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Ni el polvo de la memoria

Ante la destrucción total de ciudades declaradas Patrimonio de la Humanidad, muchos aseguran que se trata de una limpieza étnica y cultural

Autor:

Nyliam Vázquez García

Miedo. Los hombres encapuchados, armados hasta la sombra, arrasan por donde pasan. En su afán público —habría que descubrir su plan secreto— de fundar un califato en el Medio Oriente basado en una interpretación radical al extremo del Corán se regodean en la barbarie, en aquellos métodos que parecían enterrados con los nazis.

A lo largo de los últimos meses han asaltado también los titulares, cortando el cuello a extranjeros «infieles», a hombres de otras creencias religiosas, quemando vivos a otros, mientras se vanaglorian de ello en la red. El Estado Islámico (EI) basa su estrategia en el miedo y se esfuerza en todas las esferas posibles para convertirse en noticia. Muchos expertos destacan el «buen» manejo de las redes.

Pareciera que se trata, en un mundo «civilizado» —ya sabemos que no es cierto—, de subvertir el orden, de no dejar piedra sobre piedra que siquiera les recuerde la existencia del pasado o del presente de seres humanos diferentes. Quizá, sobre todo, también con ello se sostenga una guerra que parece no tener fin en esa agitada zona del planeta. No se puede olvidar que la violencia y los millones que genera en armas y equipamiento se han convertido en un modo de vida para sectas, grupos y hasta Estados.

En cualquier caso el EI escala en sus demostraciones públicas de violencia, a fin de cuentas este es un componente esencial en su filosofía, según nos han hecho ver. Ahora no se trata de personas asesinadas frente a una cámara (quizá lo más terrible está en la seguridad de que detrás de ellas hay muchas más vidas degolladas), sino de la memoria humana en el planeta. A lo largo de los meses han quemado varios miles de libros, y manuscritos antiguos y ciudades prehistóricas han sido el blanco de sus maneras de imponerse.

Primero, el autoproclamado Estado Islámico difundió un video que mostraba a sus militantes destruyendo, «mandarria en mano», estatuas del sitio arqueológico de Hatra, declarado patrimonio mundial. Artefactos únicos, procedentes de varias excavaciones de la provincia de Nínive, que se encontraban en el Museo de Mosul, también eran demolidos con saña.

El Estado Islámico ha llevado la destrucción a las ruinas de Hatra. Foto: libertaddigital.com

Después, saqueó y arrasó la antigua ciudad asiria de Nimrod, 30 kilómetros al sudeste de Mosul —tomado desde junio como su bastión—, y más recientemente el monasterio Saint George o Markourkas, situado en el barrio Ba’werah en una colina al norte de Mosul.

Pareciera que no tuvieran límites o quizá sea esta su respuesta más primitiva a la ofensiva de las fuerzas iraquíes que con 30 000 soldados y la ayuda de Occidente —una coalición liderada por Estados Unidos ha estado atacando al grupo desde agosto— pretende recuperar los territorios ocupados. Si son derrotados, que no se encuentren allí ni siquiera el polvo.

El botín por la borda

Hasta ahora, el EI se había mostrado más interesado en traficar con el patrimonio, con el objetivo de financiar sus actividades, que en destruirlo. Solo el comercio con este material es capaz de proporcionar no poca liquidez, si se tiene en cuenta que, según la Unesco, 1 800 de los 12 000 sitios arqueológicos de Iraq se encuentran en la zona controlada por los extremistas.

«Quieren destruir los símbolos de la cultura de Iraq que no corresponden con sus creencias, pero también mostrar su poder. Están diciendo: no respetamos los valores que tienes y vamos a destruirlos», expresó Axel Plathe, director de la oficina de la Unesco en Iraq, ante el video inicial que, entre otras imágenes, mostraba cómo destruían el Toro alado, o Lamasu, una de las figuras más representativas de la civilización asiria, que ocupó Mesopotamia entre los siglos XVIII y VI antes de nuestra era.

Cuando Nimrod fue saqueada y demolida, esta vez con buldóceres y excavadoras, Irina Bokova, la directora general de la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) apuntó:

«Este nuevo ataque contra el pueblo iraquí es una prueba más de que la limpieza cultural de que es objeto Iraq no se detiene ante nada ni ante nadie. No podemos permanecer en silencio. La destrucción deliberada del patrimonio cultural constituye un crimen de guerra».

Ahora, con la destrucción del edificio fundado por la Iglesia Asiria de Oriente en el siglo X —y reconstruida por la Iglesia católica caldea en 1846— fue Nineveh Yakou, el arqueólogo asirio y director de Patrimonio Cultural y Asuntos Indígenas en Reclamo de Acción, quien dio su punto de vista: «El Estado Islámico está acabando con el patrimonio cultural de Iraq. Es una limpieza étnica y cultural».

Según EFE, los extremistas controlan un tercio de Iraq y Siria y atacan los sitios arqueológicos y religiosos que, a su juicio, promueven la apostasía. Los combatientes del EI dicen seguir una interpretación extrema del Islam suní conocida como salafismo que considera idolatría la veneración de estatuas y tumbas.

El retroceso de la civilización

Aunque ahora parece que están en plena escalada, ya el año pasado echaron abajo las mezquitas de los profetas Jonás o Yunus, Jirjis y Seth, santuarios antiguos en Mosul. También amenazaron con destruir el minarete inclinado de Mosul y sus 850 años de historia, pero los habitantes rodearon la estructura, evitando el paso de los extremistas del EI.

«Saben del valor que Occidente concede a las piezas arqueológicas y quieren asustar acerca de lo que podría ocurrir», explicó Pedro Azara, profesor de Estética de la Politécnica de Cataluña, citado en un reportaje de El País.

Llegado el punto, cuando los hechos demuestran con certeza que existe un grupo de hombres a quienes desde la distancia geográfica y cultural resulta imposible comprender, solo cabe profundizar en su naturaleza para arrojar un poco de luz al panorama.

¿Cómo es posible que en pleno siglo XXI retrocedamos como especie irracional? El holocausto no está tan lejos históricamente y es como si no hubiésemos aprendido la lección, y peor aun en este caso, sin un plan tan macabramente elaborado. Lo que el EI nos deja ver y, más aun se regodea en ello, es que buscan la ocupación para instaurar la violencia y la muerte.

Odios viejos que se renuevan, odios que desatan las más bajas pasiones humanas, odios que allende los mares no están tan lejos, porque a fin de cuentas pareciera que de pronto el EI tiene presencia en todas partes reclutando adeptos. Odios que son alimentados, manipulados y apertrechados, para luego, convenientemente, usar drones que bombardeen y «salven» la honra de los «civilizados».

Mientras, el miedo se instala en una zona del mundo, el miedo casi se puede tocar a miles de kilómetros de esos hombres, mujeres, ancianos, niños «diferentes» atormentados, que todavía no han sido protagonistas de un macabro video. Y como si no bastara, les están arrebatando la memoria histórica, la que es patrimonio de todos.

El patrimonio cultural es una de las principales víctimas del Estado Islámico. Foto: lahora.com

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