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Demandan a EE.UU. cerrar cárcel en la base de Guantánamo

Mientras The New York Times expone las razones para hacerlo, The Washington Post recoge la necesidad de cooperación con Cuba en la lucha contra las drogas

Autor:

Juventud Rebelde

BASE NAVAL DE GUANTÁNAMO/WASHINGTON, enero 6.— Las razones para cerrar la cárcel de Estados Unidos en la ilegal base naval de Guantánamo son ahora más fuertes que nunca, destaca este martes un artículo del diario The New York Times, según reporta PL.

El texto, firmado por el ex enviado especial del Departamento de Estado para el cierre de dicha prisión, Cliff Sloanjan, quien renunció recientemente, afirma que la Casa Blanca debe acelerar la transferencia de los detenidos cuya liberación ha sido aprobada y tramitar de forma expedita los casos pendientes de aprobación.

He sido testigo de primera mano de la forma en que esa prisión daña importantes relaciones de seguridad con muchos países, además de que el costo de sus operaciones —unos tres millones de dólares por detenido en 2014— drena recursos vitales del país, afirma Sloanjan.

Según el ex funcionario, está bien clara la vía para clausurar dicha penitenciaría en los dos años que le quedan de mandato al presidente Barack Obama, pero esa tarea llevará una acción intensa y sostenida.

La prohibición irracional y absoluta de transferir los presos a Estados Unidos para cualquier propósito, incluyendo su detención y procesamiento, debe cambiar en la medida en que la población penal en Guantánamo se ha reducido a un número de detenidos que no pueden ser llevados a ultramar de forma segura, agrega Sloanjan.

En los últimos 18 meses se han trasladado 39 prisioneros fuera de la instalación, donde ahora quedan 127, el nivel más bajo desde su apertura en enero de 2002.

Obama busca cerrar ese penal antes de dejar su cargo en enero de 2017, para cumplir la promesa que hizo en la campaña electoral para los comicios de 2008 que lo llevaron por primera vez a la Casa Blanca; sin embargo enfrenta obstáculos en el Congreso, donde los republicanos y algunos demócratas se oponen a liberar a los detenidos y llevarlos a entidades penitenciarias en territorio continental estadounidense.

EE.UU. reconoce reputación de Cuba contra las drogas

En otro despacho desde la capital estadounidense, PL informa que, según el diario The Washington Post, funcionarios de ese país ponderaron la reputación de Cuba en la lucha contra el tráfico ilegal de drogas e insistieron en la necesidad de ampliar la cooperación con la Isla.

«Tenemos que trabajar con los cubanos en una capacidad mucho mayor», afirmó Mike Vigil, ex director de operaciones internacionales de la Administración de Control de Drogas de Estados Unidos (DEA), citado en la versión digital del influyente diario estadounidense. Vigil, quien también sirvió como agente especial de la DEA a cargo de la zona del Caribe, reconoció que «es una locura no hacerlo».

El artículo de The Washington Post admite que, durante años, ambos países han cooperado en la lucha contra las drogas.

El periódico subraya la reputación de Cuba en el enfrentamiento al trasiego de estupefacientes ilegales con la aplicación de severos castigos, lo que contrasta con el período anterior a la Revolución, cuando en discotecas y casinos de La Habana se movía una gama de sustancias ilícitas.

«El Gobierno cubano no quiere ser un centro para los traficantes de drogas», afirmó Barry McCaffrey, general retirado que sirvió como el zar antidrogas de la Casa Blanca durante la administración Clinton y es ex comandante de Comando Sur del Ejército de Estados Unidos. «Ellos lo vieron como una amenaza para sus hijos, la fuerza de trabajo, su economía, su Gobierno», comentó.

Según el reporte, en 2013 Cuba notificó a la Guardia Costera de Estados Unidos 27 veces, en tiempo real, sobre la presencia de barcos sospechosos.

El Post reconoce que, con los años, la cooperación en la lucha contra las drogas ha sido tensa a causa de la hostilidad entre ambas naciones.

Vicki Huddleston, jefa de la SINA desde 1999 a 2002, dijo que a pesar de los esfuerzos de Cuba al enviar alertas de radio ante el tráfico de narcóticos en lanchas rápidas, la política de Estados Unidos en ese momento era no contestar.

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