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Ginebra II, un atolladero

Pocas esperanzas en la conferencia internacional de paz para Siria

Autor:

Jorge L. Rodríguez González

La conferencia internacional de paz para Siria Ginebra II estaba condenada al fracaso desde antes de su comienzo. Muchos dudaron incluso de que se pudiera realizar, al considerar la suma de obstáculos a los que se enfrentaba la reunión.

Entre los más importantes valladares hay que mencionar los intereses y las aspiraciones irreconciliables del Gobierno sirio y del otro bando autotitulado como «fiel representante de la oposición», y la ausencia en él de actores internos sirios y regionales claves para buscar una salida política al conflicto. No se puede olvidar que, en los tres últimos años, la situación que sufre la nación árabe ha dejado un saldo de más de 130 000 muertos, una terrible situación humanitaria, la destrucción de la economía nacional y los temores de una balcanización del territorio si no se llega pronto a un acuerdo.

La primera ronda de ¿diálogo? solo sirvió para demostrar la inviabilidad de una negociación en la que se pretende pasar por encima de condiciones mínimas, mientras prima la obstinación de quienes sin estar, a sabiendas, en condiciones de imponer su posición, pretenden salir ganadores absolutos.

Es el caso de la Coalición Nacional de las Fuerzas de Revolución y la Oposición Sirias (Cnfros), una organización formada en Doha, Qatar, cuyos miembros residen fuera del país, pero al contar con el espaldarazo de las potencias occidentales y las monarquías del Golfo Pérsico, creyeron que podían imponer su receta mágica para acabar con los problemas del país levantino: la salida de Bashar al-Assad del poder.

Con esa precondición, llegaron a Montreux y luego a Ginebra, aun cuando estaban conscientes de que este asunto era innegociable para la delegación gubernamental siria.

Los hechos demuestran que a la denominada Coalición de Doha y sus sponsor no les preocupa la paz, sino la cabeza de Al-Assad. Por eso se aferran a que Ginebra II tenga que lograr la renuncia del Presidente sirio, cuando se afirma que los éxitos de las fuerzas leales a Al-Assad en el enfrentamiento de las bandas armadas han incrementado la popularidad del mandatario, y que al interior de la nación muchos desean apoyarlo como candidato en las elecciones presidenciales que deben tener lugar este año.

Estas negociaciones se producen en el peor momento para la Cnfros y otras organizaciones que apoyan el enfrentamiento armado contra el Gobierno de Damasco. Afrontan un escenario militar desfavorable, pues el Ejército Árabe Sirio les ha asestado duros golpes a los grupos armados, reforzados con mercenarios y terroristas, además de que los miembros de estas organizaciones se disputan por ambiciones políticas y de liderazgo.

Muchos de los grupos armados están enfrascados ahora en una guerra en dos frentes: contra las fuerzas de Al-Assad, y entre ellos mismos. Y esto se ha traducido en la ventaja militar que ha ganado el Gobierno y que le pone en una mejor situación a la hora de negociar cualquier acuerdo.

Esta oposición es consciente de sus limitaciones y, en especial, de su poco arraigo en el interior de Siria. Por eso, desde los mismos preparativos de Ginebra II optaron por el boicot, condicionando su participación. Primero, exigieron la negociación en Suiza de un consejo de transición que despojara a Al-Assad del poder. Luego, solicitaron la ausencia de Irán —actor clave en la crisis y la región por ser aliado de Damasco—, lo que lograron con sus presiones y las de Estados Unidos, cuando apenas 24 horas antes de comenzar la reunión, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, le retiró a Teherán la invitación que oficialmente le había hecho unos días antes.

El sabotaje no acabó ahí. Los europeos también hicieron lo suyo. El avión donde viajaba a Suiza la delegación oficial siria, encabezada por el canciller, Walid Muallem, estuvo retenido durante cuatro horas en Atenas, la capital de Grecia, donde se le negó el abastecimiento de combustible. Los suministradores rechazaron hacerlo, al alegar que esto podría afectarles por las sanciones económicas impuestas a Siria por la Unión Europea (UE) y Estados Unidos.

Sin embargo, la aeronave tenía todos los permisos para circular por el espacio aéreo internacional y para reponer su combustible. Nada es casual. Esta maniobra buscaba obstaculizar la llegada de la comisión de Damasco y retardar los encuentros previos de Walid Muallem con su homólogo ruso, Serguei Lavrov.

No se podía echar atrás una reunión como la de Ginebra II. La situación interna siria es demasiado grave y sus repercusiones ya se sienten en una región sumamente explosiva.

Los actores regionales e internacionales, que dirimen sus disputas geoestratégicas en este escenario, están convencidos de que la salida al conflicto no puede ser la militar, pero existen grandes diferencias en cuanto a las expectativas en torno a los resultados de la conferencia de paz.

Estados Unidos y sus socios europeos y árabes consideran que la delegación oficial siria debe ir a Ginebra a entregar el poder de Al-Assad lo que, dicen, está estipulado en el Comunicado de Ginebra I, resultado de la primera reunión celebrada en esa ciudad suiza en junio de 2012. Sin embargo, este acuerdo establece la necesidad de llevar a cabo negociaciones políticas inclusivas con todos los actores internos sirios para formar un gobierno de transición, pero no refiere que Al-Assad tenga que ser marginado de ese proceso.

