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Una cortina de humo en la política estadounidense

Expiraron ciertas provisiones de la Ley Patriótica en EE.UU., y algunos celebran, pero con un simple cambio de nombre, el establishment mantiene la vigilancia de sus ciudadanos y aspira a recuperar lo perdido por la Agencia Nacional de Seguridad

Autor:

Juana Carrasco Martín

Se «restauraron» las tan preciadas libertades civiles de los norteamericanos cuando en el Congreso la acción de algunos legisladores —entre ellos el aspirante a la candidatura presidencial Rand Paul— permitió que expirara la Patriot Act, la famosa Ley Patriótica instaurada durante el régimen de George W. Bush, el hijo, como instrumento de su «guerra contra el  terrorismo», amparado en el tenebroso derribo de las Torres Gemelas de Nueva York, el 11 de septiembre de 2001.

La Sección 215 de la ley expiró —«al menos por ahora», según acotaba un comentario—, por lo que la NSA (Agencia Nacional de Seguridad) perdió la autorización de recolectar vastos volúmenes de información de las llamadas telefónicas diarias de los estadounidenses comunes, algo que molesta en especial porque afecta la privacidad individual y que fuera revelado en 2013 por Edward Snowden.

También se suspende la autorización para otras dos provisiones, que según las autoridades no han utilizado —una aseveración para dudar, sabido el largo historial del espionaje sobre los ciudadanos y de lo que fue paradigma el FBI, fundado en 1908 y que se destacara en esas prácticas durante la dirección del tenebroso J. Edgar Hoover, quien no perdonó a casi ninguna personalidad de su época.

Se trata de la llamada Lone-Wolf (Lobo Solitario) que permite espiar a personas no estadounidenses, incluso si no tienen conexión a un poder extranjero o entidad que califican como terrorista; y de la Roving wiretap, aquella que permite al Gobierno de Estados Unidos monitorear a un individuo a través de todo un sistema de implementos de comunicación, como los teléfonos móviles, sin la necesidad de notificar a una corte que se está realizando.

El proyecto de ley de reforma a la Patriotica, la USA Freedom Act, fue aprobada en la Camara de Representantes, y el Senado hizo otro tanto, lo que llevo rápidamente al presidente Barack Obama a firmarla en cuestión de un par de días.

Había otra intención que de inmediato fue denunciada por grupos defensores de las libertades civiles de los estadounidenses, como Demand Progress, Credo and Fight for the Future, que en una declaración afirmó: «La USA  Freedom Act es una ley de vigilancia masiva vestida como una reforma, y su aprobación autorizará prácticas de vigilancia inconstitucionales». Otros grupos, como Electronic Frontier Foundation, celebraron muy cautelosamente las supuestas restricciones establecidas para la Agencia Nacional de Seguridad, y seguían pidiendo mayor protección para los derechos de la ciudadanía.

Lo sucedido ahora fue presentado como «una cosa maravillosa» por el republicano Thomas Massie, de Kenctuky, quien junto con Justin Amash, de Michigan, se mantuvo en Washington el fin de semana pasada para estar seguro de que a la medianoche del lunes 1ro. de junio expiraban las tan criticadas provisiones de la Patriot Act. Mientras ellos se tomaban ese trabajo —para asegurarse de que no se extendiera la vigilancia del Gobierno sobre la privacidad de los norteamericanos de acuerdo con sus ideas «libertarias»—, la gran mayoría de los legisladores regresaban a sus distritos para celebrar el feriado del Memorial Day, el día en que recuerdan a sus muertos en las guerras.

Tiffiniy Cheng, cofundadora del grupo de libertades civiles Fight for the Future (Pelear por el futuro), decía a la publicación digital Common Dreams.org que cuando ocurriera el ocaso de las prerrogativas de la Patriot Act «gente de todos lados celebrarían que por primera vez en 14 años ellos pudieran hacer una llamada telefónica a sus amigos y familiares sin que el Gobierno lo supiera»; el Congreso y el Ejecutivo, aseguraba, ha respondido no a los deseos del pueblo, sino a sus donantes de grandes cantidades de dólares, como las compañías de la Defensa.

En declaraciones al sitio digital Common Dreams, Cheng había calificado esa vigilancia masiva como «inefectiva para el contraterrorismo, ilegal e impopular».

De todas formas, los defensores del control por parte de un Estado policiaco al estilo del caracterizado como el Big Brother o Gran Hermano por el escritor George Orwell en su novela 1984, aseguraban a la ciudadanía que de cesar las provisiones de la Patriot Act, el Congreso estaba «jugando a la ruleta rusa con la seguridad nacional», un llamado a los temores inculcados en el ADN del norteamericano común a fuerza de décadas de propaganda, y así han trabajado hasta con el nombre de la Ley «Patriotica». Ahora es la Ley de la «Libertad».

