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Colombia: elecciones en tiempo de diálogo

Para los comicios del 25 de mayo, el mandatario, Juan M. Santos, y Oscar I. Zuluaga son los candidatos con mayores posibilidades, aunque podrían ir a segunda vuelta. Ha sido el proceso de paz parte esencial de las agendas de los cinco candidatos en disputa por la presidencia

Autor:

Yailé Balloqui Bonzón

En medio de fuertes tensiones que han tornado difícil la campaña electoral en Colombia con vistas a las presidenciales del próximo 25 de mayo, cinco son los candidatos que se disputan la Casa de Nariño. Entre ellos sobresale, en un rincón del cuadrilátero, el actual presidente Juan Manuel Santos por la coalición Unidad Nacional; y en el opuesto, Oscar Iván Zuluaga, azuzado por su mentor, el ex presidente Álvaro Uribe, creador hace menos de un año del Partido Centro Democrático.

El escenario político se torna inquietante a medida que se acercan los comicios. El campesinado volvió a protagonizar un paro agrario, dando muestras de que los conflictos sociales siguen en pie en el país, y que las demandas de las huelgas de 2013 no han sido satisfechas. Los maestros también están en las calles por tiempo indefinido, hasta que el Gobierno acceda a solucionar sus peticiones de mejores condiciones laborales.

En una campaña que se perfila como un «mano a mano» entre el oficialismo y el Centro Democrático, el tema de las conversaciones de paz en La Habana entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP) y el Gobierno de Juan Manuel Santos, centra los debates; y varios analistas han señalado que una eventual segunda vuelta sería prácticamente un referéndum sobre ese diálogo impostergable.

Pero, desde La Habana, los representantes guerrilleros sentados a la mesa han reiterado una y otra vez que los diálogos de paz son una política de Estado y no pueden responder a intereses electorales.

Los candidatos

Si hay algo que en Colombia es un boomerang político es la receta para terminar con más de cinco décadas de conflicto armado, y Juan Manuel Santos parece conocer la fórmula.

Desde que al inicio de su mandato, se afirma, comenzó a negociar con discresión una agenda para dialogar con la guerrilla más antigua de América Latina, la paz ha sido su principal caballo de batalla, y lo ha montado también para reelegirse, prometiendo al pueblo colombiano la firma de la paz.

Como argumento, Santos enarboló: «cuando se ve la luz al final del túnel, no se da marcha atrás». Pero durante la presentación de lo que sería su próximo programa de Gobierno, afinó la idea y afirmó que «el segundo tiempo será el de la paz».

Cierto es que está su carrera política en este proceso negociador, que en sus inicios apostó a que sería solo cuestión de meses, sin tener en cuenta que la postura de los guerrilleros en pos de acuerdos que signifiquen un cambio de vida para el pueblo colombiano, no permitiría consensos acelerados.

De los seis temas que conforman la agenda de conversaciones, se ha llegado a acuerdos parciales en tres de ellos (desarrollo agrario, participación política y drogas ilícitas). Por eso, ha sido inevitable que el proceso de paz quede en medio de la campaña electoral y sea parte de las agendas de los cinco aspirantes.

Tres de los cuatro rivales del presidente colombiano coinciden en que de ser elegidos, continuarían con los diálogos, pero si se cumplen algunas condiciones diferentes a las que hoy día rigen la mesa de conversaciones.

Solo uno de ellos, el opositor uribista, Oscar Iván Zuluaga, los suspendería, y ha sido uno de los atacantes directos del actual proceso.

El enconado opositor es un economista de 55 años que, además de ministro, fue alcalde y senador, antes de ser ungido candidato en octubre de 2013, luego de que el partido de Uribe, cabeza de lista en las elecciones al Senado de marzo pasado, se posicionara como la segunda fuerza parlamentaria al conquistar 19 de los 102 escaños del cuerpo legislativo.

Solo están por detrás de la coalición de Gobierno actual (49 curules), y Zuluaga se fortaleció entonces en las encuestas.

Según analistas, pese a que a Zuluaga se le ha descrito como un tecnócrata más bien opaco y sin carisma, está bien encaminado y podría disputarle la presidencia a Santos.

Enrique Peñalosa, ex alcalde de Bogotá y ahora aspirante a la Jefatura del Estado por Alianza Verde, llega a las elecciones con un discurso independiente, e intenta alejarse de la dicotomía izquierda-derecha, presentándose como «la novedad».

Peñalosa considera que el conflicto armado que vive Colombia desde hace 50 años es muy rural y afecta a las capas más pobres de la sociedad, pero no es del interés de la clase media; mientras que descalifica a la insurgencia al tildarla de ser «una organización criminal con unos recursos inmensos por cuenta de las actividades de narcotráfico y minería ilegal». No obstante, asegura que de ganar las elecciones seguirá con el proceso de paz e incluso mantendrá al mismo equipo negociador, encabezado por el ex vicepresidente Humberto de la Calle.

