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Él es un huracán de amor

Después de 1999, cuando Hugo Chávez llegó al poder, ni Venezuela ni América Latina volvieron a ser las mismas

Autor:

Yailé Balloqui Bonzón

América Latina ha vivido momentos estremecedores a lo largo de su historia. Triunfos revolucionarios, golpes de Estado, años de dictaduras, asesinatos, desapariciones, neoliberalismo… Todos más tormentosos que otros. Pero, después de 1999, cuando Hugo Chávez llegó al poder, ni Venezuela ni la región volvieron a ser las mismas.

El letargo de una nación sumida en años de indiferencia política y apatía generalizadas, alimentada durante decenios por un sistema neoliberal ajeno a la realidad social y con la vista puesta en los bolsillos de unos pocos, quedó atrás de una vez y para siempre bajo la batuta y la mirada del Comandante eterno.

Un hombre que la muerte nos arrebató demasiado temprano —hace hoy tres años—, en la plenitud de su vida y su poder, y que el mundo recordará como uno de los grandes que, sin miedos ni tapujos, se dispuso a consolidar el sueño que una vez tuvo el Libertador Simón Bolívar.

Chávez no era un hombre cualquiera. Dueño de un temple de acero, mirada penetrante y carisma avasallador. Un mago de la palabra, cultivador de una retórica fascinante, capaz de creer y hacer creer en grandes causas. Hombre apasionado que provocó pasiones revolucionarias, amores incondicionales y también odios definitivos, marcó, desde el momento que se sumió en la vida militar y política, la historia de Venezuela y los territorios más allá de estas fronteras.

No fue un político más. Quizá no fue el primer gobernante que convirtió a los pobres en el centro de su agenda, ni tampoco fue el primero que pensó en aprovechar el aumento de los ingresos del petróleo para beneficio nacional. Pero sí fue el líder que materializó esa idea quizá mil veces soñada. Y lo hizo imprimiéndole un sentimiento tan apasionado que lo convirtió en prioridad y lo irradió hacia la mentalidad colectiva, incluso, lo consiguió exportar a países vecinos y más allá.

Su capacidad de hacer que los pobres sintieran que tenían a uno de los suyos en el poder no tiene precedentes.

Memorable es su pensamiento político construido en la práctica y su mirada revolucionaria de la economía sostenida en las propias capacidades de los países y la cooperación con respeto a la soberanía.

Fue sin duda un impulsor ferviente de procesos integracionistas traducidos en mecanismos que han cambiado el mapa político, económico y social de América Latina y que hoy han seguido fortaleciéndose. La Alianza Bolivariana para los pueblos de las Américas-Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP), la Unión Suramericana de Naciones (Unasur), Petrocaribe y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), son proyectos que fijan su visión y misión en la cooperación, la complementariedad y la solidaridad de los pueblos de la región, fundamentando sus políticas en los principios de independencia y motivados por nuestros próceres latinoamericanos.

Gigante, tempestuoso, eterno. Así se le recuerda a Chávez desde esta Isla. Imágenes nítidas quedan en las mentes de muchos de nosotros quienes, desde La Habana, su Habana, lo vimos hablarle a su pueblo desde el Balcón del Palacio de Miraflores a solo horas de su llegada a Caracas, luego de su primera intervención quirúrgica en Cuba. Desde dentro, callados, como si nos pudiera escuchar le pedíamos que descansara: «Pare ya Comandante, recupérese para nosotros, para Venezuela, para usted, para el mundo».

Latentes en nuestros corazones están también aquellas horas que, bajo una lluvia incesante, el líder de la Revolución Bolivariana habló por última vez a su pueblo desde una larga tarima ubicada en la capitalina avenida Bolívar, dejándonos en el recuerdo las imágenes más hermosas en la existencia de ese Gigante. El líder no se amilanó ante la lluvia que inundó Caracas esa tarde del 4 de octubre de 2012 y se empapó junto a su pueblo. Ante más de medio millón de seguidores cantó, saltó, bailó y prometió mucho más. Ya después de su partida supimos que en esas horas, sufría fuertes dolores que no hizo saber a nadie.

Sería esta la última gran concentración de Chávez junto a su pueblo, después vendría el nuevo triunfo en las presidenciales del 7 de octubre; su recaída y finalmente despedida el 5 de marzo de 2013 para pasar a la inmortalidad.

El país lo lloró en cada una de las plazas Bolívar de las diferentes regiones. El mundo también lo hizo desde todos los rincones. Pero para todos, el legado que dejó a su paso sirve para avivar, en cada uno de sus seguidores, esa necesidad de tener presente el pensamiento forjador de una América Latina libre.

La región hoy vive un camino que ciertamente no es el mismo que antes de la llegada y partida de este político apasionado.

Venezuela es hoy una nación dividida entre una oposición orientada a desmembrar su legado y cambiar un modelo político de corte social que inició Chávez 17 años atrás, y un pueblo que intenta perpetuarlo, respetarlo y repetir aquella frase, una de las tantas, que una venezolana gritaba a viva voz aquel memorable 4 de octubre de 2012 en las calles de Caracas: ¡Chávez, eres un huracán de amor!

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