En sintonía con ello, Damasco defiende que nadie desde el exterior puede imponerle al pueblo sirio quién debe ocupar la jefatura de Estado, pues para eso están las elecciones, que se deben celebrar este año y en las que el pueblo decidirá quién dirigirá la nación.

Pero parece que ese es el temor de Washington y sus socios, pues hasta los servicios de inteligencia estadounidenses reconocen que Al-Assad se ha fortalecido en el enfrentamiento a las bandas armadas y el terrorismo.

La propia CIA concluyó que de presentarse en las futuras elecciones, el mandatario saldría reelegido con un 75 por ciento de aprobación y, por tanto, estaría en el poder hasta 2020. Y este dato lo obtuvo sobre la base de reportes y encuestas de opinión realizadas dentro de Siria.

Por eso la persistencia de la Cnfros en que Ginebra II logre la conformación de un gobierno de transición en Siria investido de todas las facultades, lo cual sería anticonstitucional según la legislación de esa nación.

De acuerdo con esta exigencia, el pueblo sirio, el que más sufre la guerra, tendría que aceptar, sin ser consultado, una nueva administración en la que estarían algunos señores que no tienen ni idea de cómo ha sido la vida de los ciudadanos que pretenden gobernar.

Para ellos, la salida de Al-Assad es prioritaria, el objetivo esencial de Ginebra II. Por eso los bloqueos que hicieron a la discusión de temas tan primordiales como el enfrentamiento a las bandas terroristas y el cese de la ayuda financiera exterior a estos grupos; un asunto que de no resolverse, no permitiría hablar de un cese del fuego, y mucho menos de condiciones necesarias para un diálogo político inclusivo.

Desde esta postura de la Cnfros, Ginebra II no es un diálogo, porque tratan de sacar del juego a la contraparte, y no dan señales de ceder en este sentido, con lo cual, tampoco es una negociación.

¿Representante de quién?

Otra de las razones por las cuales las últimas conversaciones de Ginebra no llegaron a ninguna parte, ni siquiera al alto al fuego general necesario para comenzar un proceso de diálogo político, fue el haber aceptado solamente la participación de la Cnfros, y lo que es peor, invitarla en calidad de representante legítima de toda la oposición.

Fuera quedaron un puñado de partidos opositores que han manifestado sus deseos de negociar con el Gobierno sobre bases mutuamente aceptadas, como el respeto a la soberanía, la integridad territorial de Siria, el rechazo a la intervención extranjera y a la injerencia, y el enfrentamiento al terrorismo.

Son partidos que buscan realizar las aspiraciones de mayor democracia que inspiraron las primeras manifestaciones, las que posteriormente fueron utilizadas por las potencias occidentales para llevar a cabo la estrategia de cambio de régimen. Se muestran comprometidos con la construcción de una nación más fuerte, no con la entrega del país a los intereses foráneos que buscan reconfigurar el mapa geopolítico del Oriente Medio.

Estas agrupaciones no reconocen la supuesta autoridad que se adjudica la Cnfros, a la que ven como un puñado de peones adinerados residentes en el exterior, totalmente desconectados de la realidad siria —no de ahora, sino desde siempre— y que pretende construirse un falso liderazgo.

Recordemos que la Cnfros ni siquiera fue capaz de reunir su quórum para decidir si participaban o no en Ginebra II, y su fuerza militar en el terreno, el denominado Ejército Libre Sirio, prácticamente no existe.

El propio enviado especial de la ONU y de la Liga Árabe para Siria, Lakhdar Brahimi, mediador del encuentro, declaró que se desconocía la composición del equipo negociador de la Coalición de Doha, apenas unas horas antes de comenzar las reuniones el 22 de enero. Esa, sin duda, es otra prueba de sus divisiones internas.

Para colmo, están atrincherados en posiciones intransigentes que no llevarán a acuerdo alguno y que denotan su falta de seriedad, voluntad política y realismo a la hora de negociar.

Nueva ronda de negociaciones, en las mismas

La segunda ronda de negociaciones, prevista para comenzar este lunes, continúa arrastrando limitaciones y obstáculos esenciales que atentan contra la posibilidad de un acuerdo.

La oposición interna siria no estará representada. Ese papel solo se le concede a la Cnfros, a pesar de que Rusia, uno de los patrocinadores de la conferencia de paz, aboga por la inclusión de la mayor parte de los grupos opositores.

Será muy difícil que la coalición ceda en su demanda principal, la renuncia de Al-Assad, cuando en la misma reunión se escucha decir al secretario de Estado norteamericano, John F. Kerry, que el Presidente sirio no tiene cabida en el futuro político de la nación árabe. Como es lógico, se siente acompañada por buenos socios.

Por otra parte, cualquier acuerdo en torno a un cese del fuego, al que hipotéticamente pudieran llegar la Cnfros y el Gobierno, no tendría relevancia alguna, pues los grupúsculos islamistas radicales y yihadistas no se subordinan a la coalición y anuncian el no reconocimiento de los acuerdos o de cualquier resultado que se alcance en esta o en sucesivas rondas de negociaciones.

Por eso es tan importante que en Ginebra II no se hable solo de transición política, sino de cortar el oxígeno a estas bandas.

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