Entre muchas más promesas electorales, se presenta también como un paladín de la lucha contra la corrupción y promete construir un nuevo país con el apoyo de los ciudadanos de todas las ideologías que están desencantados de la política tradicional.

El candidato verde, a quien las encuestas sitúan en el tercer puesto, se sumó en 2010 a la llamada «Ola Verde», liderada entonces por Antanas Mockus, quien se quedó a las puertas de ganar esos comicios con una propuesta abiertamente progresista.

A su vez, como una alternativa real de un cambio certero y moderado que le dará un nuevo ritmo a Colombia, se declara la candidata Clara López, quien asegura también que su campaña es la única que no ha estado relacionada con Álvaro Uribe.

Candidata presidencial de la coalición del Polo Democrático y la izquierdista Unión Patriótica, Clara López, junto a su compañera de fórmula Aída Avella, recorrieron durante estos meses varios departamentos del país presentándose como la fórmula para el cambio.

Fuerte defensora de la recuperación del campo colombiano mediante una política agraria consistente, la candidata apoya también el proceso de paz y exigiría, de llegar al poder, el cese unilateral del fuego a las FARC-EP y definiría un cronograma para terminar cuanto antes el conflicto.

Otra fémina disputa la presidencia colombiana. Con una larga historia en la política de su país, Marta Lucía Ramírez, candidata por el Partido Conservador, fue ministra de Defensa en el Gobierno de Uribe —la primera mujer en ocupar ese cargo—, ministra y viceministra de Comercio Exterior en los gobiernos de Andrés Pastrana y de César Gaviria, respectivamente, y ha sido senadora por el Partido de La U en el periodo 2006-2010, desde donde promovió el trámite del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos.

A una semana de las elecciones, su nombre no figura dentro de los favoritos para ganar, y su campaña tuvo tropiezos por la demanda de la convención que la escogió como candidata el 16 de enero y la mayoría de los senadores de su partido, aliados de la coalición de Gobierno, que mostraron resistencia a apoyarla.

Como bandera de lucha Ramírez se centra en trabajar contra la corrupción. Es crítica también del proceso de paz, aunque alega que le impondría ciertas condiciones a la guerrilla para continuar sentada a la mesa. Ha alegado que recuperará la «seguridad democrática» que implantó el ex presidente Uribe.

Alianzas y escándalos que sacuden

La campaña electoral colombiana se ha convertido en un ir y venir de sorprendentes alianzas, denuncias de financiación ilegal, espionaje y sabotaje que afectan a las candidaturas mejor situadas en las encuestas sobre intención de voto.

Luego de un escándalo que duró varios meses y de varios encontronazos, sorprendió esta semana el anuncio de una alianza entre el Movimiento Progresista, del alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, con el Partido Liberal, coalición del presidente Juan Manuel Santos.

La adhesión sorprende por la tendencia de izquierda del alcalde bogotano y por el enfrentamiento que ha tenido con el propio Santos en los últimos meses, a raíz de su destitución e inhabilitación por el procurador Alejandro Ordóñez, el 19 de marzo último.

Santos ordenó entonces a Petro la separación del cargo basado en supuestas fallas cometidas durante la implantación de un modelo de saneamiento en la capital. Pero, una espontánea solidaridad creció alrededor del alcalde, y luego de no pocas presiones fue restituido el pasado 23 de abril.

No pocos refieren que la decisión podría impulsar los votos de Santos que, según encuestas, cayó sobre los nueve puntos en la capital, precisamente atendiendo a la crisis con Petro.

Otro escándalo que sacude esta campaña electoral, se refiere a las acusaciones que lanzara Álvaro Uribe a Santos al afirmar que este recibió, en el 2010, dos millones de dólares de su asesor para cubrir deudas de campaña, dinero que —arguye Uribe— proviene del narcotráfico.

Paralelo a esta trifulca se desata el escándalo de espionaje donde el nombre de Uribe también sobresale. Hace algunos días, la prensa colombiana anunció la captura del hacker Andrés Sepúlveda por la intervención de correos electrónicos de representantes gubernamentales y miembros de las FARC-EP, que negocian en La Habana,así como a tres periodistas que dan cobertura a las mesas de diálogo.

Sepúlveda, según indicó el diario colombiano El Tiempo, compró y vendió información secreta, y prestaba servicios de seguridad informática a la campaña de Zuluaga, y ahora reconoció las intercepciones ilegales de los correos electrónicos.

Aunque todavía no se mide el impacto de estas alianzas y escándalos, lo que sí resulta claro es que estas controversias le dieron un rumbo distinto a la campaña.

Para ganar en un solo turno, Santos o los demás aspirantes deberán obtener el 50 por ciento más uno de los votos, y dado que varias encuestas descartan esta posibilidad, los expertos aseguran que habrá una segunda vuelta el 15 de junio.

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