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Los españoles votan frente al fantasma de la trabazón

Poco más de 36 millones y medio de españoles pueden pronunciarse hoy en elecciones generales luego de que, tras un ejercicio anterior, los políticos nacionales no llegaran a acuerdo para gobernar

Autor:

Enrique Milanés León

Como si después del «tranque» para la formación de Gobierno en diciembre pasado las cosas no siguieran harto complicadas en el dominó electoral español, la semana que ha antecedido al sufragio general de hoy ha estado marcada por un nuevo escándalo en el partido que aún tiene el mando —en funciones, ya se sabe— en La Moncloa. La vida siempre puede poner nuevas paradojas sobre la mesa y ahí está: nada menos que el Ministro de Interior fue grabado en secreto en su oficina, y lo que presuntamente dijo está lejos de ayudar a las aspiraciones del Partido Popular (PP) de Mariano Rajoy.

¡Ay, Europa…! Mientras Londres digiere su nueva perspectiva, en Madrid no se habla de otra cosa: un diálogo, grabado «por la izquierda» por quién sabe quién, sugiere que Jorge Fernández Díaz, el titular de Interior, pidió en 2014 —semanas antes de la consulta independentista— al jefe de la Oficina Antifraude de Cataluña, Daniel de Alfonso, que buscara datos comprometedores para desacreditar a dirigentes de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) y Convergencia (CDC), los dos grandes partidos soberanistas catalanes.

Así de grande y complicado parece el escándalo que rodea la actuación del ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz, un hombre del PP cercano a Rajoy. Foto: EFE

La supuesta conspiración contra el proceso soberanista catalán, develada por el diario Público, puso sal y pimienta a esta cena electoral casi justo antes de ser servida, de manera que los vaticinios de las sagradas encuestas —que aunque acertaron sobre la «cerrazón» de votos en el referendo de Reino Unido fallaron en lo principal: el resultado— pueden en España desenfocar un tanto los números reales de cosecha del PP y de sus rivales más cercanos.

A resultas, mientras han llovido las peticiones de que Fernández Díaz dimita, su amigo Mariano Rajoy declaró desconocer que existiera el cargo de director de la Oficina Antifraude y aun la propia oficina, un aserto un tanto difícil de creer cuando el propio Ministro de Interior afirmó en la grabación de marras que Rajoy es tan discreto que tiene una mano derecha que no sabe lo que hace su mano izquierda.

Esquemas e incertidumbre

Lo cierto es que, aunque el Partido Popular (PP) arriba este domingo a las urnas como sostenido favorito en los sondeos y la confluencia de izquierda Unidos Podemos podría desplazar al Partido Socialista Obrero Español (PSOE) como segunda fuerza parlamentaria, manteniendo en la cuarta plaza a los «novoderechistas» de Ciudadanos, hay que esperar que la gente se pronuncie y cruzar los dedos porque esta vez los líderes políticos alcancen acuerdos de gobierno que se ven igual de improbables.

Si en las urnas sale ileso del nuevo «rollo», Rajoy, ese sobreviviente apto para resultar bien librado en un escándalo nuclear, aprovechará una baza importante que otros le han regalado: la implacable división entre las izquierdas —PSOE vs. Unidos Podemos— porque, al margen de lo que sientan en las bases los militantes de unas y otras formaciones, la clara imagen que dejan sus líderes rebasa la de la típica rivalidad política para sugerir la de la siempre áspera entrada en los campos del odio.

Pablo Iglesias, el joven politólogo líder de Podemos va esta vez de a por todas: ya no se propone convertir a la suya —fortificada con Izquierda Unida, IU—  en la primera fuerza de oposición, como pretendía a inicios de campaña, sino que se presenta como alternativa concreta de ganarle la silla a Rajoy, si bien para eso tendría que vencer el triple bloqueo que el PP, el PSOE y Ciudadanos le han planteado. Porque Iglesias es «el lobo» en esta historia.

Tanto Rajoy como Pedro Sánchez y Albert Rivera —cabezas estos últimos del PSOE y de Cs, respectivamente— han centrado su campaña en fomentar el miedo a Iglesias y a su formación, presentados como radicales, extremistas, antiespañoles y otras lindezas por el estilo.

