Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Yo amo a Cuba

Con solo 20 años de edad, Jacob Perasso fue testigo de cómo la policía estadounidense mató a un trabajador muy cerca de él. Desde entonces guía la lucha de los jóvenes trabajadores de ese país y estrechó sus vínculos con la Mayor de las Antillas, cuya realidad ha divulgado cada minuto

Autor:

Yuniel Labacena Romero

La barrera del idioma no se tornó complicada. Habla un español casi perfecto que pudiera confundir a quienes lo escuchan, y lo ven con su piel blanquísima, sus ojos claros y su retrato de la crisis capitalista. Podemos pensar que nació en cualquier país menos en el que vive, trabaja, sueña, sufre las injusticias del sistema y donde guía la lucha de los jóvenes trabajadores: Estados Unidos.

A Jacob Perasso lo conocí mientras recorría los pasillos del Palacio de Convenciones de La Habana, una de la sedes de la XIX Asamblea General de la Federación Mundial de Juventudes Democráticas (FMJD). Conversamos el primer día del evento y después nos dimos cita para este diálogo —que terminó vía correo electrónico—, en el que el joven compartió vivencias y emociones de sus vínculos con Cuba.

Representante de la Juventud Socialista y del Partido Socialista de los Trabajadores de su país, Jacob llegó por vez primera a la Mayor de las Antillas en 1996. Tenía 20 años de edad. En ese entonces vio cómo en Estados Unidos la policía mató a un trabajador muy cerca de él. «Aquel hombre no tenía armas; 12 policías lo golpearon en la cabeza hasta asesinarlo e hicimos una manifestación en mi barrio para encarcelarlos.

«Comencé mi lucha contra la brutalidad policiaca. Alguien me comentó que en Cuba no tratan a las personas así. Poco después me invitaron a participar en un intercambio de organizaciones juveniles y me interesé mucho por saber cómo es todo. Así encontré al movimiento socialista; vi que un mundo diferente es posible y que existe la posibilidad de cambiar los valores del ser humano con una lucha revolucionaria. Fueron esas las motivaciones para empezar a defender la Revolución Cubana», dijo el joven, quien hoy labora como empleado en el ferrocarril estadounidense.

Cuenta que esa primera visita y la decena que ya ha realizado han contribuido mucho a su pensamiento político. «La Revolución socialista en Cuba es ejemplo en la pelea contra el imperialismo, pues el pueblo ha resistido muchos años de ataques de la clase capitalista de donde vivo. Su capacidad de luchar y vencer es muestra de la conciencia que deben tener los habitantes en este planeta.

«Por eso, al regresar a mi país divulgo la realidad, esa que ocultan los grandes medios de comunicación. Además, sigo el proceso para edificar una organización que sea capaz de representar nuestros intereses y dirigir la lucha dentro de Estados Unidos. El ejemplo de Cuba nos da la prueba, junto con la Revolución bolchevique de 1917, en Rusia, de que es posible reorganizar la sociedad con un Gobierno que responda a las necesidades de la clase trabajadora».

Creer en la inociencia

Jacob fue parte indisoluble en la lucha por el regreso de los Cinco. Según cuenta siempre creyó en su inocencia y más cuando investigó el caso, al saber que Gerardo, Ramón, Antonio, Fernando y René «infiltraron organizaciones terroristas para prevenir del peligro no solo a su nación sino a la mía también, y ese es un acto lícito para cualquier patriota».

Así fortaleció la batalla dentro de Estados Unidos y desarrolló actividades donde hablaba con los trabajadores, jóvenes y otros sectores sobre la verdad del caso. Junto a muchos de sus colegas fue de puerta en puerta a diferentes barrios, realizó muestras del arte de los Cinco en museos, universidades y bibliotecas, y organizó reuniones abiertas de estudiantes con el propósito de que más gente conociera del caso. Durante esta lucha se valió del libro Los Cinco Cubanos y del periódico The Militant, una publicación semanal en la cual divulgaba información sobre el tema.

«Algunos de los ataques a los Cinco son comúnmente empleados contra nuestra clase trabajadora que lucha contra el sistema. Nosotros explicamos que la batalla por la libertad de los Cinco era también de ellos. Durante su tiempo en la cárcel ganaron apoyo de otros presos que son parte de la clase trabajadora de Estados Unidos y ello motivó mucho. Poco a poco más gente fue aprendiendo del caso y estuvo dispuesta a correr los riesgos de esta batalla y todavía siguen denunciando las injusticias».

—¿Lo más difícil de la batalla?

—Explicar por qué ellos estaban luchando, por qué era tan importante defenderlos y por qué la clase trabajadora de Estados Unidos debía unirse en esa lucha. Por eso cuando supimos de su regreso a Cuba no solo yo me alegré sino también mis colegas. Me sentí feliz, y poco después pensé más en la posibilidad de avanzar en nuestra labor en defensa de la Revolución, pues la resistencia de su pueblo ganó esta victoria más que todas las otras cosas.

«Durante este tiempo hemos aprendido mucho de los Cinco, que no por gusto llamamos héroes. Su comportamiento y desinterés ante el respaldo de las buenas causas no solo de su país sino también del mundo son muestras de los valores que ha formado la Revolución en todos sus hijos. Estoy muy seguro de que si seguimos el ejemplo en Cuba y en Estados Unidos, venceremos en todas nuestras batallas».

