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China-Rusia: el viraje estratégico

Los Estados gigantes de Europa y Asia firman importante contrato gasífero

Autor:

Nyliam Vázquez García

Aunque las delegaciones no lograron negociar todos los detalles del contrato de gas previo a la llegada a China del presidente ruso Vladimir Putin, lo cierto es que hubo acuerdo, y antes de lo augurado por los más conservadores vaticinios.

El martes, los titulares de la prensa occidental recogían la firma de importantes acuerdos entre ambas potencias, pero destacaban sobremanera y en algunos casos hasta con cierto deje de satisfacción, que no se había logrado el trascendente y esperado contrato entre el consorcio gasífero ruso Gazprom y la Corporación Nacional de Petróleo de China (CNPC), que pondría fin a una década de negociaciones.

El Presidente ruso, quien llegó a Shanghai para participar en la IV Conferencia de Interacción y Medidas de Desarrollo de la Confianza en Asia (CICA), había destacado el martes el logro de progresos sustanciales. Sin embargo, el hecho de que no mencionara cuándo se rubricaría el acuerdo, hizo saltar las alarmas sobre un posible fracaso del diálogo, cuando Beijing estaba intentando conseguir mejores precios.

Putin había dicho que quería el acuerdo «próximamente» y nadie imaginó que al día siguiente, este miércoles 21 de mayo, el hemisferio occidental amanecería con la noticia de que Beijing y Moscú habían logrado el mayor acuerdo de gas en la historia de Rusia, y aún más.

Se trata, según puntualizó Putin, del «mayor acuerdo en la historia del sector, tanto de Rusia como de la URSS».

El contrato de exportación de gas estipula el suministro por parte de Rusia de 38 000 millones de metros cúbicos anuales del combustible a China, durante 30 años. Según el mandatario del gigante euroasiático, citado por Russia Today, las obras relacionadas con la realización de este contrato serán el mayor proyecto en el planeta para los próximos cuatro años, al tiempo que aseguró que ambas partes invertirán en su infraestructura hasta unos 70 000 millones de dólares.

Aunque no se dieron detalles del precio por el cual finalmente se logró la firma, se trata de un viraje sustancial en el panorama internacional y quizá estemos asistiendo —en lo que podría considerarse un acto rutinario en el marco de las visitas oficiales de presidentes—, al nacimiento de una nueva era en las relaciones internacionales.

A fin de cuentas, China y Rusia son dos potencias emergentes, miembros del poderoso grupo Brics —también integrado por Brasil, India y Sudáfrica— que, unidas, ganan en capacidad para encarar a quienes se autoproclaman dueños, «salvadores» y policías del mundo.

En el plano práctico, para Rusia significa, en medio de la crisis en Ucrania y el contexto hostil en Europa, un paso vital en la necesaria diversificación del mercado y destino del gas, pilar de su economía. Para China se trata de un suministro estable y confiable para las crecientes demandas de energía del país más poblado del mundo y con una economía en franco ascenso, que muchos predicen será dentro de no mucho la primera.

Sin embargo, en el plano estratégico, los acuerdos firmados por ambas naciones, incluido el del gas, ponen sobre la mesa un cambio importante en la correlación de fuerzas a nivel mundial. El presidente chino, Xi Jinping, aseguró que la asociación con Rusia es «una opción inevitable» para el desarrollo de un mundo multipolar.

Quizá esa sea la mayor ganancia: la certeza del advenimiento de la verdadera multipolaridad a partir de la coordinación y coincidencias de dos países con suficiente peso en el concierto de las naciones.

«Este contrato gasístico con China para 30 años tiene un papel estratégico. Barack Obama debe renunciar a la política de aislamiento de Rusia: no funciona», escribió en su cuenta en Twitter, Alexéi Pushkov, presidente del Comité de Asuntos Exteriores de la Duma Estatal rusa.

La postura común en no pocos temas de la agenda internacional y el importante peso del intercambio económico, relanzado con los últimos acontecimientos, ponen a ambas naciones en una posición ventajosa para el futuro diálogo en los más disímiles escenarios.

«Aunque Rusia y China no están planeando la creación de un bloque político-militar, esta visita supone un avance clave hacia la colaboración estratégica de los dos países», apuntó Mijaíl Marguélov, presidente del Comité de Asuntos Exteriores del Consejo de la Federación (la Cámara Alta del Parlamento ruso).

El reputado analista de Asia Times, Pepe Escobar, avisó en un análisis publicado por RT que el mundo podría estar asistiendo al nacimiento del siglo centro-asiático. Tamaña afirmación contrasta con el tratamiento mediático recibido por el tema: para algunos grandes medios lo que estaba ocurriendo en Shanghai el martes no era noticia de portada o ni siquiera noticia.

Por otro lado, comoquiera que la firma del acuerdo se concretó, finalmente, en tiempo récord, esto demuestra cuáles son las prioridades de dos naciones de las que mucho depende la estabilidad del mundo, el crecimiento económico y su preservación.

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