Unidos Podemos se ha planteado terminar en el país las políticas de austeridad dictadas desde Bruselas y aumentar el gasto público, en bien de los españoles, algo que, de acceder al poder, no tendría nada fácil, lo que puede recordarse con el frustrado intento en Grecia de Alexis Tsipras y su partido Syriza, que casi cayeron, y seguro  callaron, en un intento similar.

Sigamos en España, donde un inmutable Rajoy insiste en que el regido por él ha sido el mejor de los gobiernos posibles, y hasta llega a poner como ejemplo que en tres años redujo el desempleo hasta el… ¡21 por ciento! de los españoles que deben trabajar.

Aunque el Presidente en funciones celebre los avances, España sigue como segundo país con mayor desempleo en la Unión Europea. Foto: 20minutos.es

Para conformar nuevo Gobierno, la venia del PSOE es esencial, pues ni el PP ni Unidos Podemos alcanzarían sin su respaldo la mayoría necesaria para instalarse en La Moncloa, pero Sánchez y los suyos han dejado más que claro que no quieren ver allí ni la permanencia de Rajoy ni la llegada de Iglesias, situación que pone en duda la supuesta concordancia de todos los líderes en evitarles a los españoles unas terceras elecciones en las que ya no creería ni el nobilísimo Don Quijote.

En un ambiente en el que más de uno quedaría tuerto con ver ciego a su rival, Rajoy podría quedarse en su puesto, claro, en minoría y con muchos obstáculos, si el PSOE y Ciudadanos —suponiendo que, como parece, sea más fuerte la iglesiapatía que la marianofobia— se abstuvieran por el puro placer de bloquear a Unidos Podemos.

Lo anterior, como todo, tendría un precio: el claro suicidio político del PSOE, que en ese escenario se vería no solo rebasado por Unidos Podemos como primera fuerza opositora, sino que además se alejaría por propia mano del primer plano del mapa político español y perdería en el trance una cantidad importante de militantes.

Las cosas no pintan feas solo para Iglesias y Pedro Sánchez. Don Mariano pudiera encarar otra prueba a la eficacia de su «sistema inmunológico» como político, porque muchos creen que el PSOE y Ciudadanos venderían cara su abstención a favor del PP: solo lo harían si el actual mandatario se hace a un lado como aspirante a presidente.

¿Silla vacía, parte ii?

En ese panorama, 177 economistas firmaron recientemente el manifiesto «Poner punto y final a las políticas de austeridad en España para abrir un nuevo tiempo en Europa», contra la austeridad y de apoyo a Unidos Podemos.

En el texto, los especialistas sostienen que «la austeridad fiscal y la devaluación salarial nos han conducido a una década perdida» y abogan por la creación de un empleo estable y de calidad, la modernización del tejido productivo de la economía, la reducción de las desigualdades sociales y la necesidad de exigir sin rodeos a la UE la renegociación del ritmo de rebaja del déficit público en España.

El único programa económico capaz de responder a los desafíos actuales y a los retos del futuro, dicen, es el de Unidos Podemos, porque «servirá para poner punto final a las políticas de austeridad en España y, con ello, servirá también para abrir un nuevo tiempo en Europa».

Se lee bien, pero parece difícil porque sin pactos no habrá Gobierno y ningún político admite que sea prescindible en La Moncloa. El fantasma del bloqueo rodea este domingo las urnas, por mucho que los discursos previos prometieran conjurarlo.

Pese a sus riesgos, los números siempre dicen algo. Un estudio del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) español estableció que para las elecciones del 20 de diciembre el 17 por ciento de los ciudadanos decidió su voto en la última semana y un nueve por ciento de ellos lo hizo el día cero. Eso explica el desesperado interés de los partidos de ganarse al cierre de campaña a los indecisos y a los que dejaron —por esas decepciones que nunca faltan— alguna formación rival.

El CIS sugiere que un porcentaje elevado de electores pretende repetir su voto. Si a ello se une la tozudez evidente de los líderes políticos en que no se forme Gobierno «ni contigo ni sin mí», la saga de esta zarzuela pudiera alargarse.

Mariano Rajoy, que sabe un poco de eso, afirmó que sería un ridículo mundial la celebración de unas terceras elecciones en España, pero ya alguien muy cercano a él ha dicho, en medio de las llamas, que el Presidente es un tío tan, pero tan discreto, que no tiene la menor idea de lo que pasa a su izquierda o a su derecha.

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