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El color de los casos y cosas de Estados Unidos

Una demanda judicial pone en la silla de los acusados a la política racial de la policía

Autor:

Juana Carrasco Martín

En una decisión casi insólita, el Departamento de Justicia de Estados Unidos, en específico su División de Derechos Civiles, le ha abierto proceso a la ciudad de Ferguson, estado de Missouri, porque ha rehusado cambiar sus políticas discriminatorias. Concretamente, la demanda se inició porque esa localidad rechazó un acuerdo para reformar su sistema de justicia penal discriminatoria, pero los cargos pudieran ser muchos más.

Los términos empleados en el cargo son precisos cuando afirman que los ciudadanos negros de Ferguson todavía enfrentan violaciones «continuas y generalizadas» de sus derechos civiles, se mencionan las detenciones sin causa probable y el uso por la policía de armas Taser como castigo.

Loreetta Lynch, la Fiscal General de la nación, fue definitoria en su declaración: «Los residentes de Ferguson han sufrido la privación de sus derechos constitucionales: los derechos garantizados a todos los estadounidenses. Durante décadas, ellos han esperado por la justicia. No deben ser obligados a esperar más».

La Procuradora apuntó que la policía de Ferguson viola la primera, cuarta y 14 enmiendas constitucionales.

Empleó palabras duras cuando dijo que la investigación realizada luego de la muerte de Michael Brown por los disparos de un policía «descubrió una comunidad angustiada, en la que los residentes se sentían bajo el asalto de su propia fuerza de policía» y en donde las violaciones «no eran solamente atroces, eran de rutina».

Ferguson saltó a los cintillos noticiosos mundiales el 9 de agosto de 2014, cuando Brown, un muchacho negro de 18 años, desarmado, y con las manos en alto en señal de rendición, murió por los seis disparos que le hiciera el policía blanco Darren Wilson. La población se lanzó a las calles en manifestaciones contra la brutalidad policiaca expresada en este hecho. Unas fueron pacíficas, en otras asomó la ira en forma violenta y hubo represión; se declaró el estado de emergencia, se estableció el toque de queda, fue llamada la Guardia Nacional para el patrullaje de la ciudad y apoyar a la policía, y la ola de protestas se extendió por la geografía estadounidense.

Algunas características de la localidad mostraban el racismo latente. Con poco más de 21 000 habitantes, el 67,43 por ciento de ellos afroamericanos, y el 29,27 por ciento de blancos, la totalidad de los agentes policiacos eran blancos.

La situación empeoró cuando el gran jurado del condado determinó que Darren Wilson no sería imputado. El agente renunció al Departamento de Policía de Ferguson el 29 de noviembre.

Meses más tarde, y luego de la investigación, el Departamento de Justicia emitió dos informes contradictorios. En uno eximía a Darren Wilson de haber violado los derechos civiles de Michael Brown porque no había pruebas que negaran lo declarado por el policía: «temía por su seguridad». El segundo informe acusaba al Departamento de Policía de Ferguson de discriminación y uso excesivo de la fuerza contra la comunidad negra y por presentar elevadas cifras de detenciones injustificadas de afroamericanos.

Ferguson no es un caso aislado

La lista de casos similares se sigue engrosando desde entonces y se reveló que había ausencia de registros completos sobre la violencia policial en Estados Unidos, donde hay 17 000 agencias de policía estatales y locales.

Sin embargo, cifras recopiladas por fuentes periodísticas como The Washington Post y la versión estadounidense del diario británico The Guardian decían a mediados de 2015 que solo en esos primeros seis meses la policía había matado a más de dos personas por día por «errores» de los oficiales. La mayoría de las víctimas eran    afroamericanos y latinos.

En aquel momento, el periodista del diario washingtoniano Wesley Lowery aseguraba: «Los negros y los hispanos tienen tres veces más posibilidades que los blancos de ser derribados y asesinados por la policía».

Tal y como sucedió con el oficial Darren Wilson, prácticamente en todos los sumarios donde se ha llevado a investigación lo sucedido, los policías blancos han sido exonerados o absueltos.

Así salió «limpio» el policía de Staten Island, Daniel Pantaleo, quien con una llave de estrangulamiento asfixió a Eric Garner, un hombre negro de 46 años, aun cuando el video de su «detención» muestra que por 11 veces dijo que no podía respirar.

De igual forma fue absuelto el vigilante George Zimmerman, quien asesinó a Trayvon Martin —un estudiante de high school de 16 años, también desarmado— el 26 de febrero de 2012 en Sanford, Florida. El alegato de Zimmerman, quien ha estado involucrado en otros incidentes y acusaciones de violencia, siguió la pauta de la policía: actuó «en defensa propia».

