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Cuando la barbarie quiso tener ojos azules

Extracción de testículos, esterilizaciones en masa, salvajismo sobre enanos y gemelos, exposiciones a temperaturas extremas, asfixia en las cámaras de gas… El horror nazifascista no tuvo piedad. A 69 años de su derrota no se apaga el grito de espanto de las víctimas

Autores:

Luis Hernández Serrano
Roberto Regincós Álvarez*

Fue por iniciativa del propio Adolfo Hitler que se iniciaron los experimentos nazis para la aniquilación inmediata de sus prisioneros, sobre todo los comunistas, los gitanos, los judíos, con énfasis en los denominados Mischlinge o gente de sangre mixta, con al menos un abuelo judío, y de otras personas que ellos consideraron que no debían vivir.

Los doctores Carl Clauberg y Horst Schumann, en el campo de concentración de Auschwitz, y Víctor Brack, en Ravensbrück, dirigieron la esterilización de hombres, mujeres y niños mediante radiación, exponiéndolos a altas dosis de rayos X, que les causaron quemaduras severas y, por tanto, la muerte.

Posteriormente esos médicos extraían los testículos de los hombres y los enviaban a un instituto en Brelau para su examen histopatológico. Cientos de personas de diferentes nacionalidades fueron usadas en estos experimentos. Después, a la mayor parte de ellos se les envió a las cámaras de gas.

A Heinrich Himmler, uno de los mayores jerarcas del nazismo, le propusieron que el método fuera usado en tres millones de judíos (de 11 millones destinados a la exterminación), a condición de que estuvieran aptos para los trabajos forzados.

Otras «pruebas médicas» se realizaron también por el profesor Carl Clauberg en los mencionados campos de concentración, para supuestamente determinar la viabilidad de la esterilización de masas con una inyección de sustancia química en la matriz de miles de mujeres judías y gitanas de Polonia.

En 1943 Himmler quiso saber el tiempo que se tardaría para esterilizar a mil mujeres mediante un método eficiente, no quirúrgico, rápido, barato y serio, que debía aplicarse masivamente. Esos médicos nazis inventaron una forma capaz de esterilizar a un millar de féminas por día.

Al año siguiente, en 1944, el doctor Carrl Vaernet, en Buchenwald, experimentó en prisioneros una variante de implante en los testículos de una «glándula artificial» (un simple tubo metálico) que liberaba testosterona, capaz de revertir la homosexualidad. Se emplearon prisioneros homosexuales y heterosexuales como grupo de control, y unos 50 murieron infectados por el procedimiento.

Experimentos con judíos

Estos experimentos fueron realizados a más de 10 000 seres humanos, en contra de su voluntad, por unos 200 médicos, en coordinación con otros galenos, institutos y universidades de Alemania y Austria.

Había varias clases de experimentos: la Luftwaffe (Fuerza Aérea Alemana) los realizaba en Dachau y otros sitios (sobre supervivencia y rescate), incluyendo investigaciones en torno a los efectos de la gran altitud, las bajas temperaturas y la ingestión de agua de mar.

El tratamiento médico tenía que ver con la investigación en la atención de heridas de guerra, ataques con gas y la formulación de agentes inmunizadores para atender enfermedades contagiosas y epidemias.

Finalmente hacían experimentos «raciales», incluidos la investigación sobre enanos y gemelos, y el estudio sexológico y del esqueleto.

Cuando comenzó la II Guerra Mundial, en septiembre de 1939, el ejército alemán ocupó la mitad occidental de Polonia, con lo cual casi dos millones de judíos polacos cayeron bajo la esfera de su poder. Se les obligó a trasladarse a guetos rodeados por muros y alambradas que en poco tiempo se convirtieron en campos de concentración, a los cuales se les llamaba eufemísticamente Campos de Trabajo Correctivo.

Con las sucesivas invasiones a países vecinos, se crearon los campos de Auschwitz-Birkenau, Bergen-Belsen, Buchenwald, Dachau, Treblinka, Belzec, Semlin, Gross Rosen, Vught y otros.

A estos pequeños territorios ubicados en Alemania, Polonia y parte de la que entonces era la Unión Soviética, llevaron millones de prisioneros de los países europeos ocupados.

Unas cámaras de gas eran a base de monóxido de carbono, algunas de cianuro o de ácido clorhídrico, y otras de «Zyklon B», sintetizado por los químicos alemanes para poder matar a 2 000 personas, con solo un cuarto de litro de ese pesticida y a un costo de medio centavo por víctima.

En distintas zonas se construyeron enormes hornos, crematorios para incinerar los cuerpos de las víctimas y borrar las huellas del exterminio. Luego que estos copaban su capacidad de cerca de 5 000 cadáveres por día, las cremaciones se realizaban al aire libre.

Cuando terminó la II Guerra Mundial, unos 6 000 000 de judíos, prisioneros soviéticos de guerra, eslavos, gitanos, trabajadores extranjeros, partisanos, homosexuales, testigos de Jehová, disidentes de las políticas del Reich, comunistas y otros grupos «indeseables» habían sido asesinados: unos 3 000 000 en centros de exterminio y en campos de trabajo, 1 400 000 en los fusilamientos masivos, y más de 1 600 000 en los guetos donde se experimentaba en las diferentes formas de ejecución con crueldad.