El Senado también le dio el sí a la USA Freedom Act y el presidente Barack Obama la refrendó con su firma; pero, a despecho de la decisión de «ilegal» hecha en mayo pasado por la Corte de Apelaciones del Segundo Circuito, que consideró así la vigilancia doméstica telefónica cuando la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles (ACLU por sus siglas en inglés) demandó a la NSA; el mandatario hizo su movida para restaurar la potestades a la Agencia de Seguridad Nacional a fin de que pueda seguir hurgando en los teléfonos estadounidenses, al igual que ha hecho allende fronteras.

Al menos eso reveló el diario The Guardian y lo retomó Nadia Prupis en la publicación digital Common Dreams.org., cuando afirmó que un día después de que Obama firmara la nueva USA Freedom Act la administración comenzó esfuerzos para que recomenzara el programa de recolección de los datos de los teléfonos domésticos, bajo el pretexto de que la NSA necesita el programa para poder concluirlo y se lo ha pedido a la corte secreta de la Foreign Intelligence Surveillance Act (la famosa FISA o Ley de Vigilancia de la Inteligencia Extranjera).

Bajo la USA Freedom Act, la NSA cuenta con seis meses de gracia para entregar el control de la retención de datos a las compañías telefónicas privadas y cerrar sus operaciones, disfrutadas bajo los poderes omnímodos que le dieron desde la administracion Bush.

El vocero de seguridad nacional del Departamento de Justicia, Marc Raimondi, declaró a The Guardian al respecto: «Estamos dando los pasos apropiados para obtener una orden de la corte reautorizando el programa. Si esa orden es concedida, haremos el anuncio apropiado en su momento».

Vale entonces la advertencia que hiciera Snowden, quien de todas formas consideró «una histórica victoria para los derechos de cada ciudadano» la finalización de la vigilancia masiva a las llamadas privadas y dijo que «esto es solamente el último producto de un cambio en la alerta global», mencionando legislaciones de Europa, America Latina y la posición de las Naciones Unidas imponiendo restricciones a futuras actividades ilegales, pero advirtió que se necesitaban reformas mucho más profundas.

Snowden, desde su exilio en Rusia, recordaba que algunos de los más populares servicios online del mundo están enlistados como socios en los programas de vigilancia masiva de la NSA, y miles de millones de celulares están siendo interceptados sin importar si sus poseedores son culpables o inocentes. Se mencionaba, además, que intencionadamente hay debilidades en la seguridad de Internet que transforman las vidas privadas en libros abiertos, y que los metadatos revelan las asociaciones personales y los intereses de los usuarios comunes de la red de redes.

Un Cessna sobre Estados Unidos

Otra verdad salía al aire sobre los cielos estadounidenses que daba pie a la desconfianza del público preocupado y alerta de sus derechos conculcados.

Sonali Kolhatkar, anfitriona y productora del programa Uprising, en la KPFK Pacifica Radio, comentaba en el sitio digital TruthDig: «En lugar de dañar a los terroristas, el Gobierno simplemente nos está dañando a nosotros. El mismo día que se aprobó la USA Freedom Act, la Associated Press (AP) dio a conocer un impactante reportaje investigativo sobre la vigilancia del FBI. De acuerdo con el reporte, “el FBI está operando una pequeña fuerza aérea con aviones que vuelan a baja altura a través del país realizando videos y,  a veces, vigilancia de tecnología celular —todo encubierto tras compañías ficticias que son frente del Gobierno”».

Informaciones semejantes se han producido durante años y se menciona esa actividad durante las recientes protestas en Baltimore luego del asesinato del joven afroamericano Freddie Gray, lo que fue confirmado por el artículo de la AP, cuya investigación encontró que en 30 dias recientes el FBI había volado «sobre más de 30 ciudades en 11 estados a través del país».

La periodista Sonali Kolhatkar entrevistó para su programa radial a Kirk Wiebe, durante 36 años oficial de inteligencia y ya retirado de la NSA, tras convertirse en uno de los whistleblower (nombre para quienes filtran esas secretas e ilegales acciones de diferentes agencias y departamentos del Gobierno de EE.UU.), quien confirmó: «Estamos verdaderamente siendo testigos —y lo digo en el sentido más serio— de la ascensión de un Estado policiaco. Algunas personas le llaman “fascismo”».

(…) «Tenemos una variedad de organizaciones que consituyen un fuerte aparato policial, y está tornándose contra el pueblo norteamericano bajo la explicación de que “Necesitamos protegerlos”».

Con ese pretexto, se está intimidando, amenazando, poniendo en listas negras a las personas y subvirtiendo los movimientos sociales, afirma la periodista.

Nada humano le ha sido ajeno o le es a la NSA, y a la intrincada net de vigilancia y espionaje de casi una veintena de agencias estadounidenses dedicadas a ese propósito.

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