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Bolivia confía en el liderazgo de Evo

Con escasas perspectivas de necesitar una segunda vuelta, el Presidente boliviano podría lograr este domingo la permanencia en la dirección del país hasta 2020

Autor:

Yailé Balloqui Bonzón

Octubre va siendo un mes que marca un punto importante para la continuidad de los Gobiernos progresistas y alejados de la égida imperial que se han dado continuidad en los últimos años latinoamericanos.

Los ejecutivos de Brasil, Uruguay y Bolivia aspiran antes de que acabe 2014 a una permanencia en el panorama político contemporáneo regional, con vistas a consolidar proyectos sociales y políticos que, tanto a lo interno como a lo externo, han dado pasos agigantados en aras del bienestar de sus nacionales.

Pero es sin lugar a dudas el caso boliviano, con Evo Morales al frente, el que más  interés despierta.

Evo va camino de convertirse en el presidente que más años ha gobernado en su país. Las encuestas para la elección de este 12 de octubre le dan una ventaja de 40 puntos respecto a su más próximo rival.

Se enfrenta a una oposición que no ha podido unirse para tratar de enfrentar el ciclón Evo. Tras casi dos lustros en el poder, al Presidente indígena no se le puede acusar de perder el contacto con la realidad ni de abandonarse a la opulencia durante sus años de gobierno. Si hay un candidato del pueblo, ese es Evo Morales.

Desde inicios de su primer mandato, ha reiterado que gobernará para todos los bolivianos y no solo para los indígenas. Formado entre las capas más azotadas por el abandono y la pobreza, representa el clamor de los excluidos, hastiados de los viejos esquemas y decididos a apoyarlo en su empeño de proseguir la contienda hacia el cambio.

Un cambio que es respaldado por su primera fuerza: la mayoría del pueblo indígena originario y campesino que, pese a algunas discrepancias, se mantiene unificado en torno al liderazgo de Evo.

Más de seis millones de votantes definirán en las urnas al presidente y vicepresidente del Estado andino hasta 2020, así como a 36 senadores (cuatro por cada departamento), 130 diputados para la Asamblea Legislativa Plurinacional y cuatro legisladores para organismos regionales.

Miradas interiores y exteriores

Si a nivel internacional, Evo Morales se ha convertido en un líder reconocido, en el plano interno cuenta con una alta aceptación por haber transformado completamente el panorama social del país.

Los indígenas y campesinos siguen considerando a Evo Morales uno de los suyos. Foto: Reuters.

Los bolivianos, fieles a su política nacionalizadora y de inclusión social,  gozan hoy de un país soberano e independiente que aglutina en su seno a todos sus habitantes y que trabaja para forjar una sociedad más justa e inclusiva.

Electo en 2005 como primer Presidente indígena en la historia boliviana con 54 por ciento de los votos, el Gobierno de Morales goza de muchas fortalezas y pocas debilidades, sobre todo, hacia lo interno.

De encabezar por décadas el listado de los países más pobres de América Latina, Bolivia en casi dos lustros pasó a ser una de las economías más pujantes de la región, orientada a la redistribución de la riqueza, pero sobre todo a la estabilidad macroeconómica.

Impulsado desde 2006 por la nacionalización de los hidrocarburos y por el auge de la extracción de gas, el país creció un 6,5 por ciento en 2013 y redujo la pobreza extrema, al destinar los altos ingresos generados de las exportaciones a iniciativas sociales que abarcan a los sectores más desposeídos. Para este año el crecimiento será del 5,2 por ciento, el mejor de la región.

Tan notorios han sido los logros económicos que incluso instituciones financieras como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial han tenido que reconocer la acertada gestión presidencial.

Recientemente, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) destacó a Bolivia como el país que más redujo la pobreza entre 2000 y 2012 en toda Sudamérica y lo presenta como exitoso.

Montado sobre ese positivo escenario Evo Morales apuesta hoy, como principal oferta electoral, por un mayor desarrollo industrial que alcance a las potencias mundiales.

Planes sociales importantes, inclusión de la población indígena en el avance económico y político del país son tópicos que fortalecen la dirección de Evo y que han favorecido, incluso, a una clase media que, pese a que la derecha ha dirigido su campaña hacia ella, se siente más estable y segura que antes y no parece estar dispuesta a perder esa firmeza.