—En fecha reciente Cuba y Estados Unidos restablecieron sus relaciones diplomáticas, ¿qué opinión tienes sobre esto?

—Es un triunfo. Washington tuvo que cambiar su política, mientras Cuba no cedió en sus principios ni un ápice. Sin embargo tenemos que estar alertas, ya que sus objetivos no han cambiado, solo los métodos. Los partidos Demócrata y Republicano están de acuerdo en crear un movimiento contra la Revolución y el socialismo desde adentro, por eso no han quitado el cruel bloqueo económico, financiero y comercial ni quieren devolver el territorio ilegalmente ocupado por la base naval en Guantánamo.

«Nosotros reforzamos ahora estas nuevas causas de batalla —que no son nuevas—, y divulgamos la necesidad de estar en contra de estas cosas. Desarrollamos diversas acciones en nuestro país, pues sabemos que la guerra del Gobierno estadounidense sigue contra Cuba en todos los espacios, aunque a veces muestren lo contrario».

Enseñar la realidad cubana

En sus años de estudiante universitario, Jacob nunca compartió los valores que le pretendían enseñar a favor del capitalismo. Poco a poco fue formando su pensamiento a favor de las causas nobles del mundo, este se ha fortalecido en las luchas que desarrolla en su centro de trabajo por la seguridad de sus compañeros.

«El ferrocarril es una industria en la cual la clase dominante pone a sus empleados y comunidades en mucho peligro. En años recientes derrotamos un intento de los patrones de tener solo una persona manejando cada tren, y aunque hoy existen dos, mantenemos nuestra lucha, pues se violan mucho nuestros derechos.

«Nuestro Gobierno es el que menos defiende los derechos de su sociedad; nuestro país es el único que ha usado la bomba atómica y que sigue con su maquinaria acabando con la humanidad, para ellos es mejor que no estemos y eso no tiene perdón con nada. No existe comparación con la Revolución de ustedes que va por el mundo repartiendo amor, apoyando los movimientos revolucionarios y luchando por los derechos de los oprimidos. Por eso yo amo a Cuba.

«En Cuba no es fácil la vida, pero la mentalidad del ser humano es diferente. Nosotros no tenemos, por ejemplo, garantías fundamentales como la salud, el deporte, la educación y la cultura, o doctores que quieran ir a África a combatir el ébola como lo hicieron ustedes. En mi país no se vive la solidaridad entre la gente y muchas veces ustedes no tienen la posibilidad de conocer esas cosas; es importante que preserven su historia y conozcan todo lo que ha vivido el pueblo cubano».

—¿Cómo es posible militar en un país donde muy pocos defienden las ideas socialistas?

—Estados Unidos también es una nación de historia, tenemos tradición de lucha. Enfrentamos muchas dificultades cuando queremos explicar la perspectiva de una revolución socialista. Por suerte, durante este tiempo funcionamos como organización de forma legal y el respaldo de numerosas personas es nuestra mayor defensa contra el Gobierno. La diferencia entre Cuba y Estados Unidos es que en nuestro país se defiende la clase dominante, la capitalista, y ustedes a los trabajadores, al pueblo.

«En los últimos años la lucha de clases en Estados Unidos se ha profundizado, y millones de trabajadores han empezado a resistir los efectos de la caída económica capitalista. Algunos empiezan a pensar más en los derechos políticos que necesitamos para combatir, y piensan que el capitalismo no tiene futuro. En ese contexto se ha incrementado el interés por Cuba, ejemplo de una alternativa diferente.

«La mayoría de la clase trabajadora se interesa por saber qué es la Revolución y los jóvenes norteamericanos tienen ánimo y ganas de ayudar, de aprender sobre todo, porque para ellos la Mayor de las Antillas es un referente a donde hay que mirar en medio de la crisis del capitalismo. Por eso es nuestra la responsabilidad de explicar la realidad de la Revolución Cubana y la defensa de su causa.

«En tal sentido, desde hace muchos años tenemos buenas relaciones con la Unión de Jóvenes Comunistas y trabajamos juntos en intercambios en torno a los festivales mundiales de la juventud y los estudiantes. Los jóvenes cubanos tienen el desafío de preservar por siempre el socialismo, enfrentando la presión del mundo capitalista, donde todo el sistema, desde la educación hasta las leyes, cortes y policía, tiene el propósito de aislar a cada persona y cada familia».

Jacob es un joven al que le gustan las artes plásticas, el cine, la fotografía y el jazz. De vez en cuando se le ve jugando tenis y en la natación, pues son dos deportes que le agradan mucho, como también la lectura. Quizá por ello aseguró que tiene muchas ganas de participar en la Feria Internacional del Libro cubana, ya que «es un placer ver ese evento cultural de la Revolución, en el que la gente tiene acceso a miles de títulos, encuentros con escritores e intelectuales, con el fin de contribuir a su formación».

¿Qué más admiras de nuestro pueblo?, pregunto al joven, y casi sin darme tiempo para terminar responde: «Su convicción, serenidad, profunda confianza en sus líderes y en el proceso revolucionario, su gente y la hospitalidad».

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