El 22 de noviembre de 2014, en Cleveland, Ohio, Tamir Rice, de tan solo 12 años, recibió dos disparos del oficial policiaco Timothy Loehmann, quien estaba acompañado del agente Frank Garmback. El niño jugaba en el parque con una pistola de juguete. Dispararle, dijeron «expertos», era «razonable bajo las circunstancias», y en el expediente oficial del caso, con total impiedad, el departamento legal de la ciudad escribió: Tamir provocó su propia muerte.

Todavía falta más por ver, pues parece que también califica como «circunstancia razonable» lo ocurrido hace apenas unos días. El 10 de febrero de este año la ciudad de Cleveland elevó aún más la infamia y la insensibilidad en su manejo de la muerte de Tamir: demandó a su familia por gastos incurridos… no se había pagado el costo de 500 dólares por la ambulancia de los servicios médicos de emergencia que recogió al muchacho moribundo, al que los policías no habían prestado auxilio luego de haberlo herido de muerte.

En Chicago esperan sentencia judicial del agente Jason Van Dyke, quien por supuesto se declaró no culpable en el homicidio del adolescente negro Laquan McDonald, cometido el 20 de  octubre de 2014. Van Dyke disparó 16 veces en 13 segundos contra el joven de 16 años que estaba armado con un cuchillo y del que lo separaban tres metros.

Solo 13 meses después del hecho salió a la luz pública un video sobre lo acontecido, evidencia que estuvo retenida por la policía y el sistema judicial y solo se reveló luego de que varios investigadores independientes exigieron la liberación de los registros.

No es solo el Departamento de Policía de Ferguson el que tiene que cambiar tácticas, procedimientos y ejecuciones racistas o los encubrimientos de las acciones de sus agentes, atentatorias contra el más elemental de los derechos humanos, la vida humana.

Esos procedimientos están enraizados en la sociedad estadounidense de tal manera que —décadas después de la larga y cruenta lucha por los derechos civiles, que tuvo expresiones de desobediencia civil pacífica, también de acciones de guerrilla urbana, y sobre todo de una enérgica y amplia movilización que unió al movimiento negro con los luchadores contra la guerra y otras injusticias del sistema capitalista—, se hace necesario reverdecer las exigencias de justicia.

A raíz de los sucesos de Ferguson, el propio presidente Obama, en un discurso pronunciado en Chicago, reconocía: «El problema no es solo de Ferguson, sino de Estados Unidos». La acción que ha tomado ahora la División de Derechos Civiles del Departamento de Justicia tiene mucho que ver con la investigación que ordenara el ejecutivo estadounidense.

El movimiento BLM

Muchos otros ejemplos de esa impunidad pueden ser expuestos, y esa justicia discriminatoria, esa brutalidad policial, ese proceder abusivo y racista, ha provocado que en la protesta de los estadounidenses tomara cuerpo un movimiento en exigencia de un cambio radical en el trato de la policía, especialmente hacia las minorías.

Primero fue un grito y un lema graficado que levantaban en las manifestaciones: «Black Lives Matter» (Las vidas negras importan), hoy es ya una organización nacida como foro online que, como afirma en su página web, va más allá de la denuncia de los asesinatos extrajudiciales del pueblo negro por policías y vigilantes, se centran en (re)construir el movimiento negro de liberación y están conscientes de que el pueblo negro tiene aliados en ese combate, por lo que llaman a provocar el diálogo, a concertar acciones sociales y a involucrarse en la lucha.

Chispas ha provocado ahora, en el segmento de la sociedad estadounidense que lleva como parte de su ADN los procederes racistas, la famosa cantante Beyonce con su actuación en el popular Super Bowl del fútbol americano, considerado la cúspide del deporte comercial en Estados Unidos, con más de 110 millones de espectadores.

Un homenaje a Michael Jackson, se dijo previamente, sobre la canción y el video Formation. Es verdad, pero sobre todo una evocación de la lucha del pueblo negro, del movimiento de los Panteras Negras visualmente presente en la vestimenta de Beyonce y las coristas; los puños enguantados en negro como los atletas afroamericanos que elevaron la denuncia en el podio de la Olimpiada; las referencias al huracán Katrina que asoló fundamentalmente los barrios populares de Nueva Orleans y donde las negligencias aportaron a la furia de la naturaleza más de mil vidas; la coreografía, que hace una espléndida X, la de Malcolm…

Como decía un titular de prensa, Beyonce anotó para Black Lives Matter en el Super Bowl con su Formation, un himno al Black Power (Poder Negro) cantado por la nueva generación.

Una generación que, sin duda, tiene de sobra para estar furiosa no solo por la impune violencia policial, sino por el racismo estructural entronizado en el país donde habita.

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