Una vez que demostró el doctor Josef Mengele que no tenía parientes judíos hasta la cuarta generación fue aceptado en las Schutzstaffel o SS, unidades defensivas creadas por Hitler para vigilar y controlar el Partido Nacional-Socialista. Entonces solicitó su traslado a los campos de concentración donde encontraría facilidades para continuar sus investigaciones. Durante su estancia en 1942 en el campo de Gross Rosen, en Silesia, dirigió experimentos bacteriológicos con soldados soviéticos.

Estos últimos consistían en la congelación de prisioneros y su exposición al calor. Dichos experimentos, solicitados por Himmler, fueron dirigidos por el Untersturmführer-SS (Teniente 2) Doctor Sigmund Rascher en Auschwitz, Birkenau y Dachau. El propósito era determinar cuánto tiempo tardaba la mitad inferior del cuerpo en morir y la manera de revivirlo.

Para ello introducían judíos o rusos desnudos en recipientes con hielo o los dejaban a la intemperie  durante los períodos más fríos del invierno. Los sobrevivientes perecían en las maniobras de descongelación durante los cuales se les irrigaban líquidos calientes por vía oral o por vía rectal.

Otros morían cuando eran llevados, de manera súbita, del frío intenso a altas temperaturas, o viceversa, o cuando eran sometidos a lámparas de sol hasta quemarse.

Experimentos en gemelos

Puesto que uno de los principales objetivos de Hitler era obtener la pureza de la raza nórdica aria, los sujetos sometidos a mayor número de pruebas fueron los gemelos, en quienes se realizaban macabros experimentos como animales de laboratorio.

Se les tomaba medidas del cuerpo centímetro a centímetro y se les hacían biopsias sin anestesia de diferentes vísceras antes y después de que se les sometiera a pruebas con agentes físicos, químicos y psicológicos.

El consejero y amigo de Mengele fue el profesor Otmar Freiherr von Verscheur, con quien mantenía correspondencia en su nuevo Instituto de Genética en Berlín. A uno o a ambos gemelos les extirpaban órganos o extremidades, los castraban o les realizaban cirugías para cambio de sexo.

Como Mengele estaba fascinado por los ojos azules, constantemente les hacía inyección de colorantes a los niños en los ojos para cambiar su color. El interés de este asesino en el genotipo humano rubio de ojos azules es curioso, pues ni él ni sus superiores tenían esos rasgos físicos.

Hacía transfusiones de sangre entre gemelos, les inyectaba en las venas diferentes extractos de enfermos y gérmenes letales, o fenoles, cloroformo, nafta, insecticidas, etc. Y a otros les extirpaba las venas de las extremidades.

Una sobreviviente relató cómo a su hermana gemela, Mengele le destrozó a martillazos una de sus manos. Supervisó una cirugía en la que dos gemelos fueron suturados para crear siameses. Eran frecuentes las vivisecciones sin anestesia y con las personas conscientes. Les hacía distintas operaciones en la columna vertebral. Obviamente, nadie sobrevivía a sus tenebrosas intervenciones quirúrgicas o a las secuelas.

Cada vez que ensayaba una nueva prueba inyectaba cloroformo en el corazón de ambos gemelos para asegurarse de que morían al mismo tiempo. Luego les hacía autopsia para ver los efectos de sus experimentos genéticos sobre los órganos. De esta forma, las ideas desquiciadas de Mengele cobraron hasta 60 víctimas diarias.

Se le conoció como el Ángel de la Muerte. De los 3 000 gemelos que pasaron por Auschwitz-Birkenau solo sobrevivieron 200 al momento en que recibiera la orden de suspender los experimentos el 26 de noviembre de 1944, debido al avance del Ejército Rojo de la URSS, que tomaría posesión de ese territorio.

Josef Mengele huyó a Italia en 1949 con documentos falsos; poco después llegó a Buenos Aires, donde encontraba seguridad, pues en Argentina había una organización secreta conocida como Odessa, encargada de otorgar salvoconductos a antiguos oficiales de las SS. En 1960, en ese país latinoamericano tuvo lugar el secuestro de Otto Adolf Eichmann a manos de un comando de la policía secreta israelí que lo llevó a la horca. Esto produjo pánico a Mengele, por lo cual se trasladó a Paraguay, país gobernado por el general Alfredo Strossner, descendiente de alemanes y admirador de los nazis. Perseguido por los israelíes se radicó en Brasil, donde murió en 1979 ahogado en el mar mientras se bañaba, a consecuencia de un infarto.

Hubo dudas posteriores sobre la autenticidad de este cadáver, pero las pruebas de ADN realizadas por varios Gobiernos comprobaron la identidad del criminal de guerra más buscado por Alemania, Estados Unidos e Israel.

Fuente: El III Reich por dentro, libro inédito de ambos autores.

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