Morales ha llevado además a que Bolivia tenga hoy protagonismo internacional. Ha sido imprescindible su papel en el fortalecimiento de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba) y en el desarrollo de procesos integracionistas regionales como la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), entre otros. Importante ha sido también su trabajo en favor de la concertación política y la proliferación de proyectos progresistas de izquierda en nuestra región.

Pero, además, Bolivia amplió sus miras multilaterales con logros como la aprobación de documentos en las Naciones Unidas para nominar el acceso al agua como un derecho humano, la declaración de 2013 como Año Internacional de la Quinua o el reconocimiento del mascado de hoja de coca como tradición cultural en el país andino.

El mayor protagonismo multilateral de Morales tuvo lugar este año al asumir Bolivia la presidencia de turno del Grupo de los 77 países en desarrollo y China y organizar una cumbre del bloque a la que asistieron un centenar de delegaciones que aprobaron una declaración para impulsar reformas globales, entre ellas la erradicación de la extrema pobreza hasta 2030.

No menos significativa fue su participación en la Primera Conferencia Mundial sobre los Pueblos Indígenas, en la que defendió los derechos de las poblaciones autóctonas.

Del otro lado

Cuatro hombres compiten contra el presidente boliviano Evo Morales en estos comicios: un acaudalado empresario, un ex alcalde de La Paz, un ex presidente y un líder indígena amazónico.

Aunque pequeña y dispersa, una característica que no ha perdido la oposición, es que es habladora y poco creíble, pero ampliada con el eco que le dispensan los medios de comunicación. Ante ello, el Movimiento al Socialismo (MAS) no ha bajado la guardia, teniendo en cuenta que la única fortaleza de esta oposición es el apoyo estadounidense.

Sondeos de opinión ratifican la posibilidad del Presidente de ser reelecto en primera vuelta y con comodidad. Las encuestas le dan una ventaja de 40 puntos en intención de votos sobre su más cercano adversario, Samuel Doria, de Unidad Democrática (UD).

Según estos estudios el representante opositor consiguió 17,9 por ciento en la investigación, que además concedió 10,7 puntos a Jorge Quiroga (Partido Demócrata Cristiano), 3,4 a Juan del Granado (Movimiento sin Miedo) y 0,8 a Fernando Vargas (Partido Verde de Bolivia).

Los resultados de ese estudio no distan mucho de otros dos divulgados la semana anterior y en los cuales Evo Morales obtuvo 59 por ciento de respaldo. Además ubica en 77,7 por ciento la aprobación a su desempeño como jefe de Estado.

El propio Evo, reacio a los debates con sus rivales —el verdadero debate es el que hace todos los días con la población en la calle, alegan en su partido—, no titubeó esta semana al señalar que superará su marca personal del 64 por ciento de los votos que consiguió en los comicios de 2009.

Para este domingo será casi segura la victoria del líder indígena, que no registra antecedentes en la abigarrada y convulsa historia boliviana. Será el primer presidente que cumple tres mandatos continuos y para 2020 se convertirá en el que más años ha ocupado el sillón presidencial democráticamente, 14 años.

Si esto se ratifica, el binomio Evo Morales-Álvaro García Linera resultaría reelegido sin necesidad de una segunda vuelta, pues la Constitución boliviana señala que ganará la Presidencia quien logre más del 50 por ciento de los votos o el 40 por ciento con una diferencia de al menos diez por ciento sobre su inmediato perseguidor.

La permanencia del MAS en el poder boliviano es, sin duda, una victoria segura, histórica e importante, que podría consolidar el nuevo mapa político que intenta trazarse América Latina. Pero… y siempre hay un pero. Alerta debe estar Latinoamérica y no desconocedora del signo negativo que esta elección representa para la política hegemónica estadounidense.

Si el triunfo de Evo se concreta, sumado al casi seguro de Dilma en Brasil y al que podría prorrogar al Frente Amplio de Uruguay en el poder —todos a definirse antes que se acabe octubre—, el imperio tendrá motivos sobrados para mortificarse con sus nuevos fracasos. No lejos se escucharán los primeros estertores.

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