A favor de quienes se inclinan por la segunda variante hay ya puntos anotados. A saber, la entrada al Parlamento de ex líderes del conglomerado social al que puede adjudicarse eso que algunos llaman hoy «despertar» de Chile.

La sostenida movilización estudiantil durante los últimos dos años «arrastró» a otros sectores que les acompañaron en el reclamo de educación gratuita y de calidad, y también enarbolaron sus propias banderas. Por primera vez desde los tiempos de Salvador Allende hubo concertación entre estudiantes y obreros, y se reconoció a voz en cuello al neoliberalismo como responsable de males que no estriban, lógicamente, en el crecimiento que se apuntó como éxito el modelo, sino en las desigualdades, la privatización entronizada con fórmulas inamovibles como la municipalización educativa que cuestiona el estudiantado, y ataduras políticas como el sistema binominal de elección presidencial.

La dominación de las mentes fue otro de los «logros» que se apuntó el quehacer neoliberal en Chile, y ese muro, que inhibía el paso a una nación más plena, como vemos, también ha empezado a derruirse.

Sacando cuentas

Aunque Bachelet ha dicho —posiblemente pensando en el voto de las clases altas— que no gobernaría presionada por la ciudadanía, deberá tener en cuenta las mudanzas experimentadas desde el fin de su primer mandato (2006-2010) si finalmente se hace de la presidencia.

En su campaña se ha pronunciado abiertamente por la anhelada reforma de la educación entre otras demandas sociales, y no descarta una nueva Constitución por la que pasará cualquier intento de transformación profunda y que requerirá —como ha ocurrido ya en otros países de la región— de una Asamblea Constituyente.

El camino parece más despejado para esa eventualidad, aunque no del todo conquistado.

Resultados descollantes de noviembre fueron también los de los comicios legislativos. La mayoría simple ganada por Bachelet en las dos cámaras del Congreso (21 frente a 16 de la derecha y un independiente en el Senado, y 67 en la Cámara de Representantes frente a 49 de la Alianza por Chile, uno del Partido Liberal y tres independientes) son suficientes para ciertos proyectos de ley pero no para los más complicados. Esos votos, además, significan un crecimiento en diez de sus diputados, y la llegada al Congreso de caras nuevas que representan el clamor popular: cuatro ex presidentes de federaciones universitarias —Camila Vallejo, Karol Cariola, Gabriel Boric y Giorgio Jackson—, quienes ahora son diputados.

Lo cierto es que aun sin ganar Bachelet, parece entreabierta la